Los expertos advierten que un número creciente de adolescentes se 'engancha' a avatares de IA en busca de apoyo emocional

El nuevo amigo invisible

Los especialistas en adicciones a las pantallas insisten en que el acompañamiento parental y la educación digital son clave para frenar esta vinculación 

Redes sociales

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Cada vez es más frecuente que niños y adolescentes hagan un uso excesivo de las pantallas en su día a día, superando con creces los límites considerados saludables. No solo se trata de la sobreexposición a dispositivos digitales, sino también del uso creciente de herramientas de Inteligencia Artificial (IA) como supuestas fuentes de apoyo emocional, casi como si se tratara de una ayuda “humana”.

“La inteligencia artificial te responde y te devuelve lo que tú le dices en un ciclo infinito. Te relacionas con ella y, en base a tu experiencia, te da respuestas vacías, producto de un aprendizaje mecánico”, explica a la Agencia EFE Miguel Mamajón, psiquiatra infantil del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, en Santander.

Este fenómeno preocupa cada vez más a los expertos, que advierten de una creciente dependencia hacia los llamados “compañeros” de inteligencia artificial: avatares con los que los usuarios interactúan y con los que llegan a suplir necesidades emocionales. Así lo señala Belén González Larrea, de Psicólogas sin Fronteras, quien también advierte del impacto social: el uso de la IA puede provocar un retroceso en las habilidades interpersonales y un aislamiento progresivo que lleva a perder “capacidades para interactuar en el mundo real”.

Entre los factores que favorecen esta dependencia, destaca el uso del móvil a edades tempranas. Marc Masip, psicólogo y experto en adicción a las Nuevas Tecnologías y director de Desconect@, advierte de “la falta de límites de las familias a la hora de entregar pantallas demasiado pronto”. A esto se suma la accesibilidad inmediata y casi ilimitada que los jóvenes tienen con estas herramientas: “cuasi infinita… salvo que se trate de servicios de pago, donde sí existe cierta limitación”, explica. Este acceso continuo refuerza la necesidad dopamínica y la dependencia diaria.

Estos avatares remplazan y se convierten en un problema serio

Según detalla Mamajón, estos avatares pueden reemplazar figuras de apego reales y convertirse en un problema serio, ya que la inteligencia artificial responde de forma automática y genera un ciclo sin fin en el que las respuestas son vacías, fruto de un aprendizaje mecánico basado únicamente en la experiencia del usuario.

Así se crea, advierte, una “adicción entendida como dependencia emocional hacia la propia inteligencia artificial”. El especialista señala que el abuso de pantallas es difícil de detectar porque se trata de conductas muy normalizadas socialmente.

El uso excesivo de redes sociales se integra en la vida cotidiana de manera silenciosa

El uso excesivo de redes sociales se integra en la vida cotidiana de manera silenciosa

iStock | Fabio Principe

Según Belén González Larrea, el propio sistema social tampoco ayuda: “Al estar basado en el consumo permanente y en la búsqueda constante de la felicidad, se crea una adicción extra en los jóvenes que no saben cómo gestionar esos problemas emocionales”. Como añade, “si se sienten tristes a las 2:00 de la mañana, sin la posibilidad de contactar a un familiar, recurrir a una herramienta como esta hace que sea mucho más sencillo”.

Sin embargo, existen maneras de contrarrestar este uso excesivo tanto de pantallas como de IA. Masip recomienda que “el primer smartphone sea a los 16 años y antes no tengan acceso a redes sociales”. Aunque no siempre es posible, la terapia psicológica se convierte en una herramienta clave para abordar este fenómeno, sobre todo porque “muchos jóvenes no se atreven a pedir ayuda a sus padres, madres, profesores o hermanos mayores”, señala Masip, quien añade que “cuando acceden a terapia, suelen responder muy bien”.

La educación crítica es otro elemento esencial. Belén González Larrea subraya “la importancia de distinguir entre lo real y lo aplicable, promoviendo una valoración crítica de la información recibida para evitar peligros”. También recuerda que la IA “puede ser de gran utilidad, pero como cualquier elemento tecnológico, siempre que se use con criterio”.

Entre las estrategias propuestas, Masip sugiere tres tipos de terapia: individual, familiar y grupal, todas orientadas a que los jóvenes aprendan que “lo humano está por delante”. González Larrea, por su parte, propone crear “espacios fuera de pantalla” que ayuden a los adolescentes a entender que su vida no se limita a los dispositivos.

El papel de los padres, tutores legales y escuelas es fundamental. En el caso de las familias, deben actuar como modelos de conducta, establecer límites claros y promover la desconexión también en ellos mismos para predicar con el ejemplo.

Las escuelas, por su parte, son espacios clave para la educación y la prevención. Estas deberían prohibir el uso de teléfonos móviles en aulas y patios, crear entornos libres de distracciones digitales e implementar programas de concienciación integral, como charlas anuales que informen tanto a estudiantes como a familias sobre los riesgos de la tecnología.

Marc Masip trabaja estas adicciones desde el programa Desconect@, aplicando métodos que van desde limitar el acceso al móvil durante el día para que los jóvenes vean que “no pasa nada”, hasta promover normas globales que regulen el uso de la tecnología. 

El uso excesivo de redes sociales se integra en la vida cotidiana de manera silenciosa

A diferencia de las adicciones a sustancias, donde el deterioro es rápido y más evidente, el uso excesivo de redes sociales y nuevas tecnologías se integra en la vida cotidiana de manera silenciosa, lo que dificulta su identificación.

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En su “Programa Pantalla”, Mamajón observa que los padres suelen ser los primeros en detectar el problema, aunque muchas veces lo hacen movidos por la inseguridad y la incertidumbre sobre cómo afrontarlo. “Muchos no saben ni por dónde empezar para tratarlo con sus propios hijos”, explica.

Durante las sesiones de terapia se trabajan aspectos clave como los estilos de crianza, la comunicación familiar, el acompañamiento a los padres y la aplicación de mecanismos de protección, como el control parental. Mamajón subraya que este proceso requiere tiempo, paciencia y una implicación activa de las familias.

Los padres deben involucrarse directamente en la vida digital de sus hijos

El psiquiatra recomienda que los padres se involucren directamente en la vida digital de sus hijos, interesándose por los contenidos que consumen, preguntándoles qué influencers siguen y aprovechando noticias relacionadas con redes sociales para abrir espacios de diálogo en casa.

Además, considera positivo que los hijos enseñen a los padres algunas habilidades digitales, ya que esto no solo fortalece la comunicación, sino que también ayuda a comprender mejor su mundo y a detectar posibles riesgos antes de que se conviertan en un problema mayor.

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