Llevamos varios años oyendo hablar del deterioro de la salud mental entre los niños y jóvenes. Los datos que recogen los últimos estudios y que maneja la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) son demoledores: en España, más del 60% de los jóvenes dice haber experimentado ansiedad o síntomas depresivos el año pasado; un 55% ha pensado en el suicidio; un 43% de los menores de 24 años tiene problemas para dormir con frecuencia; más de una cuarta parte de los menores de 29 se sienten solos...
Y no es una situación que se viva solo en España. Los informes apuntan a un declive mundial del bienestar entre los jóvenes, y eso está modificando las tendencias previas sobre la evolución de la felicidad en función de la edad.
Si durante décadas se había establecido que “la curva de la felicidad” era una U porque tendía a disminuir desde la infancia hasta alrededor de los 50 años para luego recuperarse en la vejez, los datos más recientes indican que ya no es así. “La joroba de la infelicidad” provocada por el aumento de la preocupación, el estrés y la depresión ya no alcanza su punto máximo en la mediana edad fruto de años de cargas laborales y familiares, sino en la juventud.
Al menos eso es lo que concluye una investigación publicada en la revista científica Plos One que basa su análisis en datos de la encuesta Global Minds de 44 países, incluidos Estados Unidos, Reino Unido y España, referidos al periodo 2020-2025.
Según sus autores, la forma de joroba del malestar se ha pulverizado y ahora se observa una tendencia decreciente de la infelicidad con la edad a nivel internacional.

Comparación de la curva de malestar por edades en Estados Unidos en el periodo 2009-2028 y en el 2019-2024
Los datos de Estados Unidos incluyeron respuestas de más de 10 millones de adultos y del periodo que va de 1993 a 2024. En el caso de Reino Unido, abarcan el periodo entre 2009 y 2023 referidos a 40.000 hogares. Y lo que observan los investigadores es que el malestar entre las personas de 40 y más años no ha variado significativamente, de modo que la desaparición de la “joroba de la infelicidad” parece deberse al deterioro de la salud mental entre los jóvenes.
Y observaron que la evolución es muy similar cuando se analizan los datos de casi dos millones de personas de 44 países incluidos en el estudio de salud mental Global Minds, que abarcan el periodo entre 2020 y 2025.
La relación entre edad y felicidad
Los especialistas en salud mental consultados aseguran que estos resultados son novedosos y cambian la forma de entender la relación entre edad y felicidad que se tenía hasta ahora, con implicaciones respecto a la percepción de la satisfacción con la vida, especialmente entre los jóvenes.
“El hallazgo de que el malestar decrece con la edad, pero comienza alto en la juventud, evidencia que los adolescentes y los jóvenes constituyen hoy un grupo vulnerable en términos de salud mental”, que la suya se ha deteriorado más que la de los adultos mayores, y eso es relevante y preocupante, subraya Maite Garaigordobil, catedrática de Evaluación y Diagnóstico Psicológicos de la Universidad del País Vasco, al valorar el estudio para la plataforma SMC España.
El estudio se basa en encuestas, de modo que recoge información subjetiva sobre el malestar percibido por cada uno y no permite establecer las causas de los cambios que se detectan en la curva de la felicidad. No obstante, los autores sugieren varias posibilidades, como el impacto que la Gran Recesión o crisis de 2008 ha tenido en las perspectivas laborales de los jóvenes, su limitado poder económico y de acceso a la vivienda, la falta de recursos en los servicios de salud mental, los desafíos planteados por la pandemia de la covid o el impacto del uso generalizado de las redes sociales, que polarizan las percepciones sociales y globalizan el malestar.
Han recibido una educación muy sobreprotectora y han desarrollado una baja tolerancia a la frustración
El jefe de Psiquiatría y Psicología del hospital Clínic de Barcelona e investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam), Eduard Vieta, admite (en declaraciones a SMC España) que todos esos factores influyen, “pero creo que falta mencionar también, de forma más global, el contraste entre las expectativas y la realidad; las generaciones jóvenes de la mayor parte de los países incluidos en el trabajo han recibido una educación muy sobreprotectora y han desarrollado una baja tolerancia a la frustración, un aspecto que también es relevante para explicar su malestar emocional”.
Garaigordobil considera que hace falta más investigación para explorar a fondo las causas de este aumento de la infelicidad y los problemas de salud mental entre los jóvenes y así poder diseñar intervenciones basadas en la evidencia. Pero, entretanto, urge a priorizar la salud mental juvenil como un problema estructural, no coyuntural, y a diseñar políticas públicas en los ámbitos educativos, sanitario, laboral y familiar que apoyen a las nuevas generaciones.
Porque, remarca la especialista en psicología clínica, el malestar de los jóvenes supone un riesgo no solo para su rendimiento académico, sino también para el mercado laboral en términos de productividad en el trabajo y de cohesión social.