Esta es la 48a entrega de ‘Después de los 60’, la sección de testimonios sénior donde recogemos experiencias vitales en esta etapa de la vida. Nos puedes hacer llegar tu historia a [email protected].
Carme Ripoll nació en una época en la que, como ella misma recuerda, “las mujeres no valían para nada, estaban para hacer feliz al marido y cuidar de los hijos”. Pero pese a esa educación restrictiva, esta catalana siempre tuvo una actitud inquieta, y a los 14 años decidió dejar los estudios convencionales para ponerse a trabajar. “El trabajo era la libertad, o eso pensaba, pero al cabo de dos meses me di cuenta de que no, de que era una esclavitud”. Fue entonces cuando, en secreto, retomó el bachillerato por su cuenta. Y sin saberlo, aquella decisión marcó el inicio de una trayectoria autodidacta y perseverante que la llevaron a consolidarse como escritora pasada la sesentena.
Y es que, pese a su amor por la lectura desde niña y haber escrito siempre, Carme no se había atrevido a profesionalizarse hasta la jubilación. De hecho, fue un comentario de su nieto lo que la impulsó a apuntarse a un curso de escritura en el Ateneu Barcelonès. “Me dijo: ‘Abuela, ahora que aprendo a leer podré leer todas esas historias que me cuentas’. Fue el empujón que me faltaba para apuntarme al Ateneu”, explica.
Así, fue a los 69 años cuando envió su primera novela —Jura’m que no ho diràs a ningú— a una editorial, y solo en una semana le confirmaron que querían publicarla. Dos años después, su suerte siguió el mismo patrón y salió Temps de confitures. “Cuando comienzas a publicar tan tarde es muy difícil alcanzar el reconocimiento que podrías haber tenido con más tiempo, pero lo tengo asumido y no me importa; lo que me hace feliz es escribir”. Desde entonces, ha escrito otras dos novelas, algo de narrativa juvenil y varias publicaciones breves.
Pero su idilio con la escritura no quedó aquí: tras consolidarse como escritora, fundó la escuela de escritura, el Obrador d’Històries, y cinco años después fundó su propia editorial, de nombre Obrador Editorial. “Una chica del barrio vino a proponernos publicar cuentos infantiles, y yo me animé enseguida, me animo rápido con todo”. Pero aunque el proyecto inicial no cuajó, en parte porque a Carme le daba miedo no tener tiempo para escribir, retomó la idea gracias al impulso de su hijo pequeño y un amigo suyo que invirtió en el proyecto.
Cuando comienzas a publicar tarde es muy difícil alcanzar el reconocimiento que podrías haber tenido con más tiempo, pero no me importa
En 2018 se constituyó la editorial, aunque su verdadera actividad empezó en 2019 y entonces llegó la pandemia. “Fue una miseria, no vendimos casi nada, y el principal inversor tuvo que abandonar por problemas económicos”. Los otros socios también se fueron por motivos personales, y Carme quedó al frente con el apoyo moral de su familia y una secretaria voluntaria. “Nunca he dado un paso atrás en mi vida, no iba a hacerlo entonces”.
Desde entonces, ha mantenido viva la editorial, centrada en narrativa de ficción, pero también con proyección en narrativa infantil y juvenil. No en vano han recibido algunas nominaciones nacionales e internacionales. “Eso ya es mucho para una editorial pequeña como la nuestra, pero necesitamos visibilidad”.
Una chica del barrio vino a proponernos publicar cuentos infantiles, y yo me animé enseguida, me animo rápido con todo
Aunque la edad no ha sido un impedimento, sí reconoce que escribir y editar al mismo tiempo no es fácil. “No tengo tiempo para escribir, y eso me duele, pero sigo aprendiendo cada día; siempre intento verle un lado bueno a las cosas, aunque a veces me cueste”, dice Carme, que siempre ha intentado traspasar los muros, y es que se acabó graduando en Ciencias de la Educación a los 40 años.
También cuenta que su vida familiar fue igual de intensa. Tuvo tres hijos, todos nacidos en París, y toda la familia recorrió medio mundo debido al trabajo de su marido. “Vivimos en muchos países, los niños cambiaron 14 veces de colegio; era duro, pero para nosotros lo más importante era estar los cinco juntos”. Pero a pesar de las mudanzas, considera que su mayor logro ha sido la unidad familiar: “Los tres hijos han acabado siendo médicos, no sabemos por qué, fue casualidad, y ahora tengo ocho nietos que entre los primos se consideran una cuadrilla”.
Historias séniors
‘Después de los 60’
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Ahora, con casi 80 años, la vida activa de Carme hace que duerma poco. “Duermo unas cinco horas por la noche y una pequeña siesta, soy muy productiva y aprovecho muchísimo el tiempo”. Tanto la editorial como la escuela siguen en marcha, y aunque reconoce que no sabe cuántos años más podrá sostenerlas, mantiene viva la esperanza, y quizás todo quede en familia. Una de sus nietas, estudiante de Filología Hispánica, ya le ha expresado su interés en tomar el relevo. “Sería precioso, no sé si aguantaré tanto, pero al menos podría enseñarle; yo aprendo cada día algo nuevo y es lo que me gusta”.
Sería precioso que mi nieta cogiera el relevo, aunque no sé si aguantaré tanto
También dice que le sabría mal morirse, porque se lo pasa muy bien viviendo, pero también por defecto profesional. “Me sabría mal morirme y dejar colgados a todos los autores que han confiado en nosotros”. Y por eso trabaja insistentemente para asegurar el futuro del proyecto.