Esta es la 51a entrega de ‘Después de los 60’, la sección de testimonios sénior donde recogemos experiencias vitales en esta etapa de la vida. Nos puedes hacer llegar tu historia a [email protected].
No hay que tener miedo al cambio. Es una de las máximas que la sociedad nos invita a tener presentes para no sufrir en las metamorfosis vitales. De esas que, por firme que sea la consigna, acostumbran a ir hermanadas con una inevitable sensación de vértigo. Porque nunca es fácil dejarlo todo atrás y animarse a comenzar una etapa radicalmente distinta. A escribir el relato desde otro prisma, con el bagaje de lo vivido, a la par que la ilusión por descubrir todo lo que ofrece otro lugar. Y de cambiar de un lugar a otro con la voluntad de evolucionar, entiende, y mucho, Philippe Pinel.
Natural de Francia, nació en París en el año 1964, aunque pronto sus padres se mudaron a otra zona: “Nos fuimos al sur, a la región de Toulouse, y yo me quedé hasta el año 88”. De allí se marchó por amor, tras quedar prendado de la que sería su primera mujer, a la que conoció un verano en el municipio catalán de L’Escala. “Como muchos franceses que se iban de vacaciones a la Costa Brava, pues yo también”, recuerda. Esa fue la génesis de su primer ‘salto al vacío’, al lado de una pareja que en realidad era de Olot. Hasta allí se mudó para estar a su lado. Sin siquiera saber español.
“El primer idioma que aprendí de forma autodidacta fue el catalán, quizás porque es más cercano al francés. Durante mucho tiempo no hablaba español, pero lógicamente fui aprendiendo castellano”, relata. El caso es que las cosas, en ese ejercicio que es no temer a los giros de guion, se fueron poniendo en su sitio: “Empecé a trabajar poniendo cafés en un bar, después pasé a una empresa cárnica”. Y entre tanto, otro gran viaje. El de la paternidad.
Philippe fue padre en Olot de la primera de sus hijas, que hoy todavía reside en allí. Él, en cambio, está mucho más lejos, pero para comprender el presente es preciso revisar el pasado al completo. Y es que antes de instalarse en Brasil, donde vive actualmente, pasó por otros destinos. “Me separé en el 98 y me fui a vivir a La Rioja por trabajo. De nuevo un cambio de vida, con sus cosas malas, pero no tan drástico”, hace memoria sobre esa decisión, recalcando que se marchó solo, puesto que “todo el mundo se quedó en Olot”.
Llegué a Cataluña sin saber catalán ni español y aprendí el idioma de manera autodidacta
En La Rioja se mantuvo por otra larga temporada que rememora con mucho cariño: “Estuve casado [con su segunda esposa] durante 20 años y tuve otra hija. Y en la parte profesional, la empresa con la que trabajaba me permitió viajar mucho por el mundo, ya que tenía una visión de negocio muy volcada con la exportación a lugares como Estados Unidos e incluso algunas filiales en Chile y Colombia”. Más aventuras, evidenciando ese ímpetu al afrontar retos, con independencia de la ubicación y su propia edad, y que a su juicio es reflejo de “una tónica en mi vida”.

Philippe Pinel dejó España y se fue a vivir Brasil en septiembre de 2022,
“He vivido siempre el cambio, forma parte de mí”, sentencia Pinel con retrospectiva. De ahí que, cuando se separó de su segunda mujer volviese a cambiar. Esta vez se fue a Barcelona, donde permaneció durante cerca de dos años, y con la inquietud “de hacer cosas un poco diferentes” a la vez que seguía viajando. Eso sí, pese a la dicha que le traían los desafíos, la mayor parte del tiempo ha lidiado con algo que no trae tanta felicidad: la distancia con los seres queridos. “Es la parte más complicada. He dejado mucho con mis hijas y mi nieto, pero saben como soy y eso lo facilita mucho. Tenemos una relación muy transparente y se alegran de que su padre esté bien. Siempre intento cuidarlos desde la distancia”, explica.
Precisamente porque las personas de su entorno lo conocen tan bien no se extrañaron al saber que, cuando estaba a punto de cumplir los 60, daría un nuevo ‘volantazo’. Otro giro de 180 grados que nos lleva hasta el septiembre de 2022, cuando tomó la determinación de cruzar el charco y fijar su residencia en la ciudad brasileña de Campinas, en el estado de São Paulo, donde ahora está afincado. “Nadie me intentó frenar. Ni amigos, ni familiares. Saben que me gustan los retos, conocer nuevas culturas y personas”, refiere. Pero, ¿fue tan sencillo dar el paso? Lo fue, pero con matices.
Historias séniors
‘Después de los 60’
En La Vanguardia queremos recoger tu historia sénior. ¿Has cambiado de vida a los 60 y tantos? ¿Has llevado a cabo un hito personal que te ha sacudido? ¿Has cambiado de pareja, de ciudad, de profesión o de manera de vivir? ¿Has llevado a cabo un viaje transformador o un reto personal? Nos puedes hacer llegar tu experiencia a [email protected].
“Con 50 y pocos llegué a pensar que la época profesional ya estaba cumplida. Le pasa a mucha gente, y cuesta mucho hacer cambios a partir de cierta edad, pero cuando lo medité no tuve ninguna duda. Era la oportunidad de fundirme en una cultura muy diferente a lo que conocemos en Europa, y eso supone un gran cambio de mentalidad”, hace balance sobre los motivos que le han llevado hasta el lugar al que ahora llama hogar. Pues por mucho que “en la última etapa en España planificaba mucho”, se enorgullece de haber tomado conciencia de que “no tengo que planificar, hay que dejar que las cosas lleguen como vienen y aceptarlas”.

Pinel explica que su vida actual al otro lado del charco es “muy diferente”.
Cuenta Philippe en el año que ha cumplido los 61 que su vida actual en Brasil es “intensa”. “El país es muy distinto. Hay una forma de ver las cosas en el día a día muy diferente”, pero no incompatible con su incansable deseo de seguir transitando por los estímulos. “Yo sé que hay personas a las que les cuesta mucho hacer cambios, pero es lo que te permite mantenerte vivo y mentalmente despierto. Desde mi pequeña experiencia de vida, siempre hay beneficios y vale la pena”, argumenta apelando a aquellas personas de su misma edad que no se atreverían a seguir sus pasos.
Hacer cambios es lo que te permite mantenerte vivo y mentalmente despierto
Lo hace con una máxima casi tan importante –o más– que la de que no hay que tener miedo al cambio. La de que “la edad nunca tiene que ser un freno para nada”, pues Pinel se aferra a eso que “algunos dicen que los 60 son los 40 de antes”. Cuestión de ser capaz de cambiar la perspectiva y no asumir mandatos impuestos si van en contra de lo que a uno le apetece. Sin ojear la fecha de nacimiento en el DNI para tomar decisiones. Solo con la mirada puesta en el crecimiento personal, con esa vitalidad inmarchitable.