Esta es la 53a entrega de ‘Después de los 60’, la sección de testimonios sénior donde recogemos experiencias vitales en esta etapa de la vida. Nos puedes hacer llegar tu historia a [email protected].
“Hay que hacer cosas, las que sean, pero cosas”, dice con entusiasmo Carmen Fernández. A sus 66 años sabe de buena tinta de lo que habla, porque no son pocas las que ha hecho, y eso que en un momento dado pudo parecer que su futuro estaba definido. Cuando estaba establecida en un trabajo como ejecutiva, España se vio azotada por la dura crisis del 2008. Esa debacle, imposible de tapar, la salpicó. “Me tuve que reinventar, y a los 52, después de dejar mi empresa por la crisis, junto con mi marido, que también se quedó en paro, decidí montar una floristería”.
Por grandiosa que pudiera ser la ilusión de enfrentarse a un reto como el de poner en marcha una empresa, el escenario no acompañaba. “Fue bastante impactante”, reconoce, aunque tuvo claro desde primera hora que el negocio que iba a iniciar debía estar centrado en la jardinería. “Mi marido entiende, siempre le ha gustado mucho. Yo pensaba que no se iba a volver a colocar [en un puesto de trabajo], y como no quería que entrase en una depresión pensé: ‘¿Qué le gusta?’”, relata sobre los motivos que la llevaron a tomar la decisión que transformaría la vida de ambos. “Él lo pasó muy bien”, dice. La estrategia funcionó.
Estuvieron diez años al frente de la tienda, hasta 2019, y durante aquel periodo se vio obligada a combinar su faceta de empresaria con otro empleo. “La floristería no daba suficiente dinero porque estamos hablando de una época de crisis bastante importante, y lo compaginé con buscar trabajo de contable, porque de ejecutiva ya sabía que iba a ser difícil encontrar de nuevo”, refiere con relación a una etapa en la que apenas tenía tiempo libre. Pero, ¿por qué veía tan complejo recuperar una posición en el sector al que tantos años se dedicó?
“La edad se mira mucho, sobre todo en las mujeres. Yo ya pasaba los 50, así que decidí ir a lo básico”, argumenta. Practicidad que en ningún caso le quitó las ganas de ir hacia adelante. Ni la hostilidad del mercado laboral, ni la inestable situación financiera en la que se encontraba nuestro país mermaron sus intenciones de impulsar sus propios proyectos. Ese listado de sueños por cumplir entre el que, en el momento preciso, entró en juego una de sus pasiones de siempre: la escritura. “Siempre he estado escribiendo, pero cosas muy pequeñas. He leído muchísimo en mi familia, e incluso mi padre escribía para un periódico de su trabajo”, recuerda.
Sabía que iba a ser difícil encontrar de nuevo trabajo como ejecutiva, porque la edad se mira mucho, sobre todo en las mujeres
He ahí la génesis de lo que, en el medio de un pretexto que la mayoría interpretaría aciago, derivó en la materialización definitiva de una primera obra firmada por ella. “Cuando estaba trabajando, a mediodía, teníamos una hora y media para comer. Yo la empleaba en escribir mi novela, que era un poco autobiográfica combinada con estilo policíaco”, explica sobre cómo encontró la manera de compartimentar sus días para lograr dar forma a sus ideas. Esas que tanto tiempo llevaba almacenando, y que finalmente logró publicar “a base de crowdfunding, con una editorial que se dedicaba a eso”.

“Publiqué mi primera novela a base de 'crowdfunding'”, recuerda Carmen.
“Me lo pasé muy bien”, señala al rememorar el proceso. Tan bien que eso solo fue “el pistoletazo de salida”, y tan pronto como pudo se puso a escribir un segundo libro. Fue entonces cuando entró en juego su hermana: “Decidí decírselo a ella, que es bastante más joven, pero tiene las mismas aficiones. Le entusiasmó la idea”. Así comenzaría un trabajo en equipo que se mantiene hasta el día de hoy, en una perfecta dupla en la que plantea las ideas y es su hermana quien “va añadiendo personajes, arreglando cosas, discutiendo la trama”. “Nos encanta, para nosotras es una actividad entretenida y muy bonita”, expresa con cariño, como punto de partida para continuar produciendo sus historias. “Vamos por la séptima”.
Y de escribir, a leer. Apostó por formar también su propio club de lectura con otras mujeres de la zona donde reside, en una iniciativa que describe como algo “encantador”, y donde se genera un espacio en el que “cada una es muy libre de comentar sobre el libro”. Y no es esto lo único que tiene entre manos, no desaparece la inquietud de Carmen por formarse en terrenos que desconoce.
Historias séniors
‘Después de los 60’
En La Vanguardia queremos recoger tu historia sénior. ¿Has cambiado de vida a los 60 y tantos? ¿Has llevado a cabo un hito personal que te ha sacudido? ¿Has cambiado de pareja, de ciudad, de profesión o de manera de vivir? ¿Has llevado a cabo un viaje transformador o un reto personal? Nos puedes hacer llegar tu experiencia a [email protected].
Cuando estaba trabajando, teníamos una hora y media para comer, y yo la empleaba para escribir mi primera novela
“Estoy estudiando un curso de narrativa que me está sirviendo para aprender muchísimo, y eso también es importante, y estoy mirando para hacer otro curso a distancia de historia, porque aprender llena el alma”, manifiesta. Otra muestra de esa voluntad por abrirse a nuevas etapas, con independencia de la edad, que en su caso atribuye a “mi espíritu emprendedor, que es una forma de ver la vida”. Ahora bien, todo lo anterior bebe de la forma que tiene de entender su presente, y es que lleva por bandera que “la vida no se acaba a los 65, y lo que se abren son nuevas puertas para hacer cosas nuevas”.
Una filosofía que invita a adoptar a su generación, a quienes sientan que no es tarde para seguir avanzando: “Que se planteen lo que les gusta y trabajen en ello. Ahora que tenemos tiempo libre, es momento de emplearlo en cosas que a uno le apetecen”. Ni siquiera es necesario irse al extremo de viajar por el mundo, que no siempre está al alcance de todos los bolsillos. “Hay cursos gratuitos, con gente de todas las edades, y además se socializa, que con la edad es importantísimo seguir teniendo en la vida”, resuelve, apelando a esa variedad de individuos que no percibe negativa. Para ella, “es genial escuchar todo tipo de opiniones y estar abierto a la vida, que ha cambiado tanto”. “No hay que anquilosarse ni tener lo antiguo como bueno, porque lo bueno es lo que pasa en el momento”. Esa es su máxima. La de poner lo bueno por delante. Y lo bueno, para Carmen, no tiene en realidad tanto misterio. “Lo bueno es la vida”.