La soledad golpea fuerte en Navidad: “Si es sostenida puede afectar al cuerpo, tanto como fumar quince cigarrillos al día”

Día Internacional contra la Soledad No Deseada

Unas expectativas sociales elevadas sobre las fechas señaladas y la percepción de que “todos celebran” a nuestro alrededor empeora la sensación de soledad

La soledad tiene un gran impacto en el orgasnismo, a nivel físico

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Las navidades pueden ser un momento de alegría y reencuentro con las personas queridas, pero también dejan ver las carencias que, quizás, el resto del año se van sorteando. Y es que, como recoge el Barómetro de la soledad no deseada, realizado por la Fundación ONCE dentro del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada (SoledadES), la Navidad es la época que más intensifica la soledad, especialmente en quienes ya la sufren y no tienen cerca familiares o amigos cercanos. 

Los datos muestran que una de cada cinco personas se siente sola a lo largo del año, y esta sensación es especialmente fuerte entre los mayores de 65 años, sobre todo quienes viven en grandes ciudades. La Navidad tiene más capacidad de amplificar la soledad, incluso entre quienes no se consideran personas solas.

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Cuenta Ana Belén Santos-Olmo, doctora en Psicología y coordinadora del Máster Psicología del Envejecimiento, Bienestar y Calidad de Vida de la Universidad Complutense de Madrid, que “la Navidad es un momento que tiene un fuerte componente social, de reunión y de celebración familiar”, por eso, puede incrementarse el sentimiento de soledad no deseada, bien ante la ausencia de personas con las que compartir o reunirse, o bien ante la pérdida de personas con las que solías compartir estas fechas en el pasado. 

Recuerda también que “la soledad es un sentimiento subjetivo”, por tanto, dependerá de lo que la persona perciba o de la expectativa que tenga respecto a estas fechas. No obstante, a pesar de que existen estos momentos puntuales del año donde el sentimiento de soledad no deseada puede aumentar, la experta considera que es muy importante entender que la soledad sostenida tiene relevantes consecuencias para la salud física y mental: aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, altera el sueño y la energía, y debilita el sistema inmunológico; también incrementa la depresión y la ansiedad, convirtiéndose en un problema crónico que deteriora de manera acumulativa la calidad de vida.

La Navidad es un momento que tiene un fuerte componente social, de reunión y de celebración familiar y por eso puede incrementarse el sentimiento de soledad no deseada

Editorial TeamDoctora en Psicología y coordinadora del Máster Psicología del Envejecimiento, Bienestar y Calidad de Vida de la Universidad Complutense de Madrid

Lo señala también Paola Ríos Germán, médico especialista en Geriatría y máster en Cuidados Paliativos: “Estar solos nos enferma”. Para explicarlo pone de ejemplo los estudios del doctor Stewart Wolf, que entre los años 50 y 70 investigó las relaciones en una comunidad de inmigrantes italianos en Roseto, Pensilvania. 

Allí descubrió algo sorprendente: a pesar de fumar, comer con abundancia y no hacer ejercicio estructurado, tenían menos infartos y menos enfermedades cardiovasculares que los pueblos vecinos. “La protección no venía de la dieta ni de la genética, sino de cómo vivían: sobremesas largas, calles llenas de amistad y una convivencia intergeneracional muy sólida”, sostiene Ríos Germán. Cuando las generaciones jóvenes de rosetanos adoptaron un estilo más individualista, dice que ese efecto protector desapareció. Esta investigación, según la experta, pone en evidencia que los vínculos cotidianos son un determinante de salud: “Cuando falta la pertenencia o el rol social, aparece la soledad sostenida, que puede afectar al cuerpo tanto como fumar quince cigarrillos al día. Aumenta el riesgo de enfermedad, altera el ánimo, el sueño y la energía, y actúa como un problema crónico que se acumula semana a semana”.

Cuando falta la pertenencia o el rol social, aparece la soledad sostenida, que puede afectar al cuerpo tanto como fumar quince cigarrillos al día

Editorial TeamMédico especialista en Geriatría y máster en Cuidados Paliativos
Marian, una de las voluntarias del programa de acompañamiento a mayores en domicilio, con Eulalia, que tiene 100 años y vive sola.

Marian, una de las voluntarias del programa de acompañamiento a mayores en domicilio, con Eulalia, que tiene 100 años y vive sola. 

Cedida

La idea que sostiene es que, si bien la soledad en navidades se ve incrementada, y con ella todos los efectos negativos que apuntan los expertos, es importante acabar con la soledad no deseada a lo largo de todo el año. Para ello, existen fórmulas que pueden ayudar a combatirla. “Las personas necesitamos estructura, previsión y un rol claro dentro de un grupo”, dice Paola Ríos Germán, por lo que actividades regulares cree que son más efectivas que un único encuentro navideño. Reunirse con un grupo pequeño y estable una vez por semana permite generar conversación real, participación y un sentimiento de pertenencia real: “La pertenencia no se construye en un día; necesita repetición”.

En la misma línea, Santos-Olmo, doctora en Psicología y coordinadora del Máster en Psicología del Envejecimiento de la UCM, destaca el potencial de los programas intergeneracionales que fomentan vínculos auténticos: “Son más efectivos aquellos espacios donde no solo conoces gente, sino donde se crean conexiones emocionales y de apoyo, y donde todos —mayores o jóvenes— aportan y reciben, reforzando el sentimiento de utilidad y la autoestima”.

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Estamos más conectados que nunca, pero también más solos. ¿Qué papel juegan recursos como videollamadas, foros o redes sociales? ¿Sirve para reducir la soledad en personas mayores durante las fiestas? Responde la psicóloga Ana Belén Santos-Olmo que, aunque la tecnología puede reducir la soledad en personas mayores, no lo hace por sí sola. “Sentirse conectado es importante, y si estas tecnologías consiguen potenciar o aumentar la frecuencia de contactos o te ayudan a mantener la relación con familiares o amigos con los que es complicado verse de otra manera, pueden ayudar”. 

No obstante, añade que “es importante que el contacto virtual no sustituya el contacto personal”. Es decir, la sensación de soledad no va a mejorar si lo que se percibe es que los familiares o amigos hacen una videollamada o ponen un mensaje de texto, pero esto sustituye a la presencia porque ya ha habido contacto a través de la pantalla. También va a depender de la calidad de la comunicación: “No es lo mismo que la interacción online sea significativa que si es solo formal o es porque toca”. También lo considera así Paola Ríos Germán: “La tecnología puede mitigar la distancia, pero no crear pertenencia por sí sola. Puede calentar el ambiente, pero no reemplaza el calor humano”.

La tecnología puede mitigar la distancia, pero no crear pertenencia por sí sola. Puede calentar el ambiente, pero no reemplaza el calor humano

Editorial TeamMédico especialista en Geriatría y máster en Cuidados Paliativos

Organizaciones de voluntarios como Nadiesolo, que desde varias décadas se dedican a acompañar a personas mayores que sufren soledad no deseada, tanto en sus domicilios como en residencias, tratan de ofrecer esa presencia y ese contacto.

Violeta Jaraquemada, portavoz de la entidad, explica que en estas fechas refuerzan sus programas habituales de acompañamiento para que ninguna de las personas a las que apoyan pase las fiestas completamente sola. Los voluntarios visitan y llaman a mayores, pacientes, personas con discapacidad intelectual o en situación de sinhogarismo, y además organizan pequeñas celebraciones adaptadas a cada realidad para ofrecer “presencia, escucha y un vínculo cálido”.

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La detección de necesidades les suele llegar a través de servicios sociales, centros de salud o familiares, pero también de quienes se atreven a pedir ayuda directamente, casos que se valoran de manera individual para ajustar el tipo de apoyo. El impacto es profundo: “Un simple rato de conversación puede transformar una experiencia de aislamiento en un momento de calidez”, afirma Jaraquemada, quien recuerda que la experiencia también es enriquecedora para los voluntarios. El gran reto admite, es superar barreras emocionales, —el pudor de pedir ayuda o la dificultad de mantener un compromiso estable—, pero cuando voluntarios y mayores se encuentran, ambos descubren “la enorme fuerza que tiene la compañía”.

¿Qué decirle a quiénes sufren ese pudor? Ana Belén Santos-Olmo lo tiene claro: “Lo primero que le diría es que es comprensible que se sienta así y que no hay nada malo o vergonzoso en tener y expresar estos sentimientos de soledad, no son una carga ni una molestia para quienes les escuchan”. Santos-Olmo anima a adoptar un papel activo, en la medida de las posibilidades de cada persona, bien tomando la iniciativa y llamando a sus familiares o amigos, compartiendo cómo se siente; buscando información sobre recursos de acompañamiento en su zona; o pidiendo ayuda a alguien de confianza o algún profesional para poder dar este primer paso. “No hay que esperar a estar solo en Navidad, sino crear rutinas recurrentes de encuentro”, concluye.

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