Si somos tan listos como presumimos, ¿por qué nos dejamos manipular por las falsas noticias y las teorías conspirativas? ¿Por qué cada vez hay más insensatos, entendiendo por tal a quienes han perdido el seso y son incapaces de aprender de los errores? Tras años investigando, el filósofo y pedagogo José Antonio Marina acaba de publicar su vacuna para fortalecer el pensamiento critico y entender por qué al cerebro le gusta tanto ver videos de gatitos.
Si se trata de empezar por el final, Marina no cree que seamos víctimas de una especie de club Bilderberg de la tecnología, sino que recomienda seguir la pista del dinero. Tal vez por ello, su nuevo libro se cierra con un epílogo titulado ¿Seré un conspiranoico? “No lo creo”, responde. “Al hablar del debilitamiento del sujeto, de los embates contra su capacidad crítica y de la comparación de una parte importante de la sociedad actual con una gigantesca caja de Skinner me estoy refiriendo a una convergencia de intereses diversos, no a un plan urdido en la sombra”, aclara. A juicio de este pedagogo, hay que inmunizarse contra los patógenos mentales que nos entretienen las 24 horas del día.
No hay inteligencia sin memoria. Sin memoria y sin conocimientos, siempre estaremos en manos de manipuladores experimentados

José Antonio Marina, filósofo y pedagogo
¿Qué le ha llevado a escribir La vacuna contra la insensatez?
El no saber responder, tras estudiar años la inteligencia, una pregunta muy elemental: si somos tan inteligentes, ¿por qué hacemos y decimos tantas estupideces? Una de las razones es que nuestra inteligencia no responde a un diseño perfecto, sino que es producto de un proceso evolutivo a salto de mata donde hemos ido amontonando tecnologías neuronales ancestrales con otras muy nuevas.
“Nuestros alumnos –escribe– han llegado a la conclusión de que no vale la pena aprender lo que se puede encontrar en internet”. ¿Qué recomienda?
Un virus mental está recorriendo las universidades propagando que no tenemos ninguna posibilidad de alcanzar la verdad o de consensuar valores universales. Hemos llegado a un punto tal de relativismo que todos los gatos son pardos, así que da lo mismo que sean unos u otros. Los alumnos han concluido que no vale la pena aprender lo que se puede encontrar en internet, víctimas de un complot estúpido en contra de la memoria. La memoria es el eje de la inteligencia, no hay inteligencia sin memoria. Sin memoria y sin conocimientos, siempre estaremos en manos de manipuladores experimentados. Pero, claro, si todas las opiniones son respetables y no hay ninguna opinión más respetable que la otra, pues entonces ya no hace falta luchar en favor de la justicia social, ni de la ética ni de nada. El pensamiento crítico es la súper-vacuna para inmunizarse contra este virus.
Usted que ha sido monje antes que fraile, gato escaldado y ha visto al rey desnudo, ¿cree realmente que existe una vacuna contra la pereza?
A mis alumnos más jovencitos de la escuela primaria, que es donde hay que empezar a desarrollar el pensamiento crítico, les enseño a hacer una pregunta: “Mira, cuando alguien afirme algo muy tajante, solamente tienes que hacerle una pregunta: ¿Y tú cómo lo sabes?”.
Mucha gente piensa que las verdades científicas no son más que las opiniones de los científicos. Y que otras opiniones tienen el mismo valor
En la actualidad es fácil escuchar: “No sé nada sobre este tema, pero voy a hablar igualmente” ¿Qué actitud recomienda adoptar ante quienes sostienen que la tierra es plana y cosas parecidas?
Creo que estamos confundiendo el derecho a la libertad de expresión, que protege a las personas, con los contenidos que expresamos, que tienen que regirse por criterios de evaluación. ¿Qué actitud recomiendo tomar ante estas personas? Por desgracia, intentar refutar estas opiniones solamente sirve para que se atrincheren todavía más en lo que piensan.
O sea, que mejor ignorarles…
Creo que no nos hemos tomado lo suficientemente en serio explicar por qué las verdades científicas son de fiar. Mucha gente piensa que las verdades científicas no son más que las opiniones de los científicos. Y que las opiniones de quienes no saben absolutamente nada sobre un tema tienen exactamente el mismo valor. Por eso, hay que explicar bien qué debe tener la opinión de un científico para que sea de fiar. Y eso pasa por esclarecer ya desde la escuela que en la ciencia existen procesos de verificación y de corroboración, y que es así como va consolidándose el conocimiento humano.
¿Qué opina de las redes sociales?
Las redes sociales, que a quienes estábamos allí desde el principio nos parecieron que podían convertirse en un triunfo más de la inteligencia, han sido nefastas para el pensamiento crítico. Los mensajes cortos sirven para un eslogan, para un insulto o para un meme, pero no desarrollar un argumento. Cada vez más, vivimos en una democracia crédula que está expulsando de la conversación pública a los argumentos. Como decía Popper, es importante que combatan nuestros argumentos para que no tengan que combatir las personas. La polarización es el triunfo del no argumento.
¿Cómo se aplica a sí mismo la vacuna contra la insensatez para no acabar viendo vídeos de gatos?
Desde hace muchísimos años, sigo un consejo que doy a todo el mundo: hay que tener muchísimos proyectos, lo que evita pasarse el día viendo vídeos de este tipo. El atractivo que tienen los vídeos de gatitos, por así decirlo, es el mismo que tienen las cosas del frigorífico: cuando estás aburrido acudes a la nevera.
Secuestrar la atención es el gran objetivo de las empresas tecnológicas, ya que si consiguen atraernos, se hacen también con nuestra libertad
Una de las consecuencias de todo lo que explica en La vacuna contra la insensatez es el triunfo de la ultraderecha mundial. Explica en el prólogo que Trump no es un nazi (“eso son críticas simplificadoras y perezosas”, escribe), sino alguien que ha puesto en practica la “teoría del loco” que inventó Richard Nixon. ¿En qué consiste?
La teoría del loco señala que hay que tomarse muy en serio a una persona que está loca, porque a lo mejor le da poner en práctica todo lo que dice. Cuando Putin dice: “a ver si al final vamos a la III Guerra Mundial, porque tengo muchas bombas nucleares”, nos lo tomamos en serio. Si lo dijera alguien racional, seguramente no le haríamos caso, porque ello significaría la destrucción del planeta, pero si lo dice Putin o Trump, mucho cuidado, por si acaso. La teoría del loco es fingir estar loco para que los demás se acaben creyendo cualquier amenaza disparatada.
Ensalza a caricaturistas como Forges y El Roto como dos de los grandes pensadores de nuestro tiempo. ¿Cuál es su mérito?
Seguramente tener perspicacia para saber condensar un argumento en una imagen y una frase. Las diferencia entre ambos es que Forges era optimista, mientras El Roto es pesimista. Me viene a la cabeza un mensaje que ponía Forges en un rinconcito de su viñeta: “No te olvides de Haití”, es decir, no te olvides de quienes están sufriendo.
Explica que las nuevas tecnologías digitales no pretenden como en la anterior revolución industrial, dominar la naturaleza, sino dominar la naturaleza humana. ¿Cómo lo están consiguiendo?
Aplicando estrictamente las teorías del psicólogo Burrhus F. Skinner. La idea es que cualquiera puede dominar el sistema de recompensas que determina la conducta de una persona, si previamente consigue eliminar su sentido crítico.
Skinner, el santo patrón de internet
En casi todos los rankings de los psicólogos más influyentes del siglo XX figura Burrhus F. Skinner en primer lugar, por delante de Sigmund Freud y Jean Piaget, segundo y tercero en el podio. Hablamos del psicólogo que entendió antes que nadie que el comportamiento humano puede dirigirse con premios y castigos. Skinner pensaba que, utilizando este método, podía acabar con los problemas sociales. Para comprobar sus teorías, diseñó la famosa “caja de Skinner”, un dispositivo para premiar a los animales con los que experimentaba. Hubo palomas que acabaron jugando a baloncesto, por ejemplo. “Pues bien, la organización de nuestro mundo se parece mucho a una caja de Skinner”, apunta Marina. “Nadie nos ha obligado a estar pendientes del móvil cuatro horas al día o más. La gente lo hace porque es una fuente inagotable de pequeñas o grandes satisfacciones. El poder recibir un premio cada vez que se aprieta un botón da la impresión de libertad placentera”, recuerda Marina. En la práctica, casi todos sabemos que la tecnología digital manipula la conducta, pero no parece importarnos. En realidad, lo que nos aterroriza es tener que salir de la caja de Skinner y dejar de estar entretenidos por internet y la IA, como les sucedía a las palomas que preferían jugar al baloncesto dentro de una caja que abandonar la jaula y echar a volar a no se sabe dónde.
¿Por qué cree que es tan difícil hacer un buen uso de una tecnología tan magnífica como internet?
Porque la industria lo que necesita es vender, para lo cual precisa un marketing lo más adictivo posible... El problema de las nuevas tecnologías es que han adquirido el formato negocio, por lo que ya de entrada están absolutamente pervertidas. Como vivimos en una economía de la atención, hay que captarla como sea, pues esa va a ser la puerta por la que entre mi negocio. Secuestrar la atención es el gran objetivo de estas empresas, ya que si consiguen atraernos, se hacen también con nuestra libertad.
Después de todo lo que ha descubierto, ¿por dónde cree que pasa la vida buena?
La ciencia puede dar soluciones hasta un determinado lugar o nivel pero, a partir de ahí, no tiene nada que decir. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, la noción de dignidad o la noción de justicia, que son esenciales para nuestra convivencia, no son nociones científicas. A la ciencia no le suenan esas cosas. Lo diré de la forma más estrepitosa posible para ver si la gente, al escandalizarse, presta atención: ¿cuál es la gran creación de la inteligencia humana? ¿El arte? No ¿La ciencia? No. ¿Las religiones? No. ¿Cuál es, entonces? La bondad. Vamos a ver: ¿cuál es objetivo de la inteligencia? ¿Resolver problemas? Sí. ¿Cómo pueden ser los problemas? Teóricos y prácticos. ¿De acuerdo? Sí. ¿Cuáles son los más complicados? Los prácticos. ¿Por qué? Porque los teóricos se resuelven cuando yo conozco la solución, mientras que los prácticos los resuelvo cuando los pongo en práctica. ¿Cuáles son los problemas más complicados de tipo práctico que hay ahora mismo? La felicidad, la convivencia y la justicia. Muy bien. Pues entonces, lo que resuelva el problema más complicado, más urgente y más universal será lo que necesita más inteligencia, ¿no? Bueno, pues lo que mejor resuelve esos problemas es siempre poner en práctica las buenas soluciones éticas. Y eso se consigue con la bondad. La bondad no es lo melifluo y lo blandito. Al contrario, la bondad puede ser muy enérgica y creadora. Por eso, mi propuesta científica es la siguiente: tenemos que convertir el concepto de inteligencia, que era un concepto psicológico, en un concepto ético. Entonces, cuando lo consigamos, las cosas van a casar mejor…