“¿Has visto La Contra de Lluís?”
“¡Sí, sí! ¿Se le ha ido la olla, no?”
“¡Ni idea, he flipado! Es verdad que hace un tiempo que ya no sale tanto en la tele y en la radio…”
“Tranquilos, que pronto saldrá en lo de Iker Jiménez”
“Jajaja”
“Madre mía… Esto sí que no me lo esperaba…”
“Pues yo coincidí con él hace no tanto y lo vi como siempre… ‘¡Muy normal!”
Esta es una conversación más o menos verídica en un grupo de WhatsApp entre varios amigos, conocidos y excompañeros de trabajo de Lluís Pastor (disclaimer: entre los que se encuentra quien escribe estas líneas). Fue en 2019, año de publicación del primer volumen de la trilogía de investigaciones sobre la comunicación entre vivos y muertos en la que este doctor en periodismo trabaja desde hace 11 años.
Ahora publica con Luciérnaga el segundo libro, Los mismos muertos vuelven, en el que expone no sólo que existe un patrón en las comunicaciones con los difuntos (algo que ya apuntaba en su primera investigación), sino que ese patrón se ha repetido a lo largo de la historia: “Si el mismo modo de comunicarse con muertos se mantiene a través de los siglos y las civilizaciones, significa que es algo que no tiene un carácter cultural”, como sugieren la mayoría de historiadores y antropólogos, razona Pastor. “Es decir, no tiene que ver con la religión ni con cuestiones espirituales, sino que hay otros elementos que intervienen en estos episodios”.
La misión de un investigador es desvelar el misterio, no abundar en él. Y es lo que intento hacer...

Luis Pastor, autor de un libro sobre el patrón de comunicación entre vivos y difuntos
Has escrito un libro de casi 900 páginas sobre hablar con muertos. ¿Por qué? ¿Tú has hablado con muertos?
No. Y es una rareza. Todos los investigadores que conozco que estudian este tema, que tampoco son muchos, han tenido lo que llama experiencias cercanas a la muerte (EMC). Pero yo no. Y eso me da muchísima libertad. La de hablar sólo como investigador.
Pero eres consciente que este tema de investigación se presta a la chanza, y que no te dará rédito alguno, ni académico ni económico. Más bien lo contrario: puede haber una cierta incongruencia entre tu profesión, tu trayectoria académica y este proyecto. ¿Qué te impulsa a emprenderlo?
La idea surge en 2014, cuando yo estaba preparando un libro sobre intuición y persuasión. Entonces me empiezan a llegar informaciones sobre esto. De gente de mi entorno. Gente de la que me fío, que no tienen ningún desequilibrio psicológico ni ningún motivo para engañarme. Y que me dicen haber experimentado encuentros con difuntos. La misión de un investigador es desvelar el misterio, no abundar en él. Y es lo que intento hacer. Empiezo a leer todo lo que se ha escrito sobre el tema. Y 15 días después ya había aparcado todos mis proyectos y sabía que iba a dedicar un montón de años a esto. (Pastor ha ejercido también de profesor universitario, director editorial, consultor de comunicación, directivo de empresas de elearning y colaborador de medios).
Eres experto en persuasión. Te dedicas entre otras cosas a analizar la comunicación verbal y no verbal. ¿Cómo persuadirías a una persona profundamente escéptica como yo sobre el sentido de esta investigación?
Hago lo mismo que tú cuando investigas sobre un suceso o una información que no has presenciado. Aplico las mismas herramientas que uso cuando analizo la actuación de un candidato político en un debate electoral. Con lo que haya de ciencia en ello, poca o mucha. Pero son las mismas herramientas. Del mismo modo que tú: si tienes que informar sobre la DANA, o un atraco, ¿qué haces? Preguntas a un testigo y a otro. Pues yo, lo mismo. Recojo testimonios que me parecen fidedignos, aparecen coincidencias, las analizo e intento explicar qué ha pasado. Porque no sabemos qué pasa, pero pasa.
Pero no es lo mismo. En los hechos que investigamos los periodistas, además de los testimonios, hay unas evidencias, unas pruebas, un proceso de contrastar la información…
Sí, hay una información contextual. Pero en mi investigación también. Entre el 20 y el 30% de la población dice haber tenido experiencias cercanas a la muerte: cuentan que se les ha aparecido un difunto, alguien que conocieron en vida, y les ha hablado. Y resulta que un tema que afecta a tanta gente… está debajo de los radares. Nadie lo investiga, porque todo lo que tiene que ver con la muerte nos da mucho miedo.
No es parapsicología ni pseudociencia. Es un ámbito científico que se ha tocado muy poco. No sabemos qué pasa o por qué pasa. Pero pasa.
¿Entre el 20 y el 30%? ¿De dónde salen esos datos?
En las encuestas salen estos porcentajes. En diferentes países. En España, el 25% de la gente que muere es a causa del cáncer. Y otro 25%, por enfermedades cardiovasculares. Y es un gran tema, una gran preocupación de la sociedad. El impacto estadístico es grande. ¿Por qué no hablamos de esto, pues?
No me parece comparable. Una cosa son datos de causas de muerte y otra es lo que dice la gente en una encuesta…
No, no es comparable, de acuerdo. Pero me refiero al impacto social de esto. Cuando me doy cuenta que esto parece que afecta a mucha gente, como investigador, pienso: si hay tanta gente que dice que le ha pasado, vale la pena que le pongamos ojo, ¿no te parece?
Pues no necesariamente…
Bueno, ahí aparecen los sesgos. Tú en una sobremesa cuentas esto y te toman por el loco de la colina. Y en el ámbito académico, también. Giramos la espalda a una cosa que no queremos que nos cuenten. A mí me ha pasado, me está pasando. Me han metido en un despacho y me han sugerido que “habría que revisar tu papel de directivo en esta casa”. Muy poca gente investiga esto porque es de muy mal tono, está mal visto, da miedo. Y por eso está marcado, como antes los libros prohibidos. Pero al fin y al cabo, yo tengo una vida de comunicación de vivos con vivos. Sigo siendo el mismo Lluís Pastor, con las mismas herramientas que uso para analizar la comunicación de Donald Trump.
No te gusta que califiquen tu investigación de pseudocientífica, o que digan que estudias lo paranormal…
Esto no es un juicio. No investigo lo paranormal, investigo un tema normal. No es parapsicología. Y tampoco pseudociencia. Simplemente, estamos hablando de un ámbito científico que se ha tocado muy poco. No hay consenso científico sobre si pasa o por qué pasa. Más bien hay un consenso científico de que esto no existe y que no hay que hacerle caso: “No perdamos el tiempo investigándolo”, te dicen.
¿Qué has descubierto?
Primero: los testigos tienen una seguridad absoluta acerca de la experiencia (y no en un sueño, no investigo sueños; es una aparición real, hay una densidad en el cuerpo del fallecido, gaseosa o semisólida). Segundo: el emisor es siempre el fallecido. No investigo a gente que va a ver a médiums. Tercero; los mensajes se repiten: “Estoy bien” es el más común. Y después está el patrón de comunicación, que también se repite: es una comunicación breve, de apenas segundos; casi siempre hay presencia de luz; la apariencia del fallecido es buena, muchas veces su mejor versión física; y por último, el amor es la brújula del contacto, el difunto aparece porque nos quiere, o nos ha querido.
Puede que haya cierta información que llega de otras maneras y que haya gente que tenga más facilidad para recuperarla que otra.
Y estas apariciones que la gente testimonia, ¿no pueden ser percepciones o experiencias que se puedan explicar por un determinado estado psicológico o incluso neurológico?
En el libro digo que la psicología es el último reducto de la ignorancia. Cuando no sabemos una cosa decimos: “Esto debe ser psicológico”. En cualquier caso, sí que es cierto que estas apariciones, en cuanto a volumen, se manifiestan mucho más en el primer periodo de duelo: aproximadamente el 50% tiene la experiencia durante la primera semana después de perecer el difunto. Pero también hay contactos muchos años después. Estás viendo la tele en el sofá y a tu lado aparece tu abuela y te dice: “Qué orgulloso estoy de ti”. Los mensajes también cambian: suelen ser de consuelo a quienes pasan por un duelo reciente y mucho más pragmáticos si el contacto se produce meses o años después: “Las llaves que buscas están en la guantera del coche”.
¿Por qué a mí o a ti no se nos ha aparecido nadie y a otras personas sí? ¿Cuál es tu hipótesis?
Puede que haya cierta información que llega de otras maneras y que haya gente que tenga más facilidad para recuperarla que otra. Tal vez todos tengamos cargado un cierto hardware, pero solo se dispara el software en algunos casos, por determinadas circunstancias. Hay tantas variables que no investigarlo me parece renunciar a la realidad.
También es verdad que hoy en día se investiga sobre cosas como la vida eterna: hay gente que se inyecta el plasma de sus hijos para vivir más años…
Precisamente: ¿sabes cuál es uno de los ámbitos de investigación que más dinero recauda actualmente? Todo lo relacionado con la longevidad: vivir 150 años, 200 años. Hace 30 años esto hubiera sido un tabú social, una locura, algo propio de la ciencia ficción. O lo que tiene que ver con el género y la diversidad, el cambio de sexo. ¿Son temas paranormales? No, ahora son temas normales que hacen a la gente más feliz.
¿Tú tienes fe en la veracidad de estos fenómenos?
Mira, para tranquilizar a la gente que me expresa su incredulidad suelo decir que yo no hablo de energías. Yo no vivo en un mundo de energías. Vivo en el mundo real. Creo que hay información que parece estar en algún sitio y que hay gente que la puede captar; y otros no. Y esto es anómalo, es relevante y vale la pena investigarlo. Después de 11 años ya no soy tan escéptico como era al principio, porque yo era escéptico absoluto. Mi primer libro incluso lo escribí así: como un diario para que la gente viera cómo voy evolucionando en mi pensamiento, porque eso también forma parte de la investigación.
¿Qué es lo siguiente?
En este segundo libro me he centrado en la perspectiva histórica, antropológica y filosófica del tema. En el tercero me sentaré con neurocientíficos. Y al final del proceso puede ocurrir que me haya dedicado 15 años a esto, que haya escrito 2.000 páginas y tenga que decir: “No he visto nada, no tengo una hipótesis que pueda validar, hasta aquí he llegado desde el punto de vista científico”. Y me iré a mi casa contento. Porque yo no hago de esta investigación un modo de vida. La hago porque me gusta y porque quiero. Mi modo de vida está resuelto de otra manera.