La mayoría de las personas, en algún momento de sus vidas, han dicho que sí cuando en realidad no querían. Ya sea por el deseo de agradar, por inseguridad, por miedo o por otras múltiples razones. Pero a la larga, negarnos a nosotros mismos acumula frustración, resentimiento y cansancio emocional.
Este tipo de comportamiento puede entenderse desde la psicología y el aprendizaje. Un estudio publicado en Psicología Conductual (Behavioral Psychology, 2023) liderado por la doctora en Psicología clínica María Márquez-González, creó el Cuestionario de Asertividad en el Cuidado (CAQ), aplicado a personas que cuidan de otros y con una parte dedicada al establecimiento de límites. Los autores observaron que quienes saben expresar lo que quieren y hasta dónde llegan, muestran estrategias de afrontamiento más adaptativas. Dicho de otro modo, los expertos concluyen que la asertividad tiene una importante incidencia en el equilibrio emocional.
Cuidarse también es saber negarse
Diana Alí Ocaña, autora del libro Decir no también es una opción (Tu voz en mi pluma, 2025), explica que en la infancia no aprendemos bien a rechazar algo con firmeza y sin culpa. A menudo, porque ese gesto suele ir en contra de los valores familiares. Dependiendo de cómo uno diga que no, acaba sintiéndose mal. Y probablemente, cuando en el pasado nos hemos negado a algo y como consecuencia, nos hemos sentido juzgados, preferimos no repetirlo.
Alí Ocaña, divulgadora del autocuidado emocional, asegura que al decir ‘no’ es habitual el temor a defraudar o a perder la aprobación del entorno. Pero recuerda que es importante tener presente la idea de que “cuanto más vives para los demás, menos vives para ti”. “Antes de contestar a propuestas, resulta esencial saber y sentir cómo estoy y qué necesito para estar bien. Entender que no digo ‘no’ al otro. Me digo un ‘sí’ a mí”, plantea.
También invita a revisar la energía disponible y los propios principios antes de decidir de forma consciente, para no boicotearse a uno mismo ni traicionarse. La autora propone algunas frases asertivas para ser capaz de decir ‘no’ de manera empática: “Entiendo que es importante para ti, pero no soy la persona más preparada para ayudarte en esto” o “He tomado la decisión de hacer… y quiero respetarme”. Por último, señala que, en general, son las mujeres adultas a quienes más les cuesta mantener sus fronteras.
Miedo a decepcionar, sobre todo en mujeres adultas
A las mujeres adultas les cuesta mucho más cuidarse de sí mismas antes que a los demás
En ocasiones la dificultad de negarse a algo puede tener raíces más profundas, explica el psiquiatra Rafael Benito Moraga. Las personas que han sufrido traumas en la infancia pueden tener problemas tanto para poner límites como para aceptarlos, debido a la forma en que las relaciones tempranas moldean el autoconcepto y las expectativas sobre los demás.
Cuando la infancia ha estado marcada por el abandono y la soledad, defender el espacio propio frente a alguien supone afrontar el riesgo de que se enfade y se aleje, reproduciendo la situación traumática. Precisa que los niños víctimas de este tipo de situaciones pueden convertirse en adultos que no se perciben “suficientemente buenos ni dignos de respeto”. “Como consecuencia, valoran como más importantes las necesidades de los demás que las suyas, lo que los convierte en excesivamente complacientes”, refiere. Añade que, en vínculos abusivos, como ocurre en casos de maltrato doméstico, la necesidad de gustar puede derivar en sumisión y pérdida de autoestima.
Desde su práctica clínica basada en la terapia del trauma y apego, Benito considera fundamental reconocer que, en ocasiones, los deseos personales deben priorizarse sobre los de los demás. “Establecer límites para salvaguardar nuestra integridad física y mental no es egoísta; implica tomar decisiones conscientes sobre cuándo conviene poner en primer lugar nuestras necesidades y cuándo ceder a los deseos de los demás”, subraya. Y concluye que, para quienes arrastran heridas tempranas o conexiones dañinas, la ayuda terapéutica resulta clave.
El desafío para marcar el propio espacio sin perder la conexión emocional también se refleja en la vida cotidiana, resalta Ana Sanz-García, investigadora del Departamento de Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Ella es autora, junto la catedrática de Psicología de la UCM, María Paz García-Vera, de la Guía: ¿Qué significa que nuestros hijos sean más resilientes? (Pirámide, 2023). Advierte que vivir diciendo que sí cuando en realidad queremos decir lo contrario puede impedirnos alcanzar nuestras metas y generar remordimiento, además de afectar negativamente a los vínculos. Revela que la autovaloración puede deteriorarse por ese sentimiento de indefensión al no poder lograr lo que uno aspira o aceptar cosas que no encajan con sus valores e ideas.
Establecer límites para salvaguardar nuestra integridad física y mental no es egoísta
Los psicólogos explican que en las relaciones interpersonales siempre suele existir cierto sacrificio y que marcar límites no debe eliminar la capacidad de entrega o empatía. Aprender desde pequeños que, mantener ese equilibrio no es sencillo (defender sus derechos sin agresividad, con respeto) ayuda al desarrollo de una autoafirmación saludable. Es una cuestiónm pues, de educación.
Especialistas en psicología han desarrollado programas en habilidades sociales, específicamente en expresión equilibrada y empática, que han demostrado ser eficaces. “No solo se entrenan habilidades concretas para manejar estas situaciones, sino que también se trabajan aquellas creencias, pensamientos y emociones que nos llevan a mejorar nuestra asertividad”, declara.
Del autocuidado a la terapia
Acudir a terapia nos puede ayudar a mejorar nuestras dotes de comunicación asertiva
La también psicóloga y profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Almudena García Alonso, admite que la habilidad comunicativa puede entrenarse igual que un músculo. “Las técnicas básicas que nos permiten comunicarnos de una forma eficaz pueden aprenderse y practicarse hasta que se puedan emplear de una forma rutinaria”, comenta.
Sugiere aprender los estilos básicos de comunicación (asertivo, pasivo y agresivo), que se diferencian en contenido lingüístico y gestual incluyendo gestos voluntarios como inconscientes. Una vez diferenciados esos estilos de respuesta, existen ejercicios concretos que se practican con técnicas de role playing para trasladarlos a situaciones reales.
Asimismo, recomienda acudir a profesionales, capaces de valorar las circunstancias personales y afectivas implicadas en un proceso de comunicación no asertivo.
García afirma que, para comunicar de forma efectiva, es esencial distinguir entre comunicación respetuosa y agresiva. “En la primera, gramaticalmente, prima el uso del “yo”, se pregunta en vez de imponer y se utiliza un lenguaje basado en el respeto. La postura es relajada y el contacto visual directo y adecuado. No obstante, las personas con un estilo de comunicación agresivo expresan sus opiniones sin tener en cuenta los sentimientos ajenos y suelen imponer su criterio mediante un lenguaje verbal y postural invasivo y prepotente”, menciona.
En este ámbito, la experta recomienda la Terapia Cognitivo Conductual: “Interviene sobre ideas distorsionadas acerca de lo que prohibir o permitir, muchas veces contaminadas por la educación social, cultural y familiar”, puntualiza. Dentro de este enfoque, las técnicas conductuales (basadas en el aprendizaje por refuerzo, castigo o ensayo) permiten practicar nuevas estrategias en un entorno seguro hasta integrarlas y poder aplicarlas en la vida diaria.



