“Antes de preocuparnos por el deseo sexual, tendríamos que construir vidas más amables”

Sonia Encinas, sexóloga

La terapeuta de pareja divulga en redes sobre bienestar y salud sexual desde una perspectiva social y feminista: “El sexo está interiorizado como un espacio de poder: de poder masculino, para ser exactos”

Sonia Encinas

Sonia Encinas

Geraldine Leloutre

Sonia Encinas (Madrid, 1987) es sexóloga especializada en la etapa de maternidad y crianza y terapeuta de pareja. Atiende a diario a parejas en crisis sexual tras la llegada de los hijos y divulga sobre bienestar y salud sexual con una perspectiva social y feminista. Quiere dejar claro que hay que dejar de pensar que una mujer puede lograr que no le afecten los cambios tras convertirse en madre: a todas les afectan en mayor o menor medida

Para ella es muy importante la comunicación y el acompañamiento en la pareja. “La relación con nuestro cuerpo influye en nuestra vida y las relaciones íntimas forman parte de la misma. Todos los cuerpos pueden experimentar y proporcionar mucho placer. Ahora bien, yo intento dar la mano hacia una mirada de la intimidad que esté más puesta en el sentir que en el analizar”, subraya.

Las madres nos enamoramos de las criaturas en nuestro posparto y eso requiere mucha energía, que se desplaza de la pareja

Sonia EncinasSexóloga

En su último libro El sexo de las madres (Roca Editorial, 2025), explica que maternidad y sexualidad no son excluyentes. Pero que tras el parto se genera un clima hormonal que produce un descenso de la libido, sobre todo entendida como “ganas de tener prácticas sexuales, especialmente compartidas”. Recalca que esa respuesta fisiológica se da en el posparto en la relación con el bebé: “Las madres nos enamoramos de las criaturas en nuestro posparto y eso requiere mucha energía, que se desplaza de la pareja”, comparte.

Según la sexóloga, tener menos ganas de relaciones sexuales tiene que ver en gran medida con el cansancio y la carga mental que sufren muchas mujeres (apunta, sobre todo, heterosexuales) cuando se convierten en madres. “Si están exhaustas, no tener deseo es absolutamente normal, así que antes de preocuparnos por el deseo, tendríamos que hacerlo por construir vidas más amables”, sostiene.

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¿Es cierta la idea de que el primer año de ser padres es el peor y si no se toman medidas puede alargarse?

No sé si diría que es “el peor” porque también es importante visibilizar la increíble experiencia de vincularse con tu bebé y hay una liberación de oxitocina brutal en el posparto. El cansancio de esta etapa sí es universal, propio de los primeros años de crianza. Si ambas partes se ocupan de forma equitativa de los cuidados, aunque es evidente que va a robar energía y que tendrán menos tiempos y espacios, no se pierden las ganas o la intención de compartir ratos de intimidad (no hablo de lo sexual) y de conexión con la pareja. Sin embargo, si no hay corresponsabilidad, el vínculo de pareja se desgasta y es normal que la mujer se sienta decepcionada y se aleje.

¿La familia puede ser el sostén perfecto para permitir momentos de intimidad a la pareja?

Puede ser, y en la mayoría de los casos lo es. Vivimos en una sociedad muy individualista y eso implica que, a la hora de criar lo hagamos solas. Que los abuelos estén disponibles es maravilloso, pero ojalá tampoco no nos viésemos en la necesidad de sobrecargarles de responsabilidad. El sostén perfecto es tener redes de cuidados más amplias: amistades, vecinas, familias del cole...

Veo que cuesta mucho pedir ayuda y que cuando se hace, es desde la desesperación y siempre por cuestiones laborales. Las mujeres nos sentimos culpables si pedimos ayuda para disfrutar de ratos de ocio y descanso, ¡y es fundamental!

Momentos de intimidad también son una cena tranquila mirándonos a los ojos, conversaciones sin móviles o un rato de abrazos y caricias. No siempre hay que relegar la intimidad a momentos en los que los hijos no están. Cuando podamos permitírnoslo por esa red de apoyo, ya los agendaremos porque son súper placenteros.

Las mujeres nos sentimos culpables si pedimos ayuda (en el cuidado de los hijos) para disfrutar de ratos de ocio y descanso, ¡y es fundamental!

Sonia EncinasSexóloga

¿Qué quiere decir con que “el parto es un acto sexual”?

Literalmente, que el parto es un acto sexual (ríe). Me hacen esta pregunta con frecuencia y para mí es la muestra de que aún nos choca entender el parto así, como una experiencia fisiológica natural que se da gracias a nuestra respuesta sexual. No es un evento médico. Esto choca porque tenemos una idea absolutamente coitocentrista de la sexualidad, pero la sexualidad es mucho más. El parto es un acto sexual porque forma parte de la reproducción humana. Pero también, porque para ocurrir, depende fisiológicamente de nuestra respuesta sexual. En el parto se activan los mismos mecanismos que en el orgasmo: liberación de oxitocina, contracciones uterinas…

La segunda cuestión es lo que yo llamo en el libro “el guion sexual”, un relato masculinizado de la sexualidad que no contempla e invisibiliza el dinamismo, la diversidad y las experiencias sexuales de las mujeres, como, por ejemplo, la maternidad.

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Rosanna Carceller
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Dice usted que muchas parejas en su consulta dicen “tener sexo” porque se supone que es lo que deben hacer. ¿Qué falla ahí?

Es súper frecuente. Digamos que, por falta de cultura sexual. No partimos de una relación con la sexualidad disfrutona, de permiso, tranquila y ligera. El sexo está más bien interiorizado como un espacio de poder: de poder masculino, para ser exacta.

Las mujeres aprendemos desde niñas a ser precavidas por lo que pueden decir de nosotras o por lo que nos pueden hacer, junto a otro mandato/mito terrible que es que “los chicos siempre buscan lo mismo” (sexo). Ellos sí han aprendido el sexo como algo que “tienen que practicar” para validar su masculinidad. Súmale que “tienen que insistir mucho para conseguir esa validación” porque “para las chicas el sexo no es tan importante como para ellos”. Lo que realmente falla no es el sexo, sino los aprendizajes limitantes que tenemos en torno a él.

¿Es positivo también, cuando se inicia la crianza, abrazar esa falta de deseo?

No solo es positivo, sino que es fundamental para que bajemos el nivel de presión y exigencia. Necesitamos recuperar la confianza en nuestra sexualidad y el permiso para explorarla de forma individual para poder cambiar el relato. Y esto pasa por entender que el deseo va y viene según los momentos de la vida. Si cultivamos una buena relación con nuestra sexualidad, podremos disfrutarla toda la vida.

El colecho muchas veces facilita el descanso familiar y el descanso es fundamental para que aparezca el deseo sexual

Sonia EncinasSexóloga

A muchos hombres el colecho (dormir en la cama con el bebé o cerca de él) les tira para atrás y achacan esa práctica a no poder tener relaciones sexuales, ¿qué les diría?

Les diría que cuando las ganas de una pareja coinciden, se encuentran las maneras. Tras el nacimiento de un bebé, es muy habitual y funcional que esas ganas tarden en coincidir un tiempo. El colecho muchas veces facilita el descanso familiar y el descanso es fundamental para que aparezca el deseo sexual. Ese formato puede durar mientras funcione para todo el sistema familiar. Y si en algún momento deja de funcionar, habrá tiempo de plantear esa transición.

¿Piensa que hay un momento donde todo fluye mejor para la pareja o tras un tiempo sin sexo los dos pueden acomodarse y que cueste retomar?

Las dos cosas son posibles y dependen de distintos factores y circunstancias. De primeras habrá un descoloque en la pareja que poco a poco se irá recomponiendo en nuevas rutinas, hábitos y posibilidades. Me gusta recordar que, si antes el sexo era un espacio de disfrute, si sabemos acompañarnos bien durante el posparto y buscamos microespacios de conexión emocional y reconocimiento…, nos encontraremos de forma muy poderosa en el despuerperio. Si esto no se hace es fácil que con el paso del tiempo cueste retomar. No olvidemos, que se puede pedir ayudar profesional.

¿Dónde podemos dejar la culpa las mujeres (por el querer, por el no querer, por el desear, por el sentirse mal...)?

Las mujeres nos sentimos culpables porque, a menudo, lo que hacemos choca contra lo que se supone que, como mujeres, tenemos que hacer. Podemos repensar la culpa de dos maneras: Una, como el hecho de que nuestro cerebro nos “engaña” poniéndonos en alerta porque nos estamos saltando las normas y saltarse las normas nos pone en riesgo. Otra manera que uso a menudo para crear el contra relato es, que, si siento culpa es que algo estoy haciendo bien porque me estoy saltando unas normas que son otra herramienta potente de control social para que sigamos haciendo las cosas bajo el guion de la feminidad normativa. Si tenemos que hacer esto para construir vidas más amables, habrá que dar la bienvenida a la culpa.

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