A quienes les ronde por la cabeza separarse durante estas vacaciones, ahora pueden “fichar” a una entrenadora o entrenador de divorcios. Los Hansi Flick y las Montse Tomé (buena parte son mujeres) de este campo preparan cuantas situaciones pueden presentarse en un divorcio con el objetivo garantizar una estructura mínimamente estable en medio del caos. Además de ayudar con el papeleo, el tema económico y los hijos, echan una mano con las emociones y ensayan todo tipo de estrategias para superar la ruptura y rehacer la vida.
Mon Tur, una abogada y mediadora familiar, ha “entrenado” desde el año 2015 a unas doscientas personas. Su objetivo es conseguir que sus clientes se separen sin tener que lamentar goles en propia puerta o ser víctimas del juego sucio de su pareja. Según explica, ayuda haber pasado por este trance (también ella está separada), “aunque no es imprescindible”, dice.
La fórmula más habitual
Después de las vacaciones de Navidad se toma la decisión y en verano se ejecuta
Enero y agosto son con diferencia los meses en los que se producen más rupturas de pareja
Cuando una clienta entra en su luminoso y apacible despacho de la calle Muntaner de Barcelona, Tur le hace saber que ella, más que ayudar, acompaña. Como si se tratara del copiloto. No acostumbra a conducir vidas ajenas. De hacer terapia ya se ocupan los psicólogos, recuerda, “aunque yo puedo ser tu efecto trankimazin”, bromea a veces con quienes se sientan enfrente suyo.
“Lluís ha venido a verme porque está enamorado de la mejor amiga de Carmen, su mujer, con quien quiere iniciar una nueva vida, a pesar de no saber cómo”, narra en Divorcis amb amor: Com encarar amb consciència una ruptura de parella (Rosa del Vents). A la cita le acompaña también Engràcia, en apariencia también muy tocada: ambos se sienten culpables por haber traicionado a Carmen, quien todavía no sabe lo que se está cociendo.
Rosa, otra de sus clientas, deja muy claro nada mas tomar asiento que ella no quiere divorciarse, pese a no compartir ya ni el dormitorio ni nada con Gabriel, “porque ahora mismo no es el momento”. Hay veces que ni se dirigen la palabra durante días, incluso semanas, algo que la hace sentir muy infeliz. Sin embargo, cuando Tur le vuelve a preguntar si quiere divorciarse, ella contesta que sí, pero que todavía no es el momento. Antes quiere encontrar un trabajo mejor.
Por su parte, David no quiere divorciarse, pero su mujer ya ha tomado la decisión y él ha decidido respetarla. A pesar de ello, cuando Montserrat Tur y David intentan consensuar los términos del acuerdo, él no para de llorar y mueve la cabeza como diciendo que no. Hace poco que David le escribió una carta de amor a Juana, su mujer, pero ella le ha reiterado que ya no hay nada que hacer, por lo que él a empezado a mover ficha pese a estar desolado.
Estos clientes son una pequeñísima parte de las miles de personas que se separarán durante o después de vacaciones. Buena parte de ellas tomaron la decisión tras pasar la Navidad en compañía de sus exmaridos y exmujeres y, en caso de haberlos, de los niños. Entre pitos y flautas, los trámites de separación (los divorcios amistosos rondan entre el 70 y el 80% de los casos) conllevan entre cuatro y seis meses, así que este verano será el primero que pasen distanciados quienes iniciaron los trámites en enero o significará el comienzo de una cuenta atrás para quienes no puedan soportar el tiro de gracia que significa tener que pasar tanto calor juntos.
Apoyo emocional, dieta, ejercicios y planes anti-soledad
En EE.UU. algunos coaches suelen hacer el símil de que divorciarse (la segunda experiencia más estresante para una persona, después de la muerte del cónyuge, según la escala de estrés de Holmes y Rahe) no es muy diferente a surfear las olas. “En el mar hay olas enormes y mareas muy fuertes, pero lo que importa es lo que pasa cuando llegas a la costa”, explican.
Bajo esta perspectiva, el principal objetivo de las entrenadoras y entrenadores de divorcios es que sus clientes no queden tocados y hundidos tras sufrir una separación. Entrenar el divorcio es, esencialmente, saber sintonizar con la emisora del corazón de cada cliente para poder aportarle tranquilidad y lucidez en medio del tsunami sentimental, familiar y económico que acarrea partir peras.
A diferencia de España, los coach divorce estadounidenses no se limitan a prestar apoyo emocional y logístico, sino que también proporcionan abogados o mediadores, colaboran con entrenadores personales para crear programas de ejercicio físico que se ajusten a la delicada situación que atraviesa su cliente o contactan con nutricionistas para diseñar dietas prêt-à-porter. Asimismo, pueden ayudar a crear un plan anti-soledad o un nuevo perfil en una aplicación de citas.
“Enero y agosto son con diferencia los meses mas fuertes”, interviene Nadege Fayard, una coach divorce que comenzó su andadura en el año 2012, antes de que algunos diarios de la Gran Manzana dieran cuenta de la consolidación de una nueva profesión a la que no parecen faltarle clientes: la tasa de divorcio en las primeras nupcias roza ya el 50%. en EE.UU. o España.
“En el año 2012 –explica esta francesa de 55 años que reside en Barcelona desde hace ocho años–, cuando estaba viviendo en Yakarta (Indonesia), me di cuenta de que mi exesposo mantenía una doble vida con una chica indonesia”, explica esta técnica profesional en separaciones, que cuenta con dos acreditaciones estadounidenses: el Divorce Coach Institute –CDC– y el Divorce Coach Academy –DCA–
Fayard cuenta que haber vivido durante los últimos treinta años en once países distintos la llevó a decidir su actual especialización: los “expats”, los extranjeros que deben afrontar un divorcio jugando como visitantes en campo ajeno. “El impacto del divorcio es muy diferente cuando tienes 25 años o cuando sobrepasas los 50, especialmente si eres mujer y llevas veinte o treinta años con la misma persona en un país distinto al tuyo”, recalca.
No es el fin del mundo, pero si el fin de un mundo; se trata de buscar dentro de ti misma la energía que te hace falta, pero no es fácil
Montserrat Tur, a la inzquierda, y Nadege Fayard, 'coachs' de divorcios
“En mi caso, tras pasar por ese momento tan complicado, contacté con una chica francesa que antes vivía en Singapur y que también había sufrido la infidelidad de su esposo, por lo que ahora ayudaba a mujeres en su misma situación a separarse lejos de su país”, resalta sobre cuándo y por qué decidió apostar por su actual modo de vida.
Aunque cada divorcio es un mundo aparte, explica Fayard, hay algunas cosas universales. “Lo que he aprendido después de entrenar y asesorar a más de cincuenta mujeres desde el año 2015 es que hay que seguir adelante”, resume. “Se trata de buscar dentro de ti misma la energía que te hace falta, pero no es fácil”, admite. “No es el fin del mundo, pero si el fin de un mundo”, sigue explicando. “Pero estamos aquí para explicar a la gente que hay otra forma de divorciarse”, concluye. Unas palabras que también Tur hace suyas.
Según explican ambas mujeres, cada cual a su manera, el principal objetivo de un coach divorce es que la separación no termine como el rosario de la aurora. Para impedirlo, tanto la una como la otra formulan preguntas muy abiertas a sus clientes para evitar condicionarlos, así como contestan sus dudas. Una de las más comunes es: “mi esposo (o mi esposa) tuvo una aventura y me quiero separar de él (o de ella). ¿Deben saber nuestros hijos por qué?”
En los últimos años, además de la figura del abogado encargado de resolver el papeleo y la parte económica y del psicólogo que lidia con el trajín psíquico, comienza a emerger en Europa una tercera figura: el coach. En un primer momento, revela Tur, aparecieron en las empresas norteamericanas para intentar reducir el absentismo laboral ocasionado por las separaciones.
Sin embargo, y a diferencia de EE.UU., donde se ha popularizado la figura del coach divorce, en España estos profesionales siguen siendo la excepción a la norma. De hecho, la mayoría de los asesores de divorcio no cuentan con una certificación específica. Mon Tur, por ejemplo, además de ser abogada y mediadora familiar ha desarrollado, a partir de su experiencia, un modelo que ella misma denomina Divorce Coaching, después de cursar el máster en coaching que imparte la Facultad de Psicología. Por esta razón, esta mujer de 56 años deja muy claro a sus clientes que ella no es psicóloga, “sino que tengo unos conocimientos mínimos de psicología que me permiten realizar el acompañamiento y unos conocimientos máximos en temas legales por mi condición de abogada”.
Y es que divorciarse, afirman las coaches, no es muy diferente a viajar a Itaca, en el sentido de que lo realmente importante es que el viaje (es decir, el traslado…) sea lo más grato posible, aunque el destino sea el conocido.



