¿Se hubiera enamorado Cenicienta del Príncipe Azul si hubiera sido el barrendero del pueblo? ¿Hubiera caído rendida Vivian Ward (Jullia Roberts) ante Edward Lewis (Richard Gere) en Pretty Woman si en vez de alojarse en un glamouroso hotel el hombre malviviera en una chabola sin agua corriente ni bañera en la que sumergirse con walkman incluidos? ¿Se habría adentrado Anastasia Steele en el oscuro y lúbrico universo de Cristian Grey en 50 sombras de Grey si este hubiera pretendido impresionarla invitándola a dar una vuelta en monopatín en lugar de un recorrido en su helicóptero privado?
La particularidad de los tres romances es que el protagonista posee una cuenta bancaria convenientemente nutrida de ceros a la derecha. Y en ninguna de estas narrativas dudamos de que el amor de la protagonista sea genuino, ni se nos pasaría por la cabeza tildarla de cazafortunas. En estos casos, el millonario llega caído del cielo, eximiendo a la mujer del ejercicio a menudo socialmente reprobable de buscar una pareja enfatizando el volumen de su cartera. Pero en el mundo real no llueven hombres adinerados y sobre las mujeres que los buscan siempre pende la pregunta: ¿lo quiere por su dinero?
No es por dinero, pero ayuda
Una pareja pasea por el Passeig de Gracia de Barcelona con bolsas de compra de marcas de lujo
“Hay mujeres que se enamoran de hombres con dinero no por el dinero en sí sino por la trascendencia de ese dinero que los hace admirables y las transporta a un ambiente en el que ellas se sienten singularizadas en positivo. Pueden vivir experiencias que hace que se sientan únicas. El dinero, en estos casos, no es la razón, pero es un facilitador” asegura Antoni Bolinches, psicólogo, director del instituto del mismo nombre y autor de ‘El síndrome de las supermujeres: las dificultades amorosas de las mujeres de éxito’.
Según Bolinches no se enamoran por el dinero, sino por las atenciones que reciben gracias a él. Y por esa aura de hombre desenvuelto y triunfador que insufla una Visa Oro a su poseedor. La duda sería si se experimentaría la misma atracción amorosa si esa misma persona estuviera, como se dice coloquialmente, con una mano delante y otra detrás.
“Depende de los valores que tenga cada cual y lo que busque en una relación. Si se prima la honestidad, que es un valor profundo, sí. En cambio, las personas que pretenden encontrar seguridad, confort y bienestar se sentirán más atraídas por individuos con buenos ingresos. Pero es lo mismo que personas que se fijan, por ejemplo, en el físico. Todos son valores superficiales”, señala la psicóloga Francina Bou.
Según la especialista el dinero está peor visto que el resto de los atributos frívolos porque “puede aparecer el interés, la manipulación, incluso el engaño. Y eso la sociedad lo juzga y lo penaliza”.
El dinero ofrece una de las cosas más buscadas en la vida: seguridad (...) Hay un miedo generalizado a lo que pueda pasar, y el dinero ofrece garantías...
Todo ello nos lleva a plantearnos cuáles son los razones que provocan que sintamos atracción hacia una persona. Es imposible generalizar, pero los especialistas concluyen que hay una diferencia entre hombre y mujeres.
“Las mujeres siguen enamorándose, mayoritariamente, de los hombres admirativamente. ¿Y qué resulta admirable? La inteligencia, la madurez, el físico y el estatus, que siempre implica dinero”, comenta Bolinches.
Ese dinero, aseguran las encuestas, se canjea por éxito y felicidad amorosa. Según el estudio ‘Love life Satisfaction 2025’ (pdf), el 89% de la población con buenos ingresos asegura sentirse amada, cifra que desciende hasta un 80% para los que cuentan con una economía menos boyante. Con la satisfacción romántica y sexual ocurre lo mismo: el 74% de los ‘ricos’ se declaran satisfechos en comparación del 60% de los que se angustia cuando el mes toca a su fin.
No es de extrañar porque, aunque el vil metal no otorgue la felicidad, ayuda a disfrutar de una vida con menos preocupaciones y sobresaltos, un terreno más fértil en el que cultivar el amor. Según Bou, “El dinero ofrece una de las cosas más buscadas en esta vida: la seguridad. La gente paga fortunas por asegurar sus pertenencias: la casa, el coche, el móvil, aunque nunca acabe empleando estos seguros. Hay un miedo generalizado a lo que pueda pasar, y el dinero ofrece cierta garantía frente a eso. Por eso atrae tanto”.
Cuando la rica es ella
Si bien el dinero confiere un aire seductor a los hombres, ¿qué ocurre cuando la fortuna y el éxito recaen en ella? Aquí la tornas cambian. “Es más fácil que una mujer viva bien que su pareja tenga más dinero que ella que viceversa. Sigue habiendo un condicionamiento ancestral por el que el hombre desempeña el rol de proveedor y la mujer receptora. Y aunque es un modelo claramente en recesión, tiene un peso”, ilustra Bolinches.
En este sentido, resalta el especialista, las razones por las que un hombre se enamora son diferentes a las que la mujer. Mientras que para ella debe darse ese factor de admiración, para él no es necesario. “El hombre es más primario, busca ser admirado y que la relación le haga sentir cómodo. También prioriza, en algunos casos, el atractivo físico”, opina Bolinches.
Todo ello, según el psicólogo, conduce a que las mujeres con éxito, que son más exigentes para considerar admirable a un hombre, se vean desbancadas por otras que ponen las cosas más fáciles. Y eso no se aplica únicamente al dinero, aunque también. “Si tú tienes un determinado nivel de exigencia para que te guste un hombre y hay otras mujeres que no lo tienen, los hombres, que suelen inclinarse por relaciones cómodas, las preferirán a ellas y tú acabarás pagando tu excelencia en dificultades amorosas”, sentencia Bolinches.
Además de los problemas de las mujeres espléndidas para encontrar par, a la cuestión se le ha de sumar el descrédito social que padece el hombre que se muestra un sospechoso interés por los ingresos de una mujer.
Según Bou, “Cuando él se acerca a ella por dinero, está aún peor visto. La propia masculinidad lo rechaza. En cambio, cuando lo hace una mujer, parece más asumido socialmente, quizá porque se ha visto así durante generaciones”.
Pero ¿hay amor o no?
Dependerá, obviamente, de cada caso, pero, según Bou, “no se puede negar que existen personas que buscan pareja exclusivamente por el estatus, lo vemos todos los días en los medios de comunicación. Y tiene cierta lógica, pues el amor romántico es un invento del siglo XIX. El amor, antiguamente, era un contrato mercantil que garantizaba una vida mejor”.
Bolinches está convencido que una vez superado satisfactoriamente el filtro del estatus (visto lo visto, habitualmente el de él) se puede hablar de amor sin ambages. “Yo no creo que haya muchas mujeres que estén con una pareja que no les gusta por el hecho de que tenga dinero. Ahora la mayoría son autónomas y buscan el placer en sus relaciones. No se elige entre que te guste o tenga una buena posición, se buscan las dos opciones sin que sean excluyentes”, comenta Bolinches para añadir: “O al menos eso es lo que me gustaría creer”.


