Se disparan las investigaciones científicas para crear tecnologías de vigilancia de ciudadanos

Visión artificial

La mayoría de avances en visión por computador alimentan tecnologías de control social

Países como China usan esta tecnología para vigilancia masiva sin importar la opinión de los ciudadanos

Países como China usan esta tecnología para vigilancia masiva sin importar la opinión de los ciudadanos

Gilles Sabrie/Bloomberg

En un mundo cada vez más interconectado, hay un ojo invisible que no deja de mirar. No tiene rostro, ni voz, ni descanso, pero está presente en las calles, oficinas, hogares y en los dispositivos que usamos a diario. Es la visión artificial, una rama de la inteligencia artificial que dota a las máquinas de la capacidad de “ver” y analizar el entorno. Según un estudio realizado por investigadores de Stanford, Carnegie Mellon, del Instituto Allen de IA y Trinity College Dublin, esta tecnología se ha convertido en una de las principales arterias de los sistemas de vigilancia modernos.

El trabajo analiza más de 19.000 artículos científicos presentados en el congreso más influyente del sector, el Computer Vision and Pattern Recognition (CVPR), junto con más de 23.000 patentes asociadas. El resultado es contundente: la mayoría de los desarrollos en visión por computador están orientados a detectar cuerpos, partes del cuerpo y espacios humanos, y acaban patentados en aplicaciones de vigilancia.

Solo un 1% de los trabajos analizados recogía datos no humanos

Según el estudio publicado en Nature, durante la última década, el número de artículos científicos que acaban alimentando patentes relacionadas con la vigilancia se ha multiplicado por cinco. En los años 90, solo la mitad de los trabajos con patente se usaban con fines de vigilancia; en la década de 2010, el porcentaje ya superaba el 78%. Este cambio no es solo cuantitativo, sino también lingüístico: términos genéricos como shape (forma) o edge (borde), habituales en los años 90, han dado paso a otros como semantic (semántico), action (acción) o person (persona), que denotan un foco explícito en los humanos.

En un análisis detallado de cien artículos y sus respectivas patentes, el 90% extraían datos sobre personas. De estos, más de dos tercios se centraban en cuerpos y partes del cuerpo —especialmente caras— y una parte significativa lo hacía sobre los espacios donde habitan: casas, oficinas, calles. En palabras del análisis publicado, “sorprendentemente, solo un 1% de los trabajos analizados se dedicaba a datos no humanos”.

Aunque en muchos casos no se mencione explícitamente, la vigilancia está presente entre líneas. Los autores del estudio señalan que, a menudo, se agrupan personas, vehículos y animales bajo términos genéricos como “objetos en movimiento”, una práctica que oculta la dimensión humana y ética de estas tecnologías. Esta “ofuscación” no es casual, sino que permite evitar el debate sobre la vigilancia, al tiempo que mantiene intacto el potencial de control.

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La investigación también se apoyó en un análisis de palabras clave relacionadas con vigilancia, presentes en miles de patentes, para detectar referencias explícitas a elementos como “etnicidad”, “género”, “militar”, “criminal” o “reconocimiento facial”.

Uno de los hallazgos de la investigación es que la producción de estas tecnologías no está limitada a unas pocas empresas o laboratorios oscuros. Todo lo contrario. Universidades de élite como Stanford, Oxford o el MIT, junto con gigantes tecnológicos como Microsoft o Meta, lideran la lista de instituciones cuyas investigaciones terminan en patentes de vigilancia. A nivel de países, Estados Unidos y China concentran la mayoría de estas contribuciones.

Vigilancia artificial militarizada

A esta tendencia se suma la creciente colaboración entre empresas tecnológicas y el aparato militar. Tres empresas líderes en la industria de la IA —OpenAI, Palantir Technologies y Anduril Industries— se han unido para conseguir lucrativos contratos con los Departamentos de Defensa y Seguridad Nacional de EE. UU. Entre los sistemas desarrollados destacan torres de vigilancia impulsadas por IA con capacidades de reconocimiento automático, capaces de guiar drones semiautónomos para rastrear y destruir objetivos.

Este desarrollo tiene raíces históricas. Como explican los autores, la visión artificial nace de la vigilancia militar y carcelaria, donde se desarrolló para identificar objetivos y recopilar inteligencia en contextos de guerra, aplicación de la ley e inmigración. De ahí que el estudio concluya que esta rama de la IA no puede considerarse neutral, ni mucho menos ajena a las dinámicas de poder.

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Aunque sus defensores destacan aplicaciones positivas en conducción autónoma, diseño de fármacos o análisis medioambiental, el artículo muestra que estas narrativas subestiman la prevalencia y el alcance de la vigilancia masiva. La extracción de datos humanos es la norma, no la excepción, y sus implicaciones en derechos fundamentales como la privacidad, la libertad de expresión y la circulación son cada vez más preocupantes.

Según señala la socióloga Shoshana Zuboff, citada en el estudio, nos acercamos a una situación “sin salida”, en la que los espacios para desconectarse se reducen constantemente. Un mundo donde los cuerpos y los movimientos se convierten en datos, y los datos en poder.

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