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El mayor mapa digital de calzadas romanas duplica la red conocida del Imperio

Imperio romano

El atlas traza casi 300.000 kilómetros de vías y los pone a disposición del público en una plataforma abierta

El estudio también cuantifica por primera vez el grado de certeza del conocimiento arqueológico de las vías 

Itiner-e

Durante siglos, las calzadas romanas han sido descritas como las arterias que mantuvieron vivo al Imperio. Por ellas circularon ejércitos, mercancías, ideas y lenguas. Ahora, un equipo internacional de arqueólogos ha trazado el atlas más completo de esa red milenaria. El proyecto Itiner-e, ofrece el mapa digital más exhaustivo jamás realizado de las carreteras del Imperio Romano, con 299.171 kilómetros de vías registradas y georreferenciadas.

El estudio, liderado por la Universidad de Aarhus (Dinamarca) y codirigido por investigadores de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), integra por primera vez datos arqueológicos, topográficos e históricos de más de 40 países del antiguo territorio imperial. El resultado duplica la longitud conocida hasta ahora y ofrece un mosaico de 14.769 segmentos de carretera, cada uno con metadatos específicos sobre su trazado, pendiente y grado de certeza.

Redibujar el Imperio romano

Para reconstruir esta red que unió tres continentes, los investigadores siguieron un proceso que se prolongó durante cuatro años. Primero se recopilaron fuentes clásicas como el Itinerarium Antonini —un repertorio romano de rutas terrestres y estaciones del siglo III— y la Tabula Peutingeriana, un mapa itinerario medieval que copia un original romano y muestra las principales calzadas del Imperio. A estos documentos se sumaron inscripciones en miliarios (piedras que marcaban distancias), mapas históricos y hallazgos arqueológicos.

Las calzadas romanas que atravesaban Barcelona vistas en Itener-e 

Itiner-e

Después, cada tramo se verificó mediante imágenes satelitales, fotografías aéreas y mapas topográficos de distintas épocas. Finalmente, las vías se digitalizaron ajustando cada trazo a la orografía real del terreno, una tarea que requirió herramientas de análisis geoespacial de alta precisión. El proyecto, publicado hoy en la revista Scientific Data del grupo Nature, empleó desde vuelos fotogramétricos de los años cincuenta hasta imágenes del satélite Corona de la Guerra Fría para rastrear caminos desaparecidos bajo embalses o cultivos.

La reconstrucción de Hispania

En la Península Ibérica, una de las regiones donde más se ha ampliado la cobertura, el trabajo se integró dentro del proyecto Viator-e, coordinado desde la UAB y el Institut Català d’Arqueologia Clàssica (ICAC). Este programa prolonga la labor iniciada por Mercator-e, centrado en la cartografía de las vías romanas de Hispania, y ha permitido reconstruir buena parte de las rutas que vertebraron la península: desde la Vía Augusta, que unía Cádiz con los Pirineos, hasta los caminos secundarios de la Lusitania o la Bética.

El arqueólogo Pau de Soto, investigador de la UAB y uno de los codirectores del estudio, explica a La Vanguardia que la universidad catalana ha tenido un papel esencial en la digitalización de la mitad occidental del mapa imperial. “Para realizar este proyecto seguimos la máxima romana de divide et impera (‘divide y vencerás’). La UAB se encargó de digitalizar la parte europea del Imperio Romano de Occidente, mientras que la Universidad de Aarhus asumió el Imperio de Oriente y el norte de África.”

Fragmento de un miliario romano erigido a lo largo de la calzada romana Via Nova en Jordania 

Adam Pažout, Itiner-e.

Gracias a esta división del trabajo y a la colaboración entre equipos, los investigadores han podido representar un Imperio más denso y entrelazado de lo que se creía. Los caminos principales —atestiguados por miliarios o fuentes históricas— suman más de 103.000 kilómetros, mientras que los secundarios, muchos de ellos rurales o locales, superan los 195.000.

La mejora no solo reside en la extensión, sino también en la calidad del trazo. Las rutas ya no se dibujan como líneas rectas, sino siguiendo las curvas de montaña, los valles o los pasos naturales. La red se hace así más humana, más próxima a las condiciones reales del terreno.

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El estudio también cuantifica por primera vez el grado de certeza del conocimiento arqueológico: solo el 2,7% de las vías se conoce con seguridad, el 89,8% se considera conjetural y el 7,4% hipotética. “Un trazado ‘cierto’ es aquel del que no existe duda sobre su construcción y uso en época romana, normalmente porque se ha excavado y se ha documentado su ‘romanidad’. Las vías ‘conjeturales’ son aquellas cuya existencia conocemos, pero cuyo recorrido exacto no podemos certificar; y las ‘hipotéticas’ son las que probablemente existieron, porque unían ciudades que debían estar conectadas, pero sin evidencias claras”, explica De Soto.

Lejos de restar valor, esta clasificación da transparencia al mapa y orienta las futuras investigaciones hacia las áreas menos documentadas.

Una herramienta viva

El proyecto, además, es de acceso abierto y puede consultarse en la plataforma itiner-e.org, donde es posible explorar cada vía con una resolución que oscila entre cinco y doscientos metros. Además, no es un mapa cerrado, sino una herramienta en evolución. Cualquier investigador puede verificar trazados y añadir nueva información.

Los autores aspiran a que este corpus sirva como punto de partida para nuevas investigaciones sobre el crecimiento urbano. “Creemos que, a partir de estos datos, se podrán multiplicar las aplicaciones y estudios. La red viaria romana está vinculada a casi todos los aspectos de la Antigüedad —economía, sociedad, religión o incluso enfermedades—”, subraya Pau de Soto, que añade: “con las calzadas construidas por los romanos se podrían dar más de siete vueltas a la Tierra.”