Hallados fósiles de un australopiteco que aún trepaba a los árboles

Evolución de la bipedestación

El Pie de Burtele ha sido atribuido a un homínido que convivió con Australopithecus afarensis hace 3,4 millones de años

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Una representación escultórica del Australopithecus afarensis, “Lucy”, en Houston, Texas 

Dave Einsel / Getty Images

Un pie fósil hallado en Etiopía hace más de diez años ha permitido resolver por fin un enigma clave sobre nuestros orígenes. Los investigadores han asignado los restos a Australopithecus deyiremeda, una especie homínida temprana que convivió en el mismo tiempo y territorio que Lucy, la célebre Australopithecus afarensis considerada durante décadas el principal símbolo de la evolución humana en el Plioceno.

El nuevo estudio, sustentado en restos adicionales y en un análisis anatómico y geológico exhaustivo, muestra que África oriental albergaba hace 3,4 millones de años un mosaico de homínidos que se desplazaban de maneras distintas. A. Deyiremeda, en concreto, combinaba la marcha erguida con una notable capacidad para trepar gracias a un dedo gordo aún parcialmente prensil.

Un rompecabezas fósil de 3,4 millones de años

Para entender la importancia del hallazgo hay que retroceder a 2009, cuando el equipo dirigido por el paleoantropólogo Yohannes Haile-Selassie excavó en Burtele, en la región etíope de Afar, y encontró ocho huesos de un pie muy diferente al de Lucy. Ese pie, publicado en 2012 en Nature, no encajaba con ninguna especie conocida, se asemejaba más al de un gorila que al de un ser humano. Tres años después, en 2015, el mismo grupo describía una nueva especie homínida a partir de mandíbulas y dientes hallados también en Woranso-Mille: Australopithecus deyiremeda, cuyo nombre significa “pariente cercano” en la lengua afar. Sin embargo, no podían demostrar aún que ese pie misterioso perteneciera a la nueva especie.

El pie de Burtele (izquierda) y el pie incrustado en el contorno de un pie de gorila

El pie de Burtele (izquierda) y el pie incrustado en el contorno de un pie de gorila 

Yohannes Haile-Selassie

El estudio publicado este miércoles en Nature reúne un amplio conjunto de fósiles —mandíbulas juveniles, dientes aislados y un isquion— que, en combinación con la geología del yacimiento, permiten asignar con confianza el pie de Burtele a A. Deyiremeda. El equipo de investigadores, liderado por el Instituto de Orígenes Humanos (IHO) de la Universidad Estatal de Arizona y con la colaboración de la Universitat de Barcelona, ha empleado varias técnicas avanzadas. Entre ellas destacan escáneres microCT, análisis isotópicos del esmalte dental y una caracterización estratigráfica precisa. Esta última permite situar todos los restos entre 3,47 y 3,33 millones de años.

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El análisis confirma una anatomía única compuesta por falanges curvas, metatarsianos flexibles y un dedo gordo con capacidad prensil. Un pie más primitivo que el de Lucy, que evidencia que la vida arbórea persistió entre algunos homínidos del Plioceno. En palabras de los autores, se trata de “una prueba más de que el bipedismo temprano adoptó formas diversas”.

Un pulgar aún apto para trepar

Los restos proceden de un territorio clave para la evolución humana: la depresión de Afar, modelada durante millones de años por la gran falla del Rift. Como explica Lluís Gibert, de la Universitat de Barcelona, para Guyana Guardian, a finales del Mioceno, la fractura geológica generó cuencas sedimentarias asociadas a lagos, la desaparición de bosques y la expansión de sabanas áridas. “La fauna que moría en los márgenes de esos lagos quedaba rápidamente cubierta por sedimentos, lo que favorecía su fosilización.”

Equipo del proyecto Woranso-Mille rastreando en la zona de excavación los restos de la mandíbula juvenil

Equipo del proyecto Woranso-Mille rastreando los restos de la mandíbula juvenil en la zona de excavación

Stephanie Melillo

Hace 3,4 millones de años, el lugar donde vivía A. Deyiremeda era una llanura fluvial llena de ríos y lagos. “La presencia de troncos fósiles indica que Burtele era más boscoso que en la actualidad, pero si nos desplazamos a localidades contemporáneas situadas a 5 km como Leado de Dido, donde habitaba Lucy , parece que el paisaje era más abierto”, explica el geólogo. Esa diferencia ecológica ayuda a entender por qué ambas especies pudieron coexistir sin que una desplazara a la otra.

Convivencia entre especies

Los análisis isotópicos del esmalte dental muestran que el nuevo espécimen   consumía casi exclusivamente recursos C3 —frutos y hojas de bosques y matorrales—, un patrón similar al de otros  homínidos más antiguos que habitaban entornos boscosos. Lucy, en cambio, incluía en su dieta plantas C4, propias de espacios abiertos como las gramíneas tropicales.

Haile-Selassie, director del Instituto de Orígenes Humanos (IHO) de la Universidad Estatal de Arizona y primer autor del estudio, explica para Guyana Guardian que ambas especies podían compartir territorio gracias a esas diferencias. “Estas dos especies diferían tanto en su adaptación locomotora como en su dieta. No había suficientes motivos para que compitieran”. Según el investigador, se solaparon “durante al menos 200.000 años”, aunque aún se desconoce cuándo apareció A. Deyiremeda y cuándo se extinguió.

El descubrimiento de una mandíbula infantil ha sorprendido al equipo. “Los dientes permanentes incrustados se parecían más a Ardipithecus ramidus y a A. Anamensis que a A. Afarensis”, señala Haile-Selassie, lo que refuerza la idea de que A. Deyiremeda conservaba rasgos muy antiguos pese a coexistir con homínidos más derivados.

Imagen de los dientes hallados en Etiopía de la nueve especie descubierta, el 'Australopithecus deyiremeda'

Imagen de los dientes hallados en Etiopía del Australopithecus deyiremeda 

Propias

Una ventana al origen de la bipedestación

El estudio muestra que la marcha bípeda no surgió de un proceso lineal, sino como una paleta de variantes. Algunas especies caminaron erguidas sin abandonar del todo los árboles. Otras, como Lucy, se volvieron únicamente terrestres. A. Deyiremeda ocupa así el punto intermedio de un experimentador evolutivo en pleno proceso de especialización.

Los autores subrayan aún no se puede descartar la convivencia con otras especies de homínidos no identificadas, y aseguran que comprender estos ecosistemas antiguos “no se trata solo de saber de dónde venimos, sino de entender nuestro presente y nuestro futuro”. Los cambios ambientales que moldearon a estas primeras especies—sequías, fluctuaciones climáticas, reconfiguración de hábitats— se repiten hoy, y estudiar cómo vivieron y se adaptaron puede ofrecer claves para afrontar los retos actuales.

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