¿A qué temen quienes nos parecen valientes? ¿A qué teme un cocinero como Andoni Luis Aduriz, creador del encuentro Diálogos de cocina, personaje que avanza en esa cuerda floja de los exploradores del riesgo? ¿A qué teme un torero como Roca Rey? ¿Y una corresponsal en Oriente Medio como Núria Tesón? ¿Y Jon Maia, el primer bertsolari hijo de migrantes? ¿A qué teme la admirada Leila Guerriero?
¿Cuáles eran los temores, compartidos o únicos e intransferibles, de cada uno de los asistentes a ese encuentro bianual celebrado esta semana en San Sebastián, en el que muchos cocineros y periodistas gastronómicos han vuelto a compartir los asientos del auditorio del Basque Culinary Center para nutrirse de las disciplinas más diversas, sin levantar el culo del asiento, apurando hasta el último segundo de cada sesión?
Diálogos de Cocina, que hace 18 años puso en marcha Andoni Luis Aduriz y su equipo de Mugaritz (Rentería), ha vuelto a invitar a la reflexión desde las más variadas disciplinas. Esta vez en torno a la temática del miedo, que nos apela a todos, y más en los tiempos que corren. “Nos hace más humanos compartir los miedos”, decía un corpulento y entrañable Jumitus Tutupa (Jaume Calabuch), antes de volverse aún más grande al acercar los dedos al teclado. “Al compartirlos, te das cuenta de que tus miedos son muy parecidos a los de los demás y se hacen menos grandes”.
Nos hace más humanos compartir los miedos
Quien fue pianista de El Cigala y actuó en los mejores teatros del mundo, contó que a los miedos él les da los buenos días, las buenas tardes y las buenas noches. “Para mí el miedo es una entidad en sí misma, que a veces se disfraza de ego, a veces de pasado y a veces de futuro y que se ha convertido en un viejo conocido que no se vence, sino que se atraviesa”.
Este músico que compartió el escenario del Basque Culinary con Pedro Perler, el creador de la imagen y la música de Diálogos y con el bailaor Tomás Moreno Romero (Tomasito), reconocía temer más que a la mismísima muerte el no haber sido feliz o no haber disfrutado. Y asegura que a él el miedo nunca le hizo dejar de avanzar hacia sus sueños.

La última edición de ‘Diálogos de Cocina’ ha reflexionado sobre el miedo
Cada nueva edición de Diálogos de Cocina, seguramente la más suculenta de las citas en el calendario gastronómico, que organizan conjuntamente Mugaritz, El Basque Culinary Center y Eurotoques, hay momentos que los asistentes recordarán durante mucho tiempo. Como cuando al inicio del certamen apareció en el escenario de pie, plantado con humildad pero con una fuerza que parecía emanar de la dignidad, Jon Maia. Habló de su propia infancia y del temor de aquel niño hijo de migrantes al que sus padres habían decidido llevar a una ikastola: de lo duro que era para aquel chaval al que le gustaba escribir versos en la que no era su lengua materna y que se sentía tan profundamente vasco, no tener como sus amigos, apellidos vascos. “No es que no tuviera ocho apellidos vascos, sino que no tenía ninguno; mi madre era de Cabrera del Buey, en Extremadura, y mi padre se llamaba Leopoldo Maya, menos vasco imposible”.
Él se avergonzaba de sus padres, a los que ignoró cuando le acompañaron a la semifinal de un concurso de bertsalaris que ganó. Pero acabó preguntándoles y descubriendo su historia. Y el día en que se proclamó vencedor de la gran final, y ante cerca de mil personas, tras improvisar los versos (con unas reglas de rima y métrica, como manda la tradición de poesía oral popular vasca de los bertsolaris) que le valdría el premio y antes de finalizar el acto, cantó los mismos versos que regaló al auditorio del Basque Culinary Center. Versos en los que explicaba el origen de los abuelos y los padres y reconocía la admiración a la familia que habían dejado su tierra amada para buscar una vida mejor para los hijos en Euskadi. Así fue como se reconcilió con sus orígenes.

Andrés Torres, en ‘Diálogos de Cocina’
Emocionaba también el texto que leyó ante el público Leila Guerriero. Ella, que reconoció que la palabra en torno a la que giraba el encuentro no la define radicalmente, habló de una infancia en la que disfrutaba asustándose y de un padre al que le gustaba llevarlos por rutas peligrosas. Pero la escritora argentina reconoció un miedo primal a que nada sea tan bueno como ya fue, “a que lo mejor haya quedado atrás sin que yo me diera cuenta. Miedo al pasado, no al futuro”: Y confesaba su temor a que “hayan tocado ya el último vals y que no solo no me haya enterado, sino que no lo haya bailado”.
Su miedo, decía, es “un miedo del que no quiero desprenderme” que usa como herramienta para no morir: “Hazlo, y si te da miedo, hazlo con miedo”. Un miedo “que me hace perseverar en no vivir una vida embalsamada”.
Provocadora, la artista Greta Alfaro evocó una sociedad que practica el canibalismo y saboreó mientras leía, relamiéndose, un macaron elaborado en Mugaritz con su propia sangre.
Hubo buenas entrevistas ante el público: a Bittor Arguinzoniz (Asador Etxebarri) por parte de Lakshmi Aguirre y a René Rezzepi, de Sasha Correa. Hubo confesiones y confesiones: de El Niño de Elche; o de todos cuanto pasaron por los micrófonos de los autores del exitoso podcast La Picaeta.

Bittor Arguinzoniz también asistió al encuentro
Hubo suculentas reflexiones como las de Iñaki Martínez de Albéniz, autor de El Idiota gastronómico (Col&Col Ediciones), quien distinguió entre la gastronomía de altos vuelos y la reptiliana (“Vivir la tierra y tener una gastronomía para ser felices y hacer felices a los demás”) y apeló al sentido de la responsabilidad, a “perder el miedo a tocar la tierra y hacer rituales”. El sociólogo recordó a Francisco de Asís, el santo de los pobres, y una de sus frases: “Yo necesito pocas cosas y lo poco que necesito lo necesito poco”.
Hubo reflexiones como las del cocinero y activista Andrés Torres y la periodista Núria Tesón, que hablaron del hambre como arma de destrucción masiva; como las del escritor Juan Soto Ivars, las del nutricionista Juan Revenga, el antropólogo Xavier Medina o el cineasta Paco Plaza, que proyectó algunas de las imágenes de terror de sus propias películas y de las que a él más miedo le han provocado como espectador.
Se habló del miedo compartido al mundo en que vivimos y a la próxima noticia con la que nos despertaremos. Y se compartió la idea de que quizás más que nunca nos conviene el diálogo interdisciplinar y escucharnos unos a otros. “Hay que respetar el miedo que tiene el otro, aunque nos parezca menor, porque es su miedo”, dijo Jumitus, frente a un Andoni Luis Aduriz emocionado de estar entre amigos admirados. Un Aduriz que el último día reunió en Mugaritz a algunos de los asistentes al encuentro para mostrarles algunas de las creaciones sobre las que trabajan para la nueva temporada.

Leila Guerriero también habló sobre sus miedos
Les mostró, entre otras muchas cosas, el taller de microorganismos. Y Ramon Perisé, uno de los talentos de la casa junto a Javi Vergara, invitó a abrir las latitas en las que asomaban los mohos, a la vista poco apetitosos, y llevárselo a la boca. ¿Sintieron miedo? No, una vez se atrevieron a probarlos. Solo a que deje de haber valientes que nos tomen de la mano y nos ayuden a atravesar el miedo que nos mantiene vivos. A nosotros y a ellos.