El fútbol es así

Opinión

Soy un culé de los de antes. Un de esos barcelonistas a los que hoy tildan, despectivamente, de levanta Recopas por pertenecer a una generación acostumbrada a perder o, lo que es lo mismo, a no ganar ni ligas, ni Champions, a diferencia de la de mi hijo mayor, miembro de una quinta criada en el triunfo y que ha desarrollado una mentalidad de nuevo rico, siempre, desde un punto de vista futbolístico. Como niño, yo me crie con Cruyff jugador, y mi hijo mayor, con Messi.

Y como barcelonista acostumbrado a ver las botellas medio vacías, he asistido a la evolución del fútbol como lo hacen los incrédulos. El Barça puede estar ganando 1 a 3 en el minuto 85 y sufro pensando en el empate. “Todo cambia, nada permanece”, dijo el filósofo, y con el fútbol moderno he tenido que hacer un esfuerzo de rápida aceptación. Todo está tan profesionalizado, que mi mente ha tenido que profesionalizase hasta el punto de que los futbolistas actuales me parecen más listos que los de antes. Provengo de una época en la que los periodistas consideraban que el más inteligente de los futbolistas españoles era uno que hablaba de si mismo en tercera persona.

Y en esta profesionalización del fútbol obligado por haberse convertido en un negocio que mueve miles de millones de euros, me impresiona comprobar como esa implementación de metodologías de trabajo modernas ha llegado a la nutrición de los profesionales del balón, a diferencia de los directivos de fútbol, cuyas fotografías del antes y el después daría para un simposio de endocrinólogos.

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Partido de ida de la Champions League entre el Barcelona y el Inter de Milan

Àlex Garcia / Propias

Si Johann Cruyff fumaba durante las medias partes de los partidos, no importaba. Si Maradona se zampaba siete empanadas de chorizo criollo una hora antes de una final de la Copa del Rey, nadie le llamaba la atención. Parte del triunfo de los futbolistas de élite actuales es una dieta controlada por un endocrino al servicio del club. Uno de los secretos de la longevidad profesional de los grandes futbolistas, es adecuarse a una dieta sana. Messi, por ejemplo, sustituyó en su momento las milanesas, por una dieta mediterránea basada en fruta, verdura y pescado. En cambio, con Dembelé no hubo manera de eliminar las grasas procesadas de su dieta, un milagro que, por lo visto, sí ha logrado Luís Enrique en el PSG.

El fútbol actual es una mezcla entre físico y técnico en la que la alimentación ha sustituido a la afición como jugador número 12, y cuando un equipo se queda con diez, difícilmente logrará ganar el partido. Hoy en día, frases como la que dijo el histórico entrenador Helenio Herrera, “se juega mejor con diez, que con once”, sonarían a boutade pronunciadas por un loco. Una correcta alimentación forma parte de la estrategia.

Cada futbolista tiene una dieta específica según el lugar que ocupa en el campo y también de las características de su organismo como el peso, la altura y sus características musculares. Lo que engulle Szczesny, el misterioso portero del Barça, es distinto a lo que come Pedri, jugador que partido tras partido supera el récord de kilómetros recorridos. Además, Szczesny fuma cuando termina un partido, una característica no compartida por el jugador canario.

Los especialistas recomiendan que un futbolista de élite realice cinco comidas al día incluyendo en ellas carbohidratos de bajo índice glucémico, aquellos que se digieren más lentamente y provocan una subida más gradual de los niveles de glucosa en sangre como legumbres, verduras, frutas, cereales integrales y en cuanto a proteínas, se recomiendan carnes magras y pescado. Y tras los partidos, algunos nutricionistas recomiendan batidos de recuperación compuestos por proteínas, electrólitos y carbohidratos.

Evidentemente, los futbolistas no son máquinas fabricadas por la IG, incapacitadas de disfrutar de una buena comida. Algunas veces, a los futbolistas del Barça se les ve en el restaurante de Torre Melina o en el Leña. Porque una cosa es destrozarse el organismo devorando una pizza grasienta, y otra muy distinta es ser fieles a los designios del endocrino disfrutando de una lubina madurada 3 días concebida por el chef Dani García. 

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