Tania Sánchez, profesora de Filosofía y autora del libro Filosofía para todos los días (Espasa), defiende una forma de pensar la vida más serena, más libre de obligaciones absurdas y menos centrada en la utilidad. En una reciente entrevista concedida a La Voz de Galicia, la pensadora reflexiona sobre cómo hemos convertido todo —incluso nuestras relaciones personales— en instrumentos que deben cumplir una función.
Uno de los temas más llamativos que aborda es el concepto de la amistad, y lo hace con una afirmación rotunda que invita a cuestionar nuestras expectativas afectivas: “No es humano estar siempre disponible para alguien como ChatGPT”. Con esta frase, Sánchez critica la idea de que una amistad verdadera implique disponibilidad constante, como si el vínculo dependiera de una atención inmediata e incondicional.
La amistad no se mide por la presencia constante
La filósofa señala que solemos confundir la presencia física o virtual inmediata con el compromiso emocional genuino. “Un amigo es un ser humano como tú y como todos, y en la amistad no tenemos que esperar que el otro esté siempre aquí”, asegura. A su juicio, juzgar el valor de una amistad por el hecho de que alguien no haya respondido a un mensaje en un momento difícil es un error común: “Si está siempre aquí no es un amigo, es un sirviente o algo raro”, sentencia.

Imagen de archivo
En lugar de valorar la amistad por la disponibilidad, Tania propone un criterio más profundo: “Para saber si un amigo es de verdad o no, sería más adecuado preguntarse si quiere mi bien o si yo quiero su bien”.

Tres amigas juntas.
La inutilidad también tiene valor. Más allá de las relaciones, Sánchez reflexiona sobre cómo vivimos obsesionados con que todo —objetos, acciones, incluso las personas— deben tener una utilidad. “Elijo la inutilidad a propósito”, afirma, en referencia a su propia evolución personal, al darse cuenta de que las cosas sin utilidad visible son, muchas veces, las únicas que realmente observamos y apreciamos.
Esta resistencia a lo útil como único valor vital se extiende a sus ideas sobre el amor, la familia, los regalos y los vínculos afectivos en general: “Parece que solo podemos disfrutar lo extraordinario, y que lo ordinario nos va a amargar. No estoy de acuerdo. En la vida cotidiana también se puede encontrar mucha felicidad sin esa obligación de disfrutar”.

Amigos riendo
La presión del “disfrute” y el riesgo del narcisismo
Sánchez también aborda el mandato moderno de disfrutar constantemente: “Cuando uno quiere hacer bien diciéndole a alguien: ‘Disfruta estos días’, ya estamos diciéndole que se va a acabar”. Esta exigencia permanente de placer puede generar angustia en lugar de bienestar, y contribuye a que muchas personas solo valoren lo excepcional, dejando de lado la belleza de lo cotidiano.
Además, lanza una crítica directa al individualismo contemporáneo: “La enfermedad de nuestra sociedad es más el narcisismo que otra cosa”. Por ello, diferencia entre amor propio y amor de sí mismo, apostando por este último como un cuidado personal no egoísta, sino compatible con el amor hacia los demás.