En un momento en el que muchas empresas abrazan la felicidad laboral y el buenismo corporativo como bandera, Santiago Ávila, experto en liderazgo y creador del proyecto El Poder del Liderazgo Humanista, lanza un mensaje contundente: “Puedes ser buena persona y que nadie te siga”.
Para él, el liderazgo real no se basa únicamente en caer bien o tener buenas intenciones. “No basta con ser amable, escuchar y ayudar. Liderar no es ser simpático: es tener impacto”, recalca.
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Liderar va más allá de la simpatía
Ávila explica que el verdadero liderazgo se construye sobre principios, valores y visión, pero también requiere firmeza y convicción.
“Buscar el desarrollo de los demás desde la exigencia, no desde la complacencia ni desde la compasión”, sostiene. Y añade que un buen líder debe saber corregir, imponer y, en casos excepcionales, incluso despedir, siempre poniendo por delante la estrategia y los objetivos.
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El ejemplo del entrenador de élite. Para ilustrar su idea, Ávila recurre al deporte profesional: “Piensa en un entrenador de élite: ¿crees que todo se consigue solo con comprensión y buenas palabras?”.
Según él, la exigencia es clave para lograr resultados sostenibles y para que el equipo crezca en rendimiento y confianza.
Pep Guardiola, considerado uno de los mejores entrenadores de la historia
Peligro: cuando el buenismo eclipsa el liderazgo
En su opinión, la actual ola de buenismo puede nublar la esencia misma del liderazgo auténtico. Poner la simpatía por encima de los resultados puede derivar en equipos que se sienten cómodos, pero que no avanzan.
“Liderar es definir la estrategia y facilitar el trabajo y desarrollo del equipo, pero sin dejar que la complacencia sustituya a la exigencia”, remarca.
