La escena es común en parques y hogares: un niño se aferra a su juguete mientras sus padres le instan a compartirlo. La psicóloga Carmen Cazorla desafía esta práctica tradicional argumentando que, lejos de fomentar la generosidad, puede transmitir un mensaje profundamente dañino: “Cuando obligamos a un niño a compartir sin que le apetezca, lo que aprende no es a ser generoso, sino que sus emociones no importan”.
En una entrevista concedida a la revista ¡Hola!, la experta desgrana un enfoque más respetuoso para acompañar el desarrollo natural de la empatía.
El egoísmo infantil
Un comportamiento natural y adaptativo. Contrario a la percepción popular, Cazorla explica que el llamado “egoísmo” en la infancia no es un defecto moral. “El egoísmo no es tanto un 'defecto' como a veces pensamos, sino una forma de mirar el mundo desde lo propio”, aclara. Este comportamiento es “bastante natural, incluso puede ser adaptativo: les ayuda a diferenciarse, a marcar límites y a reconocerse como individuos”.

Dos niños comparten caramelos
La psicóloga ilustra este punto con un ejemplo cotidiano: “Ese peque que no quiere prestar su muñeco favorito no es 'malo', simplemente está cuidando algo que para él es muy valioso”. Esta perspectiva redefine por completo la interpretación de la conducta infantil, desplazando el foco del juicio a la comprensión.
Uno de los puntos más reveladores de su análisis radica en las señales contradictorias que los adultos enviamos. Cazorla identifica una incoherencia fundamental en la crianza: “Les decimos 'no toques eso que es de papá' y, a la vez, nos enfadamos si no quieren compartir sus propios juguetes”.

Niños jugando.
Para un niño, esta dualidad es confusa y arbitraria: “Si papá tiene sus cosas, ¿por qué yo no puedo tener las mías?”. Esta inconsistencia dificulta que los menores interioricen el valor real de compartir desde la comprensión y el deseo genuino.
Acompañar en lugar de imponer
El camino hacia la generosidad auténtica. Frente a la imposición, la propuesta de Cazorla se basa en el acompañamiento respetuoso. “Más que imponer la generosidad a la fuerza, conviene acompañarles con coherencia y paciencia, enseñándoles que compartir no significa perder, sino también ganar experiencias juntos”, afirma la especialista.
La clave está en transformar la obligación en oportunidad: “Compartir no debería vivirse como una orden, sino como una oportunidad de conexión”. Cuando un niño asocia el acto de compartir con emociones positivas y disfrute conjunto, desarrolla una motivación intrínseca para ser generoso.

Niños jugando con el móvil en un restaurante
Estrategias prácticas para fomentar la generosidad sin forzar
La psicóloga ofrece herramientas concretas para aplicar este enfoque:
- Respetar los tiempos: “Si un juguete es nuevo, especial o justo en ese momento lo están disfrutando, es natural que no quieran prestarlo”. Forzar en estos momentos es particularmente contraproducente.
- Ofrecer alternativas: Antone la negativa a compartir, propone plantear: ”¿Quieres que juguéis juntos a otra cosa mientras tanto?”.
- Validar las emociones: Cuando son ellos quienes experimentan el rechazo, debemos acompañar su frustración enseñándoles que “no siempre vamos a obtener lo que queremos, pero que hay otras formas de relacionarse”.
Carmen Cazorla concluye con una poderosa imagen que redefine el concepto de compartir: “Al final, compartir debería sentirse más como invitar a alguien a tu fiesta, que como tener que dar lo tuyo a la fuerza”. Una visión que transforma la obligación en celebración, y el egoísmo percibido en una etapa natural del desarrollo emocional saludable.