En una de sus conversaciones más recordadas con Jesús Quintero, el escritor y dramaturgo Antonio Gala dejó una reflexión que, décadas después, sigue resonando con fuerza. Con su característico tono pausado y filosófico, comparó la búsqueda de la felicidad con la del amor, dejando claro que ninguna de las dos se alcanza persiguiéndola de forma desesperada.
“Me pasa como con el amor. Supongo que si el amor tiene que volver otra vez a mi vida, tocará a mi puerta. No se puede andar por las esquinas buscándolo. Eso no conduce a nada, no conduce más que al insomnio y a la resaca”, afirmaba el autor de La pasión turca.
La serenidad como objetivo vital
Para Gala, la felicidad no es imprescindible. Lo verdaderamente esencial, explicaba, es la serenidad: esa calma interior que llega con el tiempo y la experiencia. “La felicidad vendrá si tiene que venir, y si no, que la zurzan, porque tampoco es imprescindible. Para mí ya es imprescindible otra cosa, que es la serenidad”.

Antonio Gala con Jesús Quintero
El escritor definía la serenidad como sentirse parte de algo más grande, aunque sea de forma mínima y aparentemente insignificante: “Comprendo que la serenidad es sentirse como una pequeña tesela de un gran mosaico, prescindible, mínima, confusa, pero en su sitio, formando parte de una cosa muy grande que no sabemos exactamente lo que es”.
Una lección que trasciende el tiempo
Las palabras de Antonio Gala nos recuerdan que vivir con propósito no implica forzar las circunstancias, sino aprender a aceptar y encontrar sentido en el lugar que ocupamos. En un mundo acelerado que nos empuja a la búsqueda constante, su mensaje es una invitación a bajar el ritmo y cultivar la calma.