La llamada cultura de la cancelación nació como una respuesta a los abusos de poder y a la impunidad. Surgió del deseo legítimo de señalar comportamientos dañinos, de exigir responsabilidades allí donde la justicia o las instituciones no llegaban. Sin embargo, con el tiempo, ese impulso ha mostrado su cara más compleja: la frontera difusa entre la denuncia y el linchamiento público.
La cantante Miley Cyrus la vivió en sus carnes al dejar atrás su papel infantil en 'Hannah Montana' para evolucionar hacia una imagen más provocadora con el lanzamiento en 2013 de su album 'Bangerz'. La artista ha reflexionado sobre lo dura que fue esa etapa, en una entrevista para 'CBS Sunday Morning'.
Hannah Montana serie de televisión protagonizada por Miley Cyrus
Censura mediática
La cancelación de Miley Cyrus. Miley Cyrus ha sido, durante años, uno de los rostros más visibles de la cultura de la cancelación. Pasó de ser la estrella infantil idealizada por Disney a convertirse en el blanco de críticas feroces cuando decidió romper con esa imagen. Cada cambio de apariencia, cada gesto provocador o declaración sincera fue diseccionado en público, como si una joven artista no tuviera derecho a crecer frente a las cámaras.
Impacto. La artista de 32 años reconoce hoy en día que no entendió la magnitud del rechazo: “Supongo que fui la primera persona en ser cancelada. No supe hasta que fui mayor lo brutal que fue. Para mí, parecía divertido y lo fue. Solo ahora entiendo lo duro que fue para los demás”, explica.
Familia. En una entrevista previa en el podcast 'Reclaiming With Monica Lewinsky', Miley relató que el entorno mediático llegó a afectar profundamente a sus cinco hermanos, que llegaron a sentir vergüenza y no querían ir a al escuela.
Precedentes. Antes de que existiera la expresión “cultura de la cancelación”, algunas mujeres ya conocían sus efectos. Artistas como Madonna o Sydney O’Connor enfrentaron críticas y sanciones sociales por transgredir las expectativas de su época. Sus decisiones, su libertad de expresión y su sexualidad pública fueron cuestionadas y, en muchos casos, castigadas por una opinión pública implacable.
Un patrón que persiste hoy en día. Las mujeres que se salen de los márgenes impuestos pagan un precio desproporcionado por la transgresión. Estos antecedentes muestran que la historia de la sanción social hacia mujeres valientes no es nueva, sino una constante disfrazada de modernidad. La exposición mediática y el escrutinio público actúan como mecanismos de control sobre quién puede expresarse, cómo y hasta dónde. Reconocer estas historias permite entender que la cultura de la cancelación actual no surge de la nada, sino que es un reflejo contemporáneo de una tendencia histórica: cuestionar y castigar a quienes rompen con los moldes de género y poder.

