'Madama Butterfly': cómo elegir el día de función en el Liceu según la soprano

Navidades con ópera

El teatro repone con tres repartos su delicada producción orientalista de la tragedia de Puccini. Del día 9 al 28

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Matthew Polenzani (Pinkerton) y Sonya Yoncheva (Madama Butterfly) posan juntos en el escenario del Liceu, en la presentación de 'Madama Butterfly' 

Llibert Teixidó / Propias

El papel de Cio-Cio-San, la joven y delicada geisha protagonista de Madama Butterfly, uno de los grandes clásicos del repertorio operístico, no es un papel para cualquier soprano. De hecho, las artistas llegan en momentos avanzados de su carrera, cuando encuentran el equilibrio adecuado entre técnica vocal, madurez física y experiencia dramática. No basta con tener una buena voz; es imprescindible una capacidad interpretativa que logre conmover al público con el desgarrador sufrimiento de esta joven abandonada. Y además está la exigencia física: Butterfly permanece casi toda la obra en escena, sosteniendo la acción dramática y musical, desde el júbilo de la enamorada hasta la catarsis final tras el desengaño. 

Su amado esposo, un depredador sexual que se casa únicamente para satisfacer sus apetitos, regresa a Estados Unidos tras una noche de pasión, dejándola embarazada. Cuando reaparece, lo hace ya casado con otra mujer y sólo para reclamar el hijo que Cio-Cio-San tuvo en secreto. El final con terrible suicidio da pie a una de las tragedias más profundas de Giacomo Puccini, con melodías que solo unas cuantas sopranos dramáticas pueden recrear hasta llevar al espectador a las lágrimas.

El papel de la joven y delicada geisha Cio-Cio-San no es para cualquier soprano: tres grandes voces asumen el reto en Barcelona

Este diciembre, tres grandes artistas asumen este reto en Barcelona, actuando del 9 al 28 (con una función Under 35 el día 8). La diva búlgara Sonya Yoncheva, la madrileña de voz poderosa Saioa Hernández y la estadounidense Ailyn Pérez, quien debuta en el Gran Teatre, lideran los tres repartos de la exitosa producción orientalista de Moshe Leiser y Patrice Caurier. 

Este montaje, que el Liceu rescata de su fondo de armario, se ha consolidado como una de las escenificaciones modernas más solicitadas de esta ópera icónica. Acumula ya cuatro reposiciones en el coliseo lírico de la Rambla desde su estreno en 2006, y diez en la Royal Opera House de Londres, el teatro coproductor, sin que otra puesta en escena internacional le haga sombra. ¿Qué estilo ofrecerá esta vez cada soprano? ¿Qué atractivos presenta cada interpretación en un rol que demanda una combinación de intensidad y control?

La soprano Ailyn Pérez interpretando Cio-Cio-San en Madama Butterfly, durante el ensayo del pasado día 30 de noviembre

Ailyn Pérez interpretando Cio-Cio-San en Madama Butterfly, durante el ensayo del pasado día 30 de noviembre

David Ruano

Vocalmente, Yoncheva destaca por su voz más coperta, caracterizada por una emisión cubierta o velada, pero con un tono cálido, oscuro y homogéneo. Este término italiano describe una técnica de canto que permite “cubrir” las vocales y las notas altas, logrando un timbre equilibrado y evitando cualquier estridencia. Su estilo refleja las cualidades típicas de la escuela eslava: una voz de color profundo, menos brillante, pero extraordinariamente rica y expresiva.

Saioa Hernández, por su parte, se distingue por una voz cargada de temperamento, combinando un dominio técnico impecable  con la expresividad propia de la tradición italiana. Sus cualidades son especialmente valoradas en repertorios veristas, como los de Puccini y Mascagni, así como en papeles lírico-dramáticos que exigen una intensa carga emocional y un dramatismo arrebatador.

La búlgara Sonya Yoncheva, la española Saioa Hernández y la estadounidense Ailyn Pérez representan tres estilos y escuelas distintas pero igualmente válidas

En este sentido, tanto la búlgara como la española brillarán especialmente en el último acto de la ópera, el más intenso y dramático. Por su parte, Ailyn Pérez, con su vocalidad transparente, probablemente destacará en el inicio, especialmente en la sublime y sutil entrada de Cio-Cio-San, considerada una de las más bellas de la historia de la ópera. Esta sección, que exige místicos sobreagudos en pianissimi (mientras llegan las primas), resulta ideal para la voz cristalina de Pérez, que además refuerza la credibilidad de la juventud del personaje, una adolescente nipona.

La soprano estadounidense, aún poco conocida en España pero que justamente acaba de interpretar a Mimì en La bohème en el Metropolitan Opera House de Nueva York, procede de esa escuela americana muy comprometida con el acting y el rol a interpretar. Y se encuentra en un momento vocal especialmente fresco, ideal para encarnar a Cio-Cio-San. Sin embargo, en el desarrollo dramático que culmina en un final emocionalmente devastador, podría carecer del aplomo vocal necesario para alcanzar la intensidad que este exige. 

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Ensayos de 'Madama Butterfly', con propuesta escénica de Moshe Leiser y Patrice Caurier 

David Ruano

Las tres escuelas —eslava, italiana y americana— ofrecerán interpretaciones distintas, pero igualmente válidas, cada una con su particular enfoque y riqueza. Y las secundarán otros tantos tenores en el rol del vil Pinkerton: Matthew Polenzani, Fabio Sartori y Celso Albelo. Mientras que Suzuki se lo repartirán las mezzosopranos Gemma Coma-Alabert, Annalisa Stroppa y Teresa Iervolino, y el papel de Sharpless lo defenderán Lucas Meachem, Thomas Mayer y Gerardo Bullón. Todos ellos dirigidos por el maestro Paolo Bortolameolli, que se hará cargo de las 15 funciones, con una música magistral que combina crueldad y compasión.

Estrenada en 1904, Madama Butterfly es, junto con sus tres grandes éxitos previos -Manon Lescaut, La bohème y Tosca-, una de las piezas clave del repertorio de Puccini. El Liceu culmina el año dedicado al centenario de la muerte del compositor con esta ópera situada en el Japón de finales del siglo XIX, cuyo libreto adapta una obra teatral -Madame Butterfly: A tragedy of Japan, de David Belasco-, basada en un relato de John Luther Long. “En aquel tiempo, la Europa culta y refinada se había dejado seducir por el encanto de la lejana cultura japonesa”, recuerda Víctor García de Gomar, director artístico del Liceu.

Fiel al libreto, la historia se desarrolla en un entorno japonés tradicional y lírico del siglo XIX. La escenografía de Christian Fenouillat recrea al detalle las viviendas tradicionales japonesas, si bien a través del vestuario de Agostino Cavalca, la sociedad occidental se enmarca en un ámbito atemporal, ya entrado el siglo XX, lo que ahonda en el choque cultural, uno de los temas universales que aborda la ópera, junto con la falta de empatía y las relaciones tóxicas. 

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