Conocí a Marisa Paredes, antes que como compañera de trabajo, en innumerables asambleas y huelgas con las que los actores intentábamos hacer valer nuestros derechos, como el de tener seguridad social. Así pues, al principio, tuve contacto con la Marisa activista, nos veíamos en la calle más que en la escena.
Trabajé con ella en Comedia sin título, el montaje de la obra de Lorca que realizó Lluís Pasqual en 1989 en el Centro Dramático Nacional. Ahí nos hicimos verdaderamente amigos, yo ya la valoraba antes como actriz, la veía como un ejemplo de elegancia, limpieza, sinceridad y verdad. Confirmé todo aquello que ya antes de tratarla me la había hecho sentir muy cercana.
Trabajamos juntos, a principios de los 90, en la serie Las chicas de hoy en día, dirigida por Fernando Colomo. Ahí pasó lo que pasa siempre con los actores cuando coincides mucho tiempo y congenias: entablas una relación estrecha y luego te alejas pero no dejas morir los vínculos.

Marisa Paredes en la película 'Todo sobre mi madre' de Pedro Almodóvar
Tuve ocasión de coincidir también en el reparto de La flor de mi secreto (1995), de Pedro Almodóvar. Para mí era muy fácil interpretar a un personaje locamente enamorado de ella, porque la admiración y el cariño que sentía hacia ella eran sentimientos cercanos. Ahí volvimos a pasar mucho tiempo juntos, recuerdo un viaje a Almagro, en el rodaje, yo tenía que entrar en su casa con ella en brazos, de tanto que repetimos esa escena pasé todo un día cargando a Marisa Paredes. Al llegar a la séptima toma –y eso que ella era el espíritu de un silbido–, le dije: ‘Te me vas a caer’, pero no fue así.
En la calle nos seguimos viendo, en las manifestaciones del no a la guerra, o últimamente para denunciar el genocidio de Gaza. Ideológicamente, puedo decir que he estado siempre de acuerdo al 100% con todo lo que ella manifestaba.
Era una mujer brillante y vital, de un enorme sentido del humor, sabía sacar punta fina a todas las cosas que pudieran ocurrir cotidianamente.
Como actriz, tiene interpretaciones memorables que se seguirán viendo durante mucho tiempo. Y, en el teatro, cualquier director que se planteara una propuesta en la que encajara su físico y edad, siempre pensaba en ella porque tenerla suponía elevar el estándar de calidad de un montaje.
He asistido a todos sus trabajos como espectador. Y me emociona decir que ella también a los míos.