Las calles de Nápoles saludan una vez más a Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959). La primera vez que el escritor se paseó por la capital mundial de la pizza, no imaginó que acabaría regresando, primero para documentarse y, más tarde, para presentar En el amor y en la guerra ( Grijalbo / Rosa dels Vents), la tercera entrega de La catedral del mar , la saga que le trajo la fama hace casi veinte años. “No tenía claro que algún día fuera a reprenderla. Podía haber contado la misma historia con otros personajes pero, por la época en la que sucede, tenía todo el sentido y en la anterior novela dejamos al Rey peleando en Nápoles. Además, volver con los Estanyol siempre es un placer. Forman parte de mí y de mi familia. Y, no nos vamos a engañar, son rentables”.
La nueva novela sucede en 1442 y está protagonizada por Arnau Estanyol, nieto del protagonista de La catedral del mar , quien sirve con fervor al rey de Aragón en la conquista de Nápoles. Un capítulo de la historia sobre la que, según apunta el autor segundos antes de apurar su espresso , “no hay demasiado novelado. Esto es una gran motivación para mí. Estamos en un momento en el que Nápoles se convierte en una de las ciudades más modernas de Europa. Alfonso V quiso hacer de la ciudad una capital de la cultura. Poco a poco, se fue dejando atrás el oscurantismo de la Edad Media para entrar en el Renacimiento, un periodo más luminoso y que afectó también al carácter. En el libro, se ve claramente que los personajes que viven en Italia son más abiertos de personalidad que los barceloneses, quienes en ese momento estaban sumidos en una crisis económica, social y laboral. Eran más cerrados y vistos como avaros. Llega un momento en el que se sienten abandonados por su Rey, que se quedó a vivir en Italia y no regresó a España, pese a que la Reina María estaba en Barcelona. La desconfianza hacia el monarca era total”.
Podía haber contado la misma historia con otros personajes pero, por la época, tenía sentido volver a ellos”
Más allá de la trama épica y repleta de batallas, hay otra que cobra igual fuerza: la de Marina, la hijastra de Arnau. Unos enemigos de la familia aprovechan la ausencia del guerrero para abusar de ella, lo que acarrea consecuencias devastadoras. “Para conservar la dignidad de la familia, o te ibas a la calle o acababas en un convento”.
Falcones desvela los entresijos de su historia mientras recorre Spaccanapoli, una de las principales arterias de la ciudad. A simple vista, y con el gran grupo de periodistas que le acompaña, podría parecer poco práctico elegir este lugar, estrecho y transitado. Pero lo elige porque se trata de una de las tres vías principales de la antigua Neapolis por lo que, con un poco de imaginación y dejando a un lado las tiendas de souvenirs, uno puede hacerse una idea de cómo era vivir en aquella época. Los cerca de diecisiete palacetes y numerosas iglesias con las que el autor se topa ayudan a ello. “Este es el complejo monumental de Santa Clara”, señala en una de las paradas. “Aquí ingresaban las hijas de los nobles. Y es la primera opción que Arnau piensa para Marina tras su desgracia, pese a que ella se resista a vivir enclaustrada por el resto de sus días. La opinión de la mujer era papel mojado en aquella época, y en muchos lugares todavía hoy”.

Ildefonso Falcones recorre Nápoles en la tercera entrega de 'La catedral del mar'
Pese a la poca autonomía de la que disponían, Falcones dibuja una serie de protagonistas femeninas luchadoras, que reclaman su situación y, también, su derecho al deseo. “El sexo es algo con lo que me encuentro en mis novelas. Son escenas que a mí me gustan, y no quiero que esto suene como algo depravado. El sexo es algo natural y, como lector, me da mucha rabia cuando es evidente que dos personajes van a tener relaciones y, de pronto, termina el capítulo y se da por hecho que las han tenido. Después nos recreamos en asesinatos, en vísceras y nos olvidamos de algo tan normal como contar que la gente se acuesta. Con los años, esta tendencia parece que va a peor. A mi modo de ver, antes había más libertad y ahora más puritanismo”.
Nápoles se convierte en una de las ciudades más modernas de Europa durante el reinado de Alfonso V”
La homosexualidad es también un tema muy presente. “Me encuentro con un Rey que escapa de Barcelona y que no regresa más. Tiene a su mujer, María, enfermiza y que no le da hijos, a la que deja en Barcelona. Luego es cierto que tiene tres bastardos con una valenciana que apenas nadie la conoce. En Nápoles no vuelve a tener hijos. Y luego nos encontramos con que se queda prendado de un paje, hombre. Y es un enamoramiento que es público. Lo benefició, lloró cuando se murió y le escribió un discurso. Más tarde, se junta con otra mujer durante diez años que sostiene que es virgen y que presume que, en todo ese tiempo que está con Alfonso V, no se acuestan. Es evidente que había mucho menos tabú y que las relaciones homosexuales estaban a la orden del día. Es más, eran una costumbre casi obligatoria para los jóvenes de la alta sociedad, para que probaran antes de casarse”. Eso sí, admite, “todo lo que estuviera relacionado con la ley de la moral me ha traído algún que otro quebradero de cabeza porque me ha costado entender algunos aspectos de la legislación de la época. Socialmente estaba normalizado pero, luego, en determinadas situaciones, se castigaba”.
“La opinión de la mujer era papel mojado en aquella época, y en muchos lugares todavía hoy”
La ruta termina en la majestuosa fortaleza de Castel Nuovo, uno de los emblemas de la ciudad. Falcones no quiere hablar de más, pues este es uno de los escenarios que más peso cobra al final de la novela. Sin embargo, sí que anima a los presentes a que miren con detenimiento el arco de triunfo de su entrada. “Es una más de las muestras de nuestro paso por aquí. El Rey Alfonso mandó construirlo para celebrar su conquista. Además, renovó por completo su interior e hizo cambios importantes. Por ejemplo, la entrada antes daba al mar. Eso no tenía demasiado sentido, ya que era como darle la bienvenida a los enemigos que pudieran venir”.

Ildefonso Falcones en Castel Nuovo, en Nápoles, en un recorrido por su última novela, 'En el amor y en la guerra'
Falcones no descarta que la saga pueda continuar. Adelanta que su próxima novela no tendrá nada que ver, pero se niega a pensar que este sea el cierre de una trilogía. “No me cierro a nada”. Su vida, asegura, está ligada a la basílica de Santa Maria del Mar que, aunque menos, también está presente en este libro, “aunque aparece en contra de los Estanyol”. El próximo jueves, presentará allí su nuevo libro a las 19 horas. “Uno no se tiene que olvidar de los lugares que tanto le han aportado”.
“Se me ha criticado mucho por el derecho de pernada, con el que empieza la saga de ‘La catedral del mar’”
¿Proyectos audiovisuales? “Todavía no se ha publicado la novela –llegará a las librerías el 18 de febrero– y ya hay algún interesado. Tendría todo el sentido, teniendo en cuenta que ya se hizo la primera y la segunda parte. Es una forma de poder llegar a nuevos lectores. Hay muchos jóvenes que no habían nacido cuando se publicaron los primeros dos tomos”.
A todos ellos, les dedica su nueva historia. Y, también, a los historiadores más quisquillosos, a los que regala unas últimas páginas donde argumenta algunas licencias que se ha tomado y otras anotaciones históricas. Entre ellas, el presunto derecho de pernada que otorgaba a los señores feudales la potestad de mantener relaciones sexuales con cualquier doncella sierva de su feudo que fuera a contraer matrimonio. “Se me ha criticado mucho por empezar así La catedral del mar . Escribir una explicación al respecto es algo que me he tomado de forma personal. Hay una serie de cosas que acepto pero esta no porque esa violación es el principio de la serie. Se han hecho hasta podcasts en los que se ha insinuado que invento cosas o que alguien escribe mis textos. Es algo que me duele. Pero, por suerte, son solo unos pocos”.
¿Regresará algún día a la Edad Media, que tanto le ha aportado? “Es muy atractiva y le gusta mucho a los lectores, aunque creo que toca alejarse por un tiempo. Pero nunca digas nunca”.

Interior de la basílica de Santa Maria del Mar de Barcelona
El superventas lamenta que no le tengan en cuenta en algunos certámenes
A Ildefonso Falcones siempre le gustó escribir. Toda su vida soñó con poder dedicarse a ello y, antes de ir a la universidad, anunció en casa la decisión de dedicarse a las letras. “Cuando mi padre murió, yo tenía diecisiete años y le comenté a mi madre que quería dejar de estudiar. Me dijo que estaba loco y que estudiara. Que solo cuando tuviera una estabilidad en la vida, me dedicara en exclusiva a la escritura”. No me hizo mucha gracia pero seguí su consejo. Con los años, me he dado cuenta que es lo mejor que podría haber hecho. Pasaron cinco años hasta que alguien se interesó por La catedral del mar y antes hubieron otros escritos. Imagina que mi familia hubiera tenido que depender de eso. La necesidad te lleva a muchos errores y situaciones”.
Por eso dio el paso cumplidos los 46 años, con cuatro hijos y un despacho de abogados que me ofrecía estabilidad. “Era un hombre con una vida hecha que no estaba destinado a triunfar. Estaba fuera de los círculos literarios, soy católico y conservador y estoy casado. Esto no vende y, sin embargo, aquí estoy. Me pilló todo a una edad en la que pude tener los pies en el suelo. Con 20 años te puedes volver loco y creerte que eres Dios”.
Eso sí, lamenta: “Han pasado los años y siguen sin invitarme a certámenes de novela histórica de Barcelona. Tampoco fui a la Feria de Frankfurt. A Guadalajara sí que iré, pero porque me lleva la editorial. No necesito nada de todo esto. Tengo una vida completa pero, si me preguntan, sería absurdo decir que no me molesta”.