Las barbas de mi vecino

Alarmado por las noticias sobre los estragos que la inteligencia artificial está provocando en la industria periodística y audiovisual, le pido al ChatGPT que, aplicando mi estilo, redacte una columna sobre los peligros de la IA. No es egolatría; es miedo. Hace unos días, vi a un vecino que, en la esquina y vocalizando mucho, hablaba en voz alta con su móvil. Resulta que no hablaba con ningún humano, sino con la asistente de ChatGPT para móviles. Transcribo el texto encargado: “Si nos detenemos a pensar un poco, vemos que las debilidades de la IA son muchas. La primera, y quizá la más evidente, es su dependencia de unos datos que, a menudo, no son ni completos ni imparciales. Una IA que aprende solo a partir de datos imperfectos se convierte en una máquina de decidir equivocadamente. Un ejemplo es su fracaso al reconocer ciertas imágenes o al hacer predicciones basadas en sesgos que reproducimos constantemente. Por otra parte, la IA (...) está sometida a nuestras limitaciones, nuestros prejuicios y nuestra inestabilidad emocional. Las máquinas, por muy avanzadas que estén, no saben qué significan la conciencia, ni el estrés, ni la soledad. Desde el momento en el que alguien confía en una IA para resolver problemas humanos, está inadvertidamente dejando de lado una parte de la realidad. La IA puede llegar a ser una excelente herramienta para automatizar tareas mecánicas, pero en ningún caso puede sustituir la complejidad de una decisión humana auténtica”.

Le pido al ChatGPT que, aplicando mi estilo, escriba una columna sobre los peligros de la IA

No descarto que, a causa del miedo, esté perdiendo criterio, pero yo diría que el texto es algo insulso y que abusa de los lugares comunes. Pero lo que más me preocupa es que no incluya ninguna referencia al peligro de dejarme sin trabajo si, a corto plazo, cualquier contenido de La Vanguardia puede ser replicado por una tecnología tan accesible. Por exceso de vanidad, yo esperaba más vigor combativo, toques de acidez sarcástica, alguna cita cómica y no este discurso más propio de un cuñado que de una tradición tan respetable como la del columnismo periodístico. Decepcionado, vuelvo al ChatGPT y, aplicando las mismas condiciones – y recordando al vecino que lo utiliza como animal de compañía–, le pido un texto sobre la decepción. ¿Resultado?: “La decepción es como un oscuro telón que se despliega ante nuestros ojos cuando menos lo esperamos, como si la vida fuera una obra de teatro que, a medio camino, decide interrumpirse sin avisar, sin explicaciones. No es un impacto repentino, ni una gran tragedia, sino más bien una especie de desgaste insidioso, de aquellos que se van acumulando sin que nos demos cuenta, hasta que ya no sabemos distinguir la línea entre lo que esperamos y lo que tenemos”. ¿Me lo parece a mí o este texto es de una insipidez y una cursilería notables? Es una pregunta que le podría hacer al ChatGPT, pero, por si acaso, prefiero ahorrármela.

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