Todos los escritores que han ido a la cárcel

La paradoja del cautiverio creativo

La italiana Daria Galateria publica un ensayo sobre los autores que sufrieron cautiverio y cómo la prisión se convirtió, en algunos casos, en un espacio de libertad

Imagen de Miguel de Cervantes

Miguel de Cervantes 

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La represión estimula el ingenio e incluso la inspiración artística. Con este razonamiento se puede llegar a una conclusión extrema: el único espacio real de libertad en el mundo es la cárcel. Es necesario hacer una premisa: la regla solo vale para los escritores, o mejor dicho, “para lo que los escritores cuentan sobre sus experiencias y, sobre todo, para aquellos con un cierto sentido del humor”.

Daria Galateria, refinada autora italiana y catedrática de literatura francesa en la Universidad La Sapienza de Roma (ha editado la primera edición comentada en el mundo de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust), después de haber leído miles de “memorias”, encontró un punto común en esos textos: “Quienes han estado en prisión han encontrado en ella un beneficio artístico, incluso como escape de la verdadera cárcel del escritor: el escritorio”. Así, decidió recopilar las historias de 43 autores que, aunque a menudo tienen poco en común, comparten la experiencia de haber pasado un tiempo duro, pero valioso, dentro de una celda, desde donde, quizás por aburrimiento, se dispone de más tiempo para concentrarse y observar el mundo con mayor claridad. De esta idea nació un libro delicioso y divertido, erudito sin ser pesado, Condenados a escribir. Escritores entre rejas, publicado en Italia en 2012 y traducido por primera vez al español (por Francisco Campillo) para la editorial Impedimenta.

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La lista de encarcelados es larga y, sobre todo, variada. Comienza en el siglo XVIII (“por eso no incluí a Cervantes”, explica ella) y llega hasta el siglo XX. Están aquellos que deben su gloria a la cárcel (o a la fuga), como Giacomo Casanova y el héroe del Risorgimento italiano Silvio Pellico. Quienes aprovecharon el encierro para aprender sobre la naturaleza de su pueblo, como Fiodor Dostoievski. Jorge Semprún encontró en una letrina en el campo de Buchenwald un pequeño oasis de libertad de palabra. Cuando Jean Cocteau leyó por primera vez Nuestra Señora de las Flores de Jean Genet, lo recomendó a los editores parisinos diciendo que Genet, “habiendo pasado toda su vida en la cárcel, era un hombre verdaderamente libre”. Su consagración literaria le permitiría pasar de casi recluso de por vida a una figura clave de la literatura del siglo XX.

Chester Himes, uno de los más grandes narradores de la violencia y la marginalidad, le debe a la cárcel sus peores momentos, como la tortura, pero también su redención, desde el momento en que su madre le regaló una máquina de escribir. Los editores no tardaron en ver la oportunidad: cuando Guillaume Apollinaire fue encarcelado injustamente por el robo de la Gioconda, Jacques Chardonne, director de la editorial Stock, le escribió extasiado: “Sale usted de prisión más célebre de lo que era cuando entró; su libro es de los más buscados. Todo esto bien vale algo de aburrimiento”.

Jorge Semprún (1923-2011), político, escritor e intelectual español.

Jorge Semprún (1923-2011), político, escritor e intelectual español. Por guerrillero comunista, fue deportado a Buchenwald.

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Para sobrevivir se necesita una pluma y papel, pero incluso quienes no los tienen se las ingenian: como el marqués de Sade, quien durante su encarcelamiento en la Bastilla (1784-1789) escribió su obra más dura, Los 120 días de Sodoma, en un rollo de papel de 12 metros de largo y apenas 11 cm de ancho.

Otro elemento esencial es la ironía. Voltaire, arrestado en 1717 por escribir versos ofensivos contra el regente Felipe II de Orleans, engañó a la policía asegurando que todos sus documentos estaban en el excusado. La autoridad parisina encargada de las letrinas, Madame l’Intendante Merdière, tuvo que supervisar la búsqueda, lo que terminó en un desastre: la fosa séptica se derrumbó, inundando el sótano del edificio con un hedor insoportable. La propietaria del inmueble, indignada, demandó y ganó un juicio contra la Corona por los daños causados.

La escritora Goliarda Sapienza

La escritora Goliarda Sapienza, encarcelada por robo: tomó las joyas de una amiga para salir de la rutina burguesa 

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Sin embargo, el sarcasmo podía volverse un arma de doble filo: el gran dramaturgo Václav Havel, quien más tarde se convirtió en presidente de la República Checa (o Checoslovaquia), fue encarcelado por el régimen socialista en un campo de prisión. Tenía derecho a escribir una carta a la semana a su familia, con una condición: estaba estrictamente prohibido cualquier indicio de humor. Pero Havel se preguntó: ¿Cómo se puede contar un lugar infernal como ese sin un poco de humor? Imposible. Así que, en lugar de escribir “régimen”, escribía “el punto focal socialmente evidente del no-yo”.

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Para las mujeres, la tesis es aún más válida: “Para muchas, la cárcel representó la primera oportunidad real de autonomía.”, dice Galateria. “Fuera siempre tenían que cuidar de otros: maridos, hijos, padres; dentro, solo estaban ellas mismas”. La escritora italiana Goliarda Sapienza (1924-1996) se dio cuenta de ello y, cansada de la vida burguesa sin estímulos y de los “no” de los editores, se dejó arrestar tras robar las joyas de una amiga rica. La experiencia con las otras reclusas fue decisiva para inspirarla, y L’Università di Rebibbia (el nombre de la cárcel de Roma donde estuvo detenida) se convirtió en el éxito que había esperado toda su vida. Bastaba con ir a la cárcel.

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