Rateta –de Montserrat– ha conseguido dejar atrás la vida en la carnicería de sus padres y ha hecho carrera como medievalista. Ha pasado un cáncer, enfermedad de la cual su hermana pequeña, Sió, acabará muriendo. Si el argumento les suena, quizá es que están familiarizados con –una parte de– la vida de Antònia Carré-Pons (Terrassa, 1960), que acaba de publicar La gran família (Club Editor), una novela nacida “de la perplejidad por cómo puede ser que dos personas nacidas en el mismo lugar, en la misma familia, de los mismos progenitores, desarrollen personalidades tan diferentes y tengan comportamientos tan distintos ante determinadas circunstancias y evoluciones vitales tan dispares”.
La novela se estructura en tres momentos vitales de la relación entre las hermanas, como explica la propia autora: “En la infancia las hermanas son pequeñas y se pelean y se discuten, pero se quieren sin decírselo. En la adultez, la época en que te sitúas en el mundo y te tienes que pelear para encontrar tu lugar y que te lo respeten, ellas se separan porque tienen una trayectoria vital muy diferente. Finalmente, el reencuentro de las hermanas cuando hay una situación dramática, el cáncer, y aquí salen estos sentimientos soterrados que no se han explicitado nunca, que han circulado siempre como el agua subterránea, no se veían pero estaban, y en el momento que han tenido que salir han manado como una fuente, porque en las familias, sobre todo años atrás, no se hablaba nunca de emociones ni de sentimientos, la relación familiar era cotidiana”.
Para la autora, no es una novela de autoficción: “Yo no hago literatura del yo, sino del nosotros”
“La carcasa, el cálculo de estructuras de la novela, es autobiográfico, pero la literatura es escribir la verdad y mentir todo al mismo tiempo. Yo no hago literatura del yo, sino del nosotros”, asegura Carré-Pons, que de algún modo traza un homenaje a su familia, como ya hizo creando la editorial Cal Carré, que lleva el nombre de la charcutería familiar que cerró la persiana en el 2016: “Sin haberlo pensado, en el fondo es un homenaje y también como una venganza dulce, porque he acabado convirtiendo Cal Carré en lo que ni mi padre ni mi madre ni mis abuelos querían que fuera, porque mi destino era ser charcutera. Por eso la novela también habla de la necesidad de escapar del destino, porque si no, no creceríamos y no nos haríamos personas adultas e independientes”.
Ella, como Rateta, huyó leyendo, mientras que su hermana Joana, como Sió, viajaba: “Una huye metafóricamente y la otra literalmente, y con la edad te acabas reconciliando con ese pasado, hasta el punto de que al final del libro Rateta hace un diccionario de los valores que le han transmitido en la carnicería, como la constancia, la solidaridad o la honestidad. Pero el espíritu de aventura y el gusto por el placer estético los debió aprender en algún otro lugar, porque afortunadamente no todo lo aprendes en casa”.
Y hacer las paces con el pasado también significa acceder a una cierta sabiduría, claro: “Me doy cuenta de que no puedes juzgar a nadie, porque cada uno hace lo que realmente puede con la mochila que lleva encima y dentro y con las circunstancias y con las opciones de vida que le han venido dadas y que ha escogido. Te das cuenta de que los viejos acaban teniendo razón y que estas frases lapidarias que te decían de pequeño a veces están llenas de sabiduría”.
En la novela, como hemos visto, la lectura tiene un papel destacado: “En mi vida la literatura es fundamental, es una casa que nos salva. Rateta, desde muy pequeña, aunque tiene dificultades de visión, lee, lee muchísimo no hace más que leer, porque eso la separa de aquel mundo sanguinolento, lleno de cuchillos y lleno de violencia soterrada que es el de los cerdos. Y como lee, después estudia y se hace medievalista”.

Antònia Carré-Pons, en la librería La Impossible de Barcelona
Una editora (des)enmascarada
Aunque la Rateta de la novela ni escribe novelas ni se convierte en editora, Carré-Pons hace salir en una de las conferencias inventadas que escribe a la escritora Cristina de Pizan, de quien publicó en Cal Carré su libro más emblemático, La ciutat de les dones, que considera “el primer no es no de la historia”.
Uno de los últimos libros de la editorial, por cierto, es La mort de la Virginia, de Leonard Woolf, una parte de sus memorias, por primera vez traducido al catalán, en que habla de los últimos meses que vivió la pareja antes del 28 de marzo de 1941, cuando se suicidó, y además añade tres cuentos de la escritora.