A la sombra de ‘monsieur’ Goncourt

La Diada de Sant Jordi

Pierre Lemaitre resiste, como Astérix en la aldea gala, el aluvión firmante de su primera Diada

FOTO ALEX GARCIA AMBIENTE DE LA DIADA DE SANT JORDI EN EL CENTRO DE BARCELONA. ROSAS Y LIBROS. PIERRE LEMAITRE 2025/04/23

Un jabato novelPierre Lemaitre se sometió a una intensa jornada de contacto con sus lectores y, aunque acabó agotado, aseguró que volvería a repetir

Àlex Garcia

Hospedado en el Hotel Claris, Pierre Lemaitre (París, 74 años) se levanta de la cama a las seis de la mañana y se zampa un desayuno respetable para cargar las baterías: dos huevos fritos con champiñones, dos panqueques, dos zumos de naranja y un expreso doble. Prêt pour la bataille . Con zapatillas cómodas (unas Timberland), vaqueros y camiseta negra, estrena la jornada posando para el objetivo de Daniel Mordzinski, asoma un rato por La Virreina y enseguida después acomete el maratón de firmas. “¿Todo eso es para mí?”, se pregunta al contemplar la cola que le aguarda frente al tenderete de la librería Finestres; “haced una foto y mandádsela a Pascaline, por favor, que lo vea”, les pide a sus acompañantes de la editorial. Pascaline Mayet, su esposa, ha preferido darse una vuelta por la ciudad atestada y primaveral con la hija de ambos, Suzanne.

El cometido de la cronista durante la Diada, el primer Sant Jordi de Lemaitre, consiste en pegarme cual lapa a su persona, convertirme en su sombra y consignar cuanto hace y dice. Saluda efusivo a sus compañeros de fatigas en la caseta, aun sin conocerlos: Alana S. Portero, David Uclés, Cristina Rivera Garza, Javier Argüello y Antònia Carré-Pons. Por aquello de romper el hielo saco del bolso, para que me lo firme, el ejemplar requetesubrayado de Nos vemos allá arriba , la novelaza con la que ganó el Premio Goncourt en 2013, el alegato antibelicista sobre la carnicería de la Primera Guerra Mundial que inaugura la trilogía Los hijos del desastre . Aunque no se mata con ninguna dedicatoria —“pour Fulano”, sin más, porque no le darían los tendones de la muñeca—, se muestra solícito con cuantos admiradores se le acercan, incluso con el reportero que, micro en mano, le suelta a bocajarro y sin vaselina: “Hábleme de su libro”.

“Veo que en San Jordi el encuentro con los lectores es muy breve, pero resulta muy intenso, muy emotivo”

Luego a Laie; acto seguido, al puesto de FNAC sorteando multitudes. ¿Estará siendo de su agrado esta folie pasada de vueltas? “No tengo cultura de ferias del libro porque no me gustan; me aburro —dice—. Pero me estoy dando cuenta de que en Sant Jordi, aun cuando el encuentro con los lectores es muy breve, resulta muy intenso, muy emotivo”. Cierto, la crónica puede dar fe: a Maricruz, una fan veterana, se le saltan las lágrimas en cuanto consigue alcanzar la mesa del autor: “Es que esos cambios repentinos que calza en las tramas me fascinan, ¿sabe?”. Genny se ha desplazado desde León solo para obtener su rúbrica y retratarse con él; rebusca en el móvil y le muestra una foto del día de su boda: ella misma vestida de novia, con su novela (casi) homónima entre los brazos.

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El escritor francés, con el ejemplar de La Vanguardia de ayer 

Àlex Garcia / Propias

Se está inflando de firmar ejemplares de su última entrega sobre la familia Pelletier, Un futuro prometedor / Un futur radiant ( Salamandra/ Bromera), y algunos de sus incondicionales ya vienen con el libro leído. Una, dos y hasta tres lectoras le suplican, por favor, que Geneviève, un personaje pérfido, obtenga su merecido en la próxima novela de la serie. “Le aguarda un destino terrible —las complace—. Con los malvados de mis relatos no tengo piedad”.

Lemaitre no tiene un no. ¿Quieren conversar con él acerca de Pérez Galdós? Adelante. ¿Tres firmas de libros viejos de una tacada? Vale. ¿Otra foto? Bien sure! Pero a medida que se acerca la hora del almuerzo, se le advierte la fatiga en el ceño, en las comisuras de labios y ojos. Tal vez le haría falta una dosis de la poción mágica que el druida Panorámix le preparaba a Astérix para resistir en las Galias a la invasión romana. Se excusa de asistir a la comida que organiza la editorial en el Hotel Majestic; prefiere retirarse a descansar un rato con la promesa de reengancharse a los postres, que cumple a rajatabla. Eso sí, da cuenta de una porción de pastel de chocolate y una copa de tinto, de Pla de Bages. Carbón a la caldera.

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La tarde avanza sinuosa como la cola de un dragón cubierta de escamas. Siguen firmas en el puesto de Bromera, en la librería francesa Jaimes, en Documenta, en la Casa del Llibre. Quien escribe estas líneas va sentándose en las sillas vacías de los escritores que no llegan a tiempo a sus citas, derrengada, como si volviera (ilesa) de patear fango en las trincheras del Somme. Aunque resiste como un jabato, Lemaitre también parece estar pensando en la marmita del druida, un buen trago. ¿Repetiría la experiencia? Sonríe y asegura que sí.

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