‘Un menú tancat’: dramedia tecnoemocional (★★★✩✩)

Crítica de teatro

Jordi Casanovas va más allá del tópico cultural de la magdalena de Proust, casi tocando el extremo alquímico de ‘El perfume’ de Süskind

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Una imagen de 'Un menú tancat'

Una imagen de 'Un menú tancat', con Joan Arqué, Roger Coma y Òscar Muñoz 

David Ruano

Un menú tancat ★★★✩✩

Autoría: Jordi Casanovas

Dirección: Llàtzer Garcia

Intérpretes: Joan Arqué, Roger Coma, Òscar Muñoz

Lugar y fecha: La Villarroel (22/V/2025)

José Novoa ha diseñado para Un menú tancat una réplica adaptada a las medidas del escenario de La Villarroel del triestrellado restaurante de los hermanos Torres. Una impoluta cocina de acero rodeada de mesas bajo nubes de leds. Pero esto es el Xalar, el dos estrellas propiedad de Oriol (Joan Arqué). Xalar, sinónimo en catalán de disfrutar. Sólo hay que mencionar de pasada la receta de un polvorón de tomate y ya tendríamos el juego de guiños de la alta escena gastronómica barcelonesa casi completa en un teatro.

Giro

La risa es un cebo para coger al espectador y tenerlo sujeto cuando la obra vira hacia la tragedia íntima

Oriol está metido en una crisis, como muchos cocineros de la ficción y la telerrealidad de la última década. También su amigo Mateu (Òscar Muñoz). Un personaje que podría coincidir en el mismo diván del desconcierto de los hombres que se replantean su masculinidad por amor con el Jordi de Francesc Ferrer, coprotagonista de Plaer culpable, de Lara Díez Quintanilla. El tercer comensal es Eduard (Roger Coma), todo él fachada de macho alfa. El restaurante está cerrado para un menú sorpresa del chef. Un experimento privado de cocina tecnoemocional (el concepto con el que Pau Arenòs intentó destilar la experiencia sensorial de El Bulli) que la escritura de Jordi Casanovas lleva más allá del tópico cultural de la magdalena de Proust, casi tocando el extremo alquímico de El perfume de Süskind.

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Una comedia dramática que introduce el conflicto con un curioso autorreferencial puente metateatral: unas frases y aparece Jauría, el drama documental sobre el caso de la Manada, también escrito por Casanovas. Un anexo a lo aprendido por el autor sobre el patriarcado, centrado esta vez en la represión emocional de los hombres. Un striptease psicológico amablemente sadomasoquista –entre placer y dolor– de unos personajes quizá algo limitados en su carácter instrumental. Conejillos de indias de una furtiva lágrima.

Como otras aparentes comedias recientes estrenadas en Barcelona, la risa es un efectivo cebo para coger al espectador y tenerlo sujeto cuando la obra vira poco a poco hacia la tragedia íntima. La dirección de Llàtzer Garcia conduce bien este cambio de tono, aunque la noche del estreno aún se percibía una sobreexcitación de los recursos cómicos que con seguridad se irá graduando con el paso de las funciones hasta alcanzar ese equilibrio tan especial de las dramedias francesas. La excelente base actoral ya está ahí y asoma cuando la obra se vuelve más sombría y los personajes empiezan a resquebrajarse –hasta los más refractarios a la exhibición de las emociones– y mostrar las entrañas descompuestas de unos hombres víctimas del lado oscuro de la masculinidad dominante.

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