La Navidad que nevó en Barcelona, Carmen Amaya bailó por las calles blanquecinas ante la cámara de Francisco Rovira-Beleta. Los tarantos , rodada en diciembre de 1962, narraba la rivalidad entre dos familias gitanas cuyos enfrentamientos dejaban un rastro de sangre entre las chabolas del Somorrostro. La cinta, que fue candidata al Oscar a mejor película de habla no inglesa, mostraba con toda contundencia una ciudad ya desaparecida.
Todavía quedaban vestigios de esa Barcelona de las desigualdades y las zonas muy grises en Perros callejeros , el filme de José Antonio de la Loma que catapultó a la fama a Ángel Fernández Franco, El Torete , un muchacho de La Mina, que se ganaba la vida robando coches y tirando de los bolsos en la zona alta tanto en la ficción como en la vida real. La Barcelona quinqui tuvo otros momentos cinematográficos gracias a varias secuelas como Yo, el Vaquilla (José Antonio de la Loma, José Antonio de la Loma Jr., 1895) protagonizada por el mítico delincuente Juan José Moreno Cuenca.
Allen trajo luz a Barcelona, pero las sombras que parecían haberse esfumado todavía estaban allí
Los Juegos Olímpicos de 1992 renovaron la ciudad. El Somorrostro fue barrido para convertirse en una playa urbana, la Barcelona quinqui dio paso a la ciudad cool con salida al mar y, con el tiempo, al turismo. Eso atrajo también a cineastas de otros rincones. El pionero fue Pedro Almodóvar en su momento álgido. Vino a Barcelona, vio y venció. Nunca brilló tanto la ciudad como en ese traveling de Todo sobre mi madre (1999) que muestra el skyline barcelonés en todo su esplendor.
Nunca tuvieron Cecilia Roth, Penélope Cruz o Antonia San Juan escenarios tan bellos para recitar sus diálogos como el Mediterráneo visto desde las cristaleras del Hospital del Mar o el Palau de la Música, desde la ventana de su apartamento. Todo sobre mi madre ganó el Oscar y el Globo de Oro y se llevó también unos cuantos Goyas. Unos premios que por primera vez se entregaron en la capital catalana en una ceremonia que se celebró el 29 de enero del 2000 en el Auditori.
Han llovido 25 años desde entonces. Un cuarto de siglo en el que Barcelona se ha convertido en una ciudad plató.
Siguiendo los pasos de Almodóvar llegaron otros cineastas como Fernando Trueba, que ya tenía un Oscar en su haber, y que adaptó en 2002 la novela de Juan Marsé El embrujo de Shanghai con Ariadna Gil, Eduard Fernández, Jorge Sanz y Fernando Fernán Gómez como protagonistas. Trueba rodó en Gràcia y en el Puerto buena parte de la película cuya trama, en realidad, ocurría en Shanghai.
Los cineastas locales, como Cesc Gay, también pusieron su granito de arena en esa Barcelona plató con películas como En la ciudad (2003), donde un grupo de amigos vivía encuentros y desencuentros en los locales de la Barcelona del disseny para pasmo de algún crítico madrileño que alucinaba “con estos barceloneses que solo comen ensaladas”.
Y luego ya aterrizó Woody Allen. Puso el nombre de la ciudad en el título de su película, Vicky Cristina Barcelona (2007), y fue un placer ver a Scarlett Johansson, Rebecca Hall, Javier Bardem y Penélope Cruz vivir sus amores y desamores por el Paseo de Gràcia.

Una de las pocas escenas de 'Biutiful' en el paseo de Gràcia, Javier Bardem ante unos manteros
Allen trajo luz a Barcelona, pero las sombras que parecían haberse esfumado gracias a las Olimpíadas todavía estaban allí. Y Bardem pasó de la luz de Allen a la oscuridad de Alejandro González Iñárritu para mostrarlas en Biutiful (2010), donde encarnaba a Uxbal, un hombre que trata de sobrevivir en los rincones de la Barcelona invisible.
Todo vuelve. También los Goya, que de nuevo, 26 años después, celebrarán su próxima ceremonia en Barcelona, probablemente en el Auditori del Fòrum, para rememorar y para celebrar también el gran momento que vive el cine catalán gracias a Carla Simón, Dani de la Orden, Belén Funes, Mar Coll, Maria Ripoll, Marcel Barrena y tantos otros.