Es poco probable que, cuando Paula Ribó anunció en el 2022 que se tomaba un descanso, lo hiciera pensando en regresar ahora, con 33 años cumplidos, y poder llamarse así Jesucrista a sí misma. Lo evidente es que, después de proclamarse emperatriz en su primer álbum, este salto jerárquico parece incluso natural, sobre todo cuando la resurrección se produce en un Palau Sant Jordi lleno hasta la bandera, que anoche disfrutó del aquelarre bandiniano con que la artista conocida como Rigoberta Bandini presentó el álbum Jesucrista superstar.
“Vivo con la fiera de mi propio yo”, dice el personaje que es Rigoberta Bandini, en un espectáculo musical colorista hasta el kitsch y cargado del mismo humor, entre cáustico y tontorrón, que abunda en sus canciones, donde refleja su evolución personal camino de la “señora que sale a comprar el pan”, y lo que significa al mismo tiempo ser una superstar.
La artista, que cambió siete veces de vestuario, sorprendió interpretando ‘Una guitarra’, de Serrat
En su caso, y a juzgar por lo visto anoche, es algo a medio camino entre el teatro de barrio y el concierto de masas con hechuras de Madonna, a la que recordaba el micro de boca que usó durante la actuación, repleta de coreografías, cambios de escenarios y el pop sintético que caracteriza a la artista, interpretado por una banda de cuatro músicos con los teclados a manos de Esteban Navarro, pareja de Ribó.
“¿Estic tocant al Palau Sant Jordi?” Preguntó al público Bandini que hace sólo tres semanas se pasó por el Primavera Sound para actuar en vaqueros delante de unos cientos de espectadores. Anoche se enfrentaba a una de las mayores actuaciones de su carrera, reto a medias, porque las y los miles de asistentes venían ya entregadas de casa, con las canciones aprendidas y ganas de aplaudir todo lo aplaudible durante los 90 minutos de milimetrada actuación.
En la recámara, la artista tenía los más de 20 nuevos temas de su segundo disco, arsenal aprovechado con profusión desde el comienzo, donde casi sin tomar aire encadenó JAJAJA, Club Xavalas Tristes y Simpática pero problemática, las tres del nuevo álbum. A su lado danzaban cinco coristas/bailarinas vestidas con chubasqueros de rojo y rosa charolado, atavíos que les hacían parecer un grupo de umpa lumpas danzando al son de Willy Wonka, en este caso la Bandini, ataviada de amarillo con peluca y pestañas más que postizas.
Fue el primero de los siete vestuarios utilizados durante la actuación, que estéticamente tiró de pop sesentero como el coro a lo Ronettes y el fondo psicodélico utilizado en Vuela. Al mismo tiempo, el cortinaje rojo recordaba a un añejo plató de televisión, idóneo para la parodia de talent show en que se convirtió la triste Enamorados, dardo contra los concursos televisivos como el de Eurovisión, mientras la falsa presentadora le decía a la artista: “No nos hagas pensar, haznos bailar”.
Hubo espacio para la fiesta discotequera con Miami Beach y todo el Sant Jordi bailando, y para la canción melódica, con El amor, sentida versión de Massiel, y Busco un centro de gravedad permanente, homenaje per se a Batiatto de nueva cosecha. También para la lagrimita, con Aprenderás y Si muriera mañana. Pero lo que nadie esperaba es que se interpretara Una guitarra, de Joan Manuel Serrat, acompañada únicamente del mismo instrumento.
No faltaron a la cita los éxitos que han cimentado la carrera de Bandini, el beat de In Spain we call it soledad, la alegre Así bailaba, popularizada junto a Amaia, o Perra, lamento por la condición de inferioridad a la que están condenadas las mujeres. El mismo argumento reivindicativo subyace en Pamela Anderson, el nuevo y magnético himno de Bandini que anoche pasó examen, con todo el público coreándola, como era de prever. Como también cantaron Ay mamá, destape final ”, destape final durante el que Ribó, secundada en el gesto por las coristas, se descubrió el pectoral ante el mismo público junto al que cantaba y con el que mostró evidentes signos de complicidad, hasta el punto de que una pareja se declaró sobre el escenario entre el júbilo de todo el mundo. Complicidad que es causa y consecuencia del éxito de una artista que sabe darle nueva vida a las canciones cuando las interpreta (en todos los sentidos) sobre el escenario.