Con trabajo, rutina y perseverancia, Fernando Aramburu se ha subido al podio de la literatura. La escritura, la lectura y la cocina llenan su vida: “me considero un hombre que acepta su destino”, dice.
Y sin embargo, tiene una espina clavada: “Siento una gran frustración que es musical, no tuve ocasión de aprender a tocar un instrumento ni de haber llevado a cabo algo que me encantaría, componer música”, confiesa en una entrevista concedida a La Vanguardia con motivo de la publicación del libro Hombre caído (Tusquets).
Se trata de un compendio de 14 cuentos que “transcurren en España y Alemania en ámbitos urbanos cotidianos y están protagonizados por gentes comunes y corrientes”. Son relatos en “los que a menudo intervienen el matrimonio, la familia o el vecindario, es decir, hábitos de convivencia de los que nadie está exento”.
Algunos tienen elementos más fantásticos que ordinarios como el del niño al que le crece un piano en las manos cuyo recuerdo lleva a Aramburu a pensar en su desilusión musical: “es posible que este cuento sea un trasunto de esa frustración mía, que ya no voy a corregir porque, de haberme dedicado a la música, sería un proyecto de vida, no una mera afición”.
Optó por la literatura y, aunque ha regalado al público grandes novelas como Patria , reconoce que prefiere los relatos cortos porque “la escritura de cuentos es muy instintiva frente a la novela, que es fruto del diseño, del trabajo continuo, metódico y planeado”. “El cuento es para mí fundamentalmente escritura a ciegas y eso me permite narrar sobre cuestiones que están en el fondo de mi conciencia y es probable que en los textos afloren pesadillas, ensoñaciones, temores...”, agrega.
Asegura Aramburu que algunos lectores han señalado que “ Hombre caído es una especie de metáfora de nuestra época, porque cada relato es como una pequeña crónica de la condición humana es estos días”. Y aclara que no hay nada edulcorado: “Mi literatura no va a saciar a quienes quieran rosas con primaveras llenas de amapolas y mariposas. No he escrito un libro de autoayuda. Cada una de las piezas de Hombre caído ilustra algún tipo de conflicto o de relación tóxica, aunque no me regocijo en lo negativo”.
Puede que sus escritos sean un tanto perturbadores, pero la vida de Arabumru es “rutinaria”. “Me dedico plenamente a la literatura, me va el trabajo metódico, detesto las aventuras y los grandes viajes. Un párrafo logrado o el final de un capítulo son para mí, hechos de relevancia monumental”.