Alegría y ostentación

Comentando en la Ser la famosa fiesta de Lamine Yamal, Manel Vidal, autor del libro La passada a l’espai , compara la opción festiva del homenajeado con la actitud de los jugadores de baloncesto más jóvenes de la NBA, que cuando firman su primer contrato profesional, se desahogan en celebraciones morrocotudas, que incluyen a familiares, amigos, vecinos, featurings adictos a las gafas de sol y todos los lujos soñados durante una infancia y una adolescencia difícil, de supervivencia o marginal. Vidal se pregunta si esta actitud no será una seña de identidad generacional y la enmarca en dos coordenadas muy extendidas entre jóvenes deportistas de élite: alegría y ostentación. En otras latitudes, estas actitudes no solo están normalizadas sino que certifican un estatus con coartada para practicar todo tipo de excesos reguetonianos. La ironía de los organizadores de la fiesta de imponer la temática mafiosa le da la vuelta a la realidad mafiosa, que, subcontratando los hábitos de las realezas, domina todos los mecanismos de la impunidad y se impone como una nueva cultura popular.

Por suerte, la alegría se puede manifestar de muchas maneras, aunque esta ostentación desacomplejada, que obliga a multiplicar los acuerdos de confidencialidad, rompe con la tradición de seny y discreción atribuida a los catalanes. Es una atribución basada en hechos remotamente reales, con tantas excepciones que invalidan la regla. Al fin y al cabo, hemos vivido tantos ejemplos de fiestas compatibles con el espíritu de Resacón en Las Vegas o de Jay Gastby como de pluralidades moderadas tipo suquet de Pere Portabella. Los tópicos nacionales son flexibles, y la prueba es que, después de la famosa fiesta, circulaban gags sobre como habría sido la fiesta de Pau Cubarsí: en un chiqui-park y con un catering patrocinado por Cacaolat y Nocilla.

Sacar conclusiones de una anécdota para convertirla en estereotipo es temerario

La inercia interpretativa es tentadora. Y sacar conclusiones de una anécdota para convertirla en estereotipo forma parte del entretenimiento especulativo. La reflexión de Vidal delimita con precisión los dos elementos que compensan el furor moralista. Ni la alegría ni la ostentación son pecados mortales, pero sí que, en personajes públicos, pueden volverte como un bumerán si las circunstancias no acompañan. En este caso, las circunstancias son el éxito. A un ganador o alguien que transmite tantas expectativas como Lamine Yamal, se le aplauden la alegría y la ostentación y, en caso de duda o discrepancia, se le toleran. Luego, etiquetar a los catalanes entre alegres, tristes, ostentosos o rácanos es un deporte de riesgo. Hay precedentes, sin embargo. En el arte de la definición temeraria, es bueno recordar aquel artículo de Francesc Pujols que, en perfecto castellano, escribía: “Si pudiéramos comparar las dos alas políticas de Cataluña, derecha e izquierda, a los embutidos típicos de nuestra tierra, diríamos que la derecha es longaniza y la izquierda butifarra”.

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