El sexo gay en la tercera edad de 'Maspalomas' sube la temperatura del festival de San Sebastián

Un viaje de la libertad a la represión

José Mari Goenaga y Aitor Arregi impactan con la historia de un septuagenario que ha vivido su homosexualidad de forma plena y vuelve al armario cuando ingresa en una residencia

Fotograma de 'Maspalomas'

Fotograma de 'Maspalomas'

Bteam pictures

Tras el chaparrón que cayó anoche y la bajada de temperaturas, San Sebastián parecía que había dejado atrás el verano de golpe, pero este domingo el termómetro ha vuelto a subir unos cuantos grados más con la proyección de Maspalomas, el nuevo trabajo de los cineastas vascos José Mari Goenaga y Aitor Arregi con el que aspiran a la Concha de Oro y que ha sido muy bien recibido.

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¿El motivo? Un arranque que muestra sin tapujos y de forma explícita la vida sexual de Vicente, un septuagenario que abandonó a su hija en San Sebastián para vivir de forma libre su homosexualidad en Maspalomas, localidad canaria y epicentro del movimiento LGTBI en España. Después de romper con su pareja tras 25 años, Vicente se entrega a los placeres del sexo practicando cruising a plena luz del día en las dunas de Maspalomas con hombres más jóvenes. Va a playas gays nudistas y frecuenta locales de ambiente y saunas donde la práctica del sexo se expone de forma directa, mostrándose en todo su apogeo. 

José Mari Goenaga y Aitor Arregi posan durante el photocall

José Mari Goenaga y Aitor Arregi posan durante el photocall

AFP

Es una introducción que impacta por la crudeza y valentía con la que la cámara capta la libertad sexual del protagonista. Un estilo de vida que cambia radicalmente cuando Vicente, interpretado por José Ramón Soroiz, sufre un ictus, y su hija (la siempre convincente Nagore Aranburu), con la que tiene una relación distante, le ingresa en una residencia. Es allí cuando regresa “de vuelta al armario”, en palabras de los directores, conocidos como los Moriarti, el trío vasco -el otro es Jon Garaño-responsables de Marco, Loreak o La trinchera infinita

La película, que aterriza el próximo 26 de septiembre en los cines, está escrita por Goenaga. “Fui a Maspalomas por primera vez en el 2016 y luego he ido muchas veces de vacaciones y me resultó muy atractiva la atmósfera y el microcosmos que me encontré ahí, con gente de todas las edades con ganas de divertirse y de vivir el sexo”, apunta como origen del proyecto en charla con La Vanguardia. Una situación que contrastaba con la que veía en San Sebastián, “donde en la gente mayor parece que no existe esa especie de ocio. Vivimos en una sociedad donde se borra un poco todo eso”, reflexiona. 

Me resultó muy atractiva la atmósfera y el microcosmos que me encontré en Maspalomas, con gente de todas las edades con ganas de divertirse y de vivir el sexo

Y, por otro lado, más o menos por la misma época, leyó algún artículo donde se hablaba de que los miembros del colectivo LGTBI, cuando eran ingresados en una residencia, decidían volver al armario “porque sentían que el ambiente les era hostil”. A Goenaga le pareció “un conflicto interno muy potente” contrastando el mundo de Maspalomas con el de la residencia, donde Vicente tiene de compañero de habitación a Xanti, un hombre de derechas del que envidia la seguridad en sí mismo, y como enfermero cuenta con la ayuda de Iñaki, también gay.

 Vicente intenta evitar a ese simpático trabajador que le asea y le cuida, aunque habla con él de forma anónima en una aplicación para ligar. Pese a que oculta su identidad sexual de cara a los demás, sigue sintiendo necesidad de sexo. Y no es el único, porque en la residencia hay dos pacientes con alzheimer, un hombre y una mujer, que siempre se buscan y dan rienda suelta a su pasión. “En el proceso de documentación hablamos con trabajadores de residencias que nos contaron casos y es algo que choca con gente que pone en duda que las personas mayores tengan impulsos sexuales”. 

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La residencia de la película es de las que anima a los pacientes a crear un proyecto de vida y les invitan a que sean ellos mismos, aunque no tanto como pueda parecer. “Es una especie de metáfora de la sociedad - indica Arregi- porque la residencia es como un sistema que tiene sus reglas donde, desde la buena intención, homogeniza muchas cosas .Y al final depende de ti un poco levantar la mano y decir ‘soy diferente’”. 

La residencia es una especie de metáfora de la sociedad porque es como un sistema que tiene sus reglas donde, desde la buena intención, homogeiniza muchas cosas

Confiesan ambos directores que les preocupaba mucho el tratamiento de las escenas de sexo, “porque tenían claro que el sexo era muy importante en la película, ya que definía al personaje y su conflicto y tenía que haber un fuerte contraste entre Maspalomas y la residencia”.  Recuerdan que a José Ramón le costó meterse en un papel tan exigente. “Necesitó cerca de un año para interiorizar su personaje, porque las escenas de sexo le suponían un quebradero de cabeza, pero confió en nosotros y tuvimos la ayuda de unas coordinadoras de intimidad”.  

Con su naturalidad desbordante, el filme aspira a abrir un espacio en la mirada del espectador y a desafiar los estigmas que todavía persisten en torno a la vejez y la diversidad sexual.

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