Victoria Szpunberg no para de recibir premios por la obra L’imperatiu categòric, que se estrenó en el Teatre Lliure en el 2024. El último, el premio Nacional de literatura dramática, del Ministerio de Cultura. En mayo estrenó en el TNC La tercera fuga, convirtiéndose en la primera mujer que dirigía una obra propia en la sala Gran. Pero la dramaturga se rebela cuando le dicen que es su año.
La filósofa Anna Pagès escribió en las redes: “No es un gran año, es el fruto de un trabajo imparable y constante, ¡y difícil! Gran @szpunberg”.
Es así. Claro que es un gran año y que estoy muy contenta. Pero es fruto de muchos años de persistencia, una tarea muy difícil que hago desde los veinte y pocos.
Sin embargo, L’imperatiu categòric le está dando muchas alegrías, ahora con el premio del ministerio.
Los reconocimientos ayudan, son un buen empuje a la autoestima. Pero este premio ha sido del todo inesperado. No me gusta decir que hay obras pequeñas y obras grandes, sin embargo La tercera fuga tiene muchos personajes y estuve mucho más tiempo escribiéndola, en cambio L’imperatiu categòric solo tiene dos. Creo que es una obra que conecta profundamente con un latido colectivo, con un conflicto muy presente.
En la obra el hombre hace muchos personajes, porque los hombres son roles y ella es individuo
Hay dos intérpretes, una mujer y un hombre, pero el hombre interpreta muchos personajes. ¿Está hecho ex profeso?
Sí, está buscado. Primero había pensado que ella se encontraba con varios hombres y en un momento determinado vi clarísimo que tenía que ser el mismo actor haciendo muchos personajes. Y eso tenía que evidenciarse como juego teatral. Es decir, que había que explicitar que ella veía a todos los hombres iguales. Me pareció un juego interesante desde el punto de vista performativo, que combina con la parte literaria.
¿Muchos hombres que son solo uno?
El hombre se fragmenta y se multiplica y ella tiene una subjetividad más profunda. En términos técnicos y dramáticos, los hombres son roles y ella es individuo. Y eso sí que me interesaba, porque es un modo de colocarla a ella rodeada por un sistema patriarcal lleno de roles, de los que los hombres también son víctimas. A menudo muchos hombres se ven obligados a responder a roles y ella está en caída libre, en una crisis existencial.

Xavi Sáez y Àgatha Roca en 'L´imperatiu categòric', de Victoria Szpunberg
Pero siempre con humor.
Cuando escribo, me aparece la ironía, no lo puedo evitar. Es un rasgo poco controlable. Muchas veces me he puesto como objetivo escribir una obra solo trágica y después, cuando la hago leer a la gente, me dice que han reído. Y cuando la pongo en escena, los actores tienden a jugar con el sentido del humor. Creo que el humor es una manera de sobrevivir al dolor. El humor no es frivolidad en absoluto. Para mí es un rasgo característico, incluso de mi familia. El sentido del humor nos ha servido para sobrevivir.
Ahora que habla de su familia, tiene su qué que una española de origen argentino gane el premio Nacional español con una obra en catalán.
La noticia ha llegado incluso a Argentina. Mi padre era conocido porque fue poeta y también trabajó de periodista. Por ello han salido noticias como: “La hija de Alberto Szpunberg, del exilio al premio Nacional”, un titular que me envió una tía mía. Me hace reír, porque es grandilocuente, pero también me llena de orgullo. Me habría gustado que mi padre lo hubiera visto, porque las hemos pasado muy putas.
Ahora L’imperatiu categòric se estrenará en Madrid en castellano en La Abadía. ¿Con el mismo equipo?
Sí. Fue un deseo que he podido hacer realidad, porque tenía ganas de hacerla con Xavi Sáez y Àgata Roca. Solo la representamos 12 días por cuestión de calendarios, y ya está todo agotado.
¿La traducción es suya?
La ha hecho mi hija y yo la he revisado; la firmamos las dos. Sofía tiene 17 años, este verano ha hecho de canguro y con este trabajo se ha podido comprar un iPad, que es lo que quería.
Está inmersa en nuevos proyectos, porque cuando el ministro Urtasun la llamó para anunciarle el premio, estaba en pleno ensayo.
Sí, Contra Antígona, de Andrea Jiménez. He hecho la dramaturgia. Tengo otros dos proyectos míos entre manos, pero de estos todavía no quiero avanzar nada.
Me habría gustado que mi padre lo hubiera visto, porque las hemos pasado muy putas
Y también hará la adaptación teatral de la novela Permagel, de Eva Baltasar.
Sí, con Albert Pijuan. La hacemos juntos y yo la dirijo con Maria Rodríguez en el Espai Texas. Ha sido un encargo de Anna Rosa Cisquella, y estoy contenta de que venga de un teatro comercial, me ha hecho ilusión.
¿Cómo encara la adaptación?
Me está gustando mucho porque, en principio, soy bastante contraria a hacer adaptaciones de novelas. He dicho en más de una ocasión que no, porque soy muy militante del lenguaje de los dramaturgos y que los dramaturgos tengan trabajo. Además, creo que tenemos que estrenar a dramaturgos vivos. Ya está bien de cuestiones tan museísticas o de volver a las novelas de siempre y a los clásicos. Y mira, ahora estoy haciendo una adaptación precisamente de Antígona, que en realidad es una versión muy nueva, y estoy haciendo una adaptación de una novela, o sea que me estoy contradiciendo a mí misma. Pero la obra de Eva Baltasar tiene un lenguaje que está muy vivo. Ella viene de la poesía y tiene una lengua muy física, muy en movimiento. También me gusta su sentido del humor y la protagonista. Me gusta mucho compartir procesos con Albert Pijuan. Hemos encontrado una idea para la dramaturgia y la estamos trabajando.
No le faltan ideas.
Eso sí que no, desde que tengo uso de razón. Mi hija me dice que estoy siempre o con el mate, o con el ordenador, o con la libretita. Es un modo de vivir muy entretenido.