Guerín da voz al ignorado barrio barcelonés de Vallbona: “Me preocupa cómo el auge brutal de los nacionalismos puede afectar a esa aldea global”

Festival de San Sebastián

El cineasta catalán ha enamorado a la crítica con el retrato multicultural de los vecinos de ese barrio periférico en 'Historias del buen valle'

José Luis Guerin, este jueves en el festival de San Sebastián

José Luis Guerin, este jueves en el festival de San Sebastián

Payeses catalanes, migrantes andaluces, marroquíes, gitanos, africanos, hindúes o refugiados ucranianos conviven pacíficamente en Vallbona, barrio del extrarradio de Barcelona aislado por un río, vías férreas y autopistas. José Luis Guerín se encarga de retratar ese lugar tan desconocido dando voz a sus heterogéneos habitantes en Historias del buen valle, película que es toda una oda a la comunidad y marca su regreso a la competición del festival de San Sebastián 24 años después de En construcción, ganadora del Premio Especial del Jurado y el Fipresci. Su nuevo documental, que se estrenará en cines en febrero, ha enamorado a la crítica y tiene muchas posibilidades de triunfar en un palmarés que se desvelará el próximo sábado. 

¿Por qué quería realizar este documental sobre Vallbona?

Nace de una propuesta que me hace un comisario de arte, Jorge Ribalta, para una exposición en el Macba sobre barrios desfavorecidos de Barcelona. Y me propone Vallbona, del que no sabía casi nada. Como me garantizan que puedo mirar las cosas a mi manera, le digo que sí. Hice una pieza muy humilde, en Super 8 y blanco y negro y al terminarla sentí el deseo de seguir. Había algo en ese lugar, en el tránsito entre el mundo rural y el urbano, y sobre todo ese vínculo entre lo local y lo universal. Cómo un lugar tan pequeñito y humilde puede encerrar tantas metáforas del mundo entero. Y esa perspectiva universal sobre una realidad local me resultaba muy excitante como cineasta. En la televisión, la prensa y la radio es muy legítimo y necesario que haya una comunicación localista en clave local, pero cuando hacemos una película nos asiste siempre la ambición de que pueda llegar a cualquier confín del mundo.

El director, guionista y productor José Luis Guerin (c) y los productores Alba Lombardía (i), Javier Lafuente (d), Jonás Trueba (2i) y Gaella Jone (2d), posan este jueves en la 73 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde presentan la película 'Historias del buen valle', que compite en la sección oficial del certamen.

El director, guionista y productor José Luis Guerin (c) y los productores Alba Lombardía (i), Javier Lafuente (d), Jonás Trueba (2i) y Gaella Jone (2d), posan este jueves en la 73 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde presentan la película 'Historias del buen valle', que compite en la sección oficial del certamen.

EFE/ Javier Etxezarreta

¿Por qué cree que para muchos barceloneses Vallbona es una realidad tan desconocida?

Es un reducto que queda muy oculto. Es una isla, como dice uno de los personajes, cercada por la geografía del río y la montaña y, de otro lado, por ese complejo nudo de comunicaciones, redes ferroviarias que lo hacen casi inaccesible. Hay que cruzar ese puente de la Meridiana y ese aislamiento...Vallbona era antes una imagen fugaz cuando salíamos de la ciudad por el norte. La gente se va hacia la Costa Brava o hacia Francia y ves esas casitas humildes en la silueta de una montaña como paneles que ocultan su imagen y es algo que me hizo pensar en lo que llamaban la 'ciudad Potemkin', con unos decorados que construyeron para que la zarina Catalina cuando iba a Crimea no tuviera que ver los paisajes desolados de la Crimea arrasada por la guerra. Y el cine tiene esa vocación de visibilizar lo que no se ve.

En la película aparece un cartel con una convocatoria de casting para que los vecinos expliquen sus sueños o pesadillas relacionados con Vallbona. ¿Cómo fue el proceso de selección?

La convocatoria de casting fue una forma de aproximación a la morfología humana de ese lugar y, a partir de ahí, vas valorando las cualidades que pueden tener los personajes en su manera de hablar, la gracia en la forma de mirar... eso que te atrapa en la pantalla. Pero, en paralelo, está el deseo de que cada persona que eligiera debía definir conceptualmente el paisaje humano de ese lugar. Es un lugar en el que todavía se puede encontrar algunos de los pioneros que llegaron allí normalmente del sur y construyeron sus casitas en la clandestinidad y guardan esa memoria de los orígenes, y eso tenía que estar presente. Y está también la realidad de ese lugar como 'ciudad dormitorio' con los nuevos bloques construidos para albergar sobre todo pisos de protección oficial. Hay distintas realidades muy diversas como la nueva emigración global propia del S.XXI y la payesía catalana arraigada a esa tierra. Quería combinar las cualidades como personaje individual y lo que representa conceptualmente para definir el barrio. Pues, aunque la película tiene vocación universal, me importaba muchísimo proyectar una mirada justa sobre ese lugar.

Vallbona no tiene siquiera una estación de tren aunque tienen un tránsito de trenes permanente

Un lugar extremadamente ignorado...

Es un poco los descartes de todo lo que incomoda a la ciudad. Se han ido desplazando allí torres eléctricas, autopistas, vías de comunicación. Y, sin embargo, ellos no se benefician de nada de eso. No tienen siquiera una estación de tren aunque tienen un tránsito de trenes permanente.   

Pese a todos los problemas, la cámara refleja la alegría de sus vecinos, que bailan y se bañan en un río en el que está prohibido meterse.

Me niego a hacer cine victimista. De hecho, me incomoda cuando me señalan como cine social o cine de denuncia. Yo no acepto esas etiquetas. Supongo que son muy útiles pero nunca haría una película para denunciar algo. Hago películas para descubrir algo, con el deseo de asistir a una revelación y compartirla con los espectadores. Al lado de la fragrante injusticia que viven estas periferias, quería rescatar también la posibilidad de la singularidad, que en esos espacios queda todavía algo para lo informal y lo espontáneo, para singularidades y formas de resistencia que han sido erradicadas de los centros de las ciudades hace muchísimo tiempo.       

Fotograma de 'Historias del buen valle'

Fotograma de 'Historias del buen valle'

Wanda Visión

Algunos de los testimonios hablan maravillas de Vallbona, como una mujer joven extranjera que resalta los beneficios de vivir en ese paisaje rodeado de montaña, donde se puede oír a los pájaros.

Es una mujer de Argelia que vive allí y nos da esa perspectiva y se va produciendo un cambio en mí al ir acudiendo regularmente a Vallbona. Era un espacio, un urbanismo tan caótico que, al principio, no sabía ni cómo encuadrar. Y es a través del conocimiento de sus vecinos, de entender cómo ven esos espacios, que te abre la pista. En una humilde charca de agua que hay ahí, unos muchachos ven las profundidades del mar y unas mujeres un río guineano y otras un bosque sombrío en Ucrania. Esa yuxtaposición de imaginarios acaban creando el paisaje real de Vallbona. Lo primero que ves, no vale. Tienes que entrar y es un barrio difícil de ver algo. En ese sentido he trabajado mucho más que En construcción, donde todo era más visible y elocuente a primera vista. Este documental me ha obligado a sondear más, porque si no es a través de los ojos de los vecinos era muy difícil verlo.

También ha logrado la complicidad de los niños.

A veces siento que no soy yo quién elige a los personajes si no que son ellos los que me eligen a mí. Siento que la película ha sido correalizada con ellos.

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¿Cuánto tiempo duró el rodaje?

Es un rodaje muy discontinuo, también En construcción fue así. Rodar un poquito, montar, escribir. No entiendo el cine como compartimientos estancos. Yo busco una narrativa donde todo se va nutriendo así. La propia película se va construyendo con lo que voy capturando. Fueron días de rodaje dispersos a lo largo de dos años. Eso permite establecer un contacto más próximo con las personas que estás filmando.

¿Qué experiencia se lleva de Vallbona? ¿Diría que se ha acabado enamorando de ese barrio?

Sí, y lo más importante que queda es el afecto. Es un lugar que también sientes amenazado, muy frágil. Las nuevas infraestructuras que se quedan por ahí y cómo van a transformar eso. Y, sobre todo, el auge brutal de los nacionalismos cómo va a incidir en las relaciones humanas de esa aldea global que es ese barrio con tantas personas que llegan de confines tan diversos. Hay hasta 12 idiomas en la película.

Le ha dado al documental un aire de western...

Es el único barrio de Barcelona donde puedes imaginar que un forajido podría hallar refugio. Quedan esos espacios asilvestrados donde todavía permiten el sueño de un western.  

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