El arte de las infraestructuras

Un contenedor de basura y un pequeño camión de recogida de residuos. Esos son los elementos más impredecibles en la escenografía de la versión en danza contemporánea que ha firmado La Veronal de la novela La mort i la primavera, de Mercè Rodoreda. Del pueblo, el bosque, las abejas y el río pasamos a un paisaje con un órgano, micrófonos, hilos rojos, el árbol final y esos dos transportes de muertos y otros desechos. Dos objetos de total actualidad, porque sabemos que la logística es ahora la clave del funcionamiento de lo real. Hemos pasado de la conciencia de las superestructuras marxistas al capitalismo de las infraestructuras, que no cesa de avanzar.

Imagen de archivo de cables de fibra óptica.

Cables de fibra óptica .

Europa Press

Una constelación de otras obras recientes conecta con esa atención a los circuitos por donde se mueven los despojos en paralelo a las mercancías, la información, la energía, los materiales: todo aquello que soporta el insoportable peso del siglo XXI. El artista Marc Salicrú hizo explotar en el último festival Grec su Interferencia 02, una monumental cacofonía de música y ruido, discursos y desfiles, en el que destacaban la parafernalia de los trabajos públicos y las brigadas de limpieza municipales: conos, vallas, megáfonos, sirenas, montacargas, vehículos, uniformes reflectantes. Al mismo tiempo en la Galería Santa Fe de Bogotá podía visitarse –y sufrirse– la impresionante instalación El Hueco , de Santiago Reyes Villaveces. Consistía en 460 metros cuadrados que reproducían hoyos, baches, rampas de madera, pavimentos rotos, aceras heridas, reparaciones eternas. Una reflexión matérica, para ser pensada con los pies, sobre la imperfección y la precariedad que también otorgan identidad urbana. Como hacen los andamios perpetuos con Nueva York en el episodio de la serie How To with John Wilson: sin ellos, absurdamente, la ciudad ya no sería la misma.

Los atascos colapsan las ciudades y se hacen densas las redes de cables submarinos y satélites

Mientras los atascos son el latido de las ciudades contemporáneas y las vías de comunicación amenazan con el periódico colapso, se hacen cada vez más densas las redes de cables submarinos de fibra óptica y de satélites en la termosfera, y se multiplican las empresas que invierten en preparar tecnológicamente grandes superficies en polígonos de todo el mundo para venderlas como futuras sedes de centros de datos.

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Mario Santamaría, en su Internet Tour (internettour.com), se apropia desde 2018 de los códigos de la ruta turística para recorrer en grupo paisajes de antenas, fachadas corporativas y proyectos en construcción. Sus derivas situacionistas también ocurren en las pantallas, donde hace visibles el cableado del fondo del océano o de los sótanos de los museos, para recordarnos que la cultura tiende a ocultar sus catacumbas y que la Nube no es vapor elevado, sino millones de toneladas que presionan nuestros suelos. Como dice Graciela Speranza en el título de su último libro: Lo que no vemos, lo que el arte ve .

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