Desde que Bram Stoker publicó en 1897 la novela Drácula , el vampiro de los Cárpatos se convirtió en objeto de deseo para el teatro, el cine o la televisión. La enésima revisión del mito llega ahora a la gran pantalla de la mano de Luc Besson, quien ha convertido al conde más famoso de todos los tiempos en un vampiro enamorado en Drácula , la película más taquillera de este año en Francia, que ayer desembarcó en el festival de Sitges junto a su director y su actriz protagonista, Zoë Bleu Sidel, que interpreta el papel de Mina.
La película 'Drácula: A Love Tale' de Luc Besson inaugurará la 35 edición de Fancine
“Nunca me ha gustado la historia de Drácula y detesto la sangre y el cine de terror, pero cuando releí el libro comprendí que detrás del mito había un relato de amor impresionante, el de un hombre que espera 400 años para reencontrarse con su amada esposa y poder despedirse de ella. Eso es algo terriblemente romántico y decidí contarlo en una película”, explica Besson a su paso por Sitges.
“Landry Jones es el actor más dotado de su generación; para mí, está a la altura de Gary Oldman”
Su Drácula arranca a mediados del siglo XV, cuando al príncipe Vlad II, conde Drácula, se le encomienda luchar contra los otomanos. El joven parte hacia la batalla, pero antes le pide al obispo que interceda ante Dios para que cuide de su bella esposa a la que ama desesperadamente. Vlad II gana la guerra, pero pierde a su mujer. Loco de rabia, asesina al obispo y reniega de Dios, quien, en venganza, le condena a vivir eternamente.
Durante 400 años, el príncipe vaga por el mundo con la esperanza de encontrarse de nuevo con su amada reencarnada. Pero 400 son muchos años, que el noble rumano emplea en crear un perfume que atrae a las mujeres como moscas a la miel. Y es que en esos cuatro siglos, Drácula se ha convertido en un vampiro que se alimenta de la sangre de las incautas que respiran el aroma de su singular perfume.
Más tarde, en el París de finales del siglo XIX, un médico requiere los servicios de un cura alemán, interpretado por Christoph Waltz, para que le eche un vistazo a una paciente que sufre de vampirismo. El religioso, especializado en seres chupasangres, comprende que Drácula no tardará en aparecer por la capital francesa.
Y acierta. El conde, al que da vida el estadounidense Caleb Landry Jones, no tardará en ir a buscar a su amada. Besson y Jones ya habían trabajado juntos en la infravalorada Dogman (2023) y el director se deshace en elegios hacia el intérprete: “Es el actor más dotado de su generación. Para mí, está a la altura de Gary Oldman. Estoy rendido al trabajo de Jones y estaría encantado de que actuara en todas mis películas. No tiene ni miedo ni pudor cuando se pone delante de la cámara. Además, es una gran persona y un tipo humilde. Vive en Los Ángeles en una casa pequeña con su familia y cuando no actúa se dedica a componer música”, sentencia Besson.
A la espera de que hoy llegue a Sitges y a competición otra versión completamente diferente de Drácula , dirigida por el rumano Radu Jude, ayer tuvo lugar en el Auditorio del Meliá la puesta de largo de El susurro . Dirigida por el uruguayo Gustavo Hernández Ibáñez, quien hace 15 años sorprendió en la cita fantástica con La casa muda , se trata de una propuesta vampírica ambientada en el presente y en un peligroso bosque donde varias chicas han sido secuestradas. Hasta una casa de ese lugar va a parar una joven y su hermano pequeño huyendo de un padre violento y una maldición familiar. El director dijo a la audiencia que quería dar miedo con su película, pero a estas alturas resulta muy difícil asustar ya al público de Sitges.



