La Filarmónica de Berlín, una de las instituciones musicales más prestigiosas de Europa, homenajea a Jordi Savall no solo programándolo como intérprete y director de sus grupos –el sábado ya actuó con Hespèrion XXI–, sino que también le cede la batuta tres días seguidos –hoy, mañana y pasado–, un honor que el músico de Igualada define como “una declaración de amor, porque me invitan a dar un recital como solista, con mi coro y la orquesta, a dirigir la suya y su orquesta joven”. Savall volverá en enero a trabajar una semana con los jóvenes músicos de la Karajan-Akademie para dar un concierto, y en marzo actuará con Le Concert des Nations y La Capella Nacional de Catalunya en un concierto íntegramente dedicado a Mozart.
El músico ya hace unos días que está en Berlín ensayando con la Filarmónica un programa entre el final del barroco y el clasicismo, con la suite Naïs de Jean-Philippe Rameau arreglada por él mismo, el ballet Don Juan de Christoph Willibald Gluck y la Sinfonía n.º 41 en Do mayor, Júpiter , K. 551, de Mozart, un trabajo que ha encontrado muy interesante, porque la formación alemana “es una máquina perfecta, pero este repertorio para ellos es casi antiguo”. Por eso han trabajado “cuestiones de estilos, de articulación, de fraseo u ornamentación, pero tocar juntos es impresionante. Son unos músicos excelentes y he tenido muy buena relación”, explica por teléfono después de uno de los ensayos. “En estos conciertos disfrutaremos mucho, porque es como ir con un Rolls Royce, pero lo tienes que saber conducir bien”, dice.
Savall debuta como director de la orquesta alemana, que define como “una máquina perfecta”
A ojos profanos podría parecer una minucia, pero Savall recuerda que los instrumentos de la época en que Mozart, por ejemplo, escribió sus sinfonías no tienen nada que ver con los actuales, que se tocan y suenan diferente: “Las cuerdas metálicas de los modernos no tienen nada que ver con las de tripa, que reacciona en el arco con mucha más rapidez y precisión y tiene un sonido más cálido, porque las tripas son un material vivo. El sonido de las cuerdas metálicas es más estridente, el metal es más frío y hay técnicas como los vibratos que son más necesarias”. “El Mozart de la Filarmónica –continúa– es impecable, pero he tenido que poner en valor algunas articulaciones, acentos, contrastes y fraseos que lo harán diferente de lo que han interpretado tantas otras veces. En algunos momentos hasta he tenido que coger un violín y enseñar los golpes de arco que quería”. A los músicos de la orquesta alemana “les gusta explorar estos repertorios más antiguos, con otras maneras de tocar, para ellos es un enriquecimiento, es volver a las fuentes”.
Al pionero de la música con el sonido original –no le parece adecuado de música antigua– le gusta dirigir otras orquestas, pero “solo una vez al año, porque no tendría tiempo para la mía, aunque cuando damos conciertos, con nuestro coro, La Capella Nacional de Catalunya, y nuestra orquesta, Le Concert des Nations, casi siempre tenemos déficit, ya que nosotros tenemos que facturar honorarios, viajes, hoteles y preparación del concierto, y hoy las salas de conciertos solo pueden asumir lo que ganan con la venta de entradas. Si no fuera por las ayudas que recibimos de la Generalitat, de la Diputación, de la Unión Europea y también del Gobierno de Francia, no podríamos continuar nuestra actividad pedagógica y de conciertos, ya que desgraciadamente no tenemos ninguna ayuda anual estable ni del Gobierno de España, ni del Ayuntamiento de Barcelona, aunque la orquesta y el coro actúa cada año por todo el mundo y han recibido los mejores premios y dos años seguidos se ha considerado una de las mejores del mundo”.
“Mi sueño es arraigar en mi país nuestros conjuntos, la orquesta y el coro, pero a menudo en lugar de dedicar el esfuerzo a la música tengo que estar negociando, buscando recursos y discutiendo con mi directora financiera cómo acabaremos el mes”, un hecho que encuentra injusto, y más cuando “en España hay más de veinte orquestas sinfónicas subvencionadas, aunque no hay grandes compositores sinfónicos, pero sí que tiene un patrimonio musical medieval, renacentista y barroco riquísimo, pero la mayoría de conjuntos tienen muchas dificultades por conseguir una subvención estable que les permita ser creativos y competitivos. A mis 84 años me digo qué suerte tiene la Filarmónica de Berlín que tienen una ciudad y un país que los ha apoyado desde su fundación y gracias eso y a una buena dirección artística hoy siguen siendo una de las mejores orquestas del mundo”.


