Miquel Barceló: “Parece como si me hubiera pasado la vida entrenando para la Sagrada Família”

Entrevista

El artista expone en el Museo de Almería sus piezas de cerámica junto a las de Picasso y las colecciones arqueológicas

Miquel Barceló, junto a una de las obras que forman parte de la exposición

Miquel Barceló, junto a una de las obras que forman parte de la exposición

Chema Artero

“Dentro de 5.000 años todos seremos anónimos”, dice Miquel Barceló (Felanitx, 1957), cuyas piezas de cerámica se camuflan entre las de Picasso y la de una multitud de  artistas que ya no tienen nombre pero cuyas obras forman parte de las colecciones arqueológicas del Museo de Almería, como si todas hubieran salido de la mano del mismo alfarero. Esa es la idea: “Que si algún día hubiera aquí una erupción como la del Monte Vesubio, el arqueólogo que descubriera dentro de miles años lo que había quedado sepultado por la lava creyera que todo lo había hecho la misma persona”. Barceló, los pelos como escarpias, pasea feliz por las salas del museo andaluz donde por fin se ha materializado un proyecto que llevaba años tramando con su amigo Bernard Ruiz-Picasso,  el nieto del artista,  y que reúne más de un centenar de piezas. 

La exposición, Reflejos. Picasso x Barceló, está comisariada por Miguel López-Remiro, el director del Picasso Málaga, que la produce, e incluye un Belén (desde hace 30 años monta uno con sus hijos con figuritas realizadas por él) en el que invita al público a adivinar las diferentes autorías. En el centro, como quien no quiere la cosa, ha situado un trozo de la maqueta en la que ha estado trabajando para la fachada de la Sagrada Familia y sobre ella ha colocado tres figuras de mujeres desnudas. “En el arte no hay progreso. El arte, como la poesía, siempre habla de lo mismo por las mismas razones. Es una necesidad humana y siempre habla de lo mismo”.

Detalle de un sobrante de la maqueta para la fachada de la Glòria, sobre la que ha situado tres figuritas

Detalle de un sobrante de la maqueta para la fachada de la Glòria, sobre la que ha situado tres figuritas 

TS

Parece una estrella de rock atendiendo por turnos a la prensa. ¿Cansado de responder a las mismas preguntas?

Sería divertido decir a cada uno una cosa distinta o contraria sobre lo mismo, como si fuera un ejercicio a lo Vila-Matas. Como soy un artista puedo decir lo que quiera, no tengo la obligación de ser coherente. No soy un funcionario. Es más, creo que a veces la incoherencia es una virtud. En mis años mozos, todos los mayores que venían del mundo comunista y asambleario hablaban de la importancia de la coherencia. Y yo me acuerdo que justamente lo que reivindicaba era la capacidad para contradecirte y de poder hacer por la tarde lo contrario que habías hecho por la mañana. Me parecía más fértil como artista que no intentar seguir una verdad. Pintar triángulos es estéril. Lo bueno es cambiar de idea y poder hacer lo contrario.

¿Y ahora, con 68 años, la incoherencia sigue siendo una buena brújula?

Yo entiendo que sí. Espero que sí, porque intento no traicionarme a mí mismo. Yo creo que lo he hecho siempre. Mis cosas se reconocen más por una especie de aura que por una repetición mecánica. Yo nunca repito nada mecánicamente porque me muevo muy deprisa.

Imagen de la exposición 'Reflejos. Picasso x Barceló'

Imagen de la exposición 'Reflejos. Picasso x Barceló' 

Chema Artero

¿La repetición es lo contrario al arte?

La repetición crea melancolía. Y la melancolía es estéril para el arte.

“La repetición crea melancolía. Y la melancolía es estéril para el arte”

Con la cerámica, cada pieza es por fuerza distinta.

La cerámica es como un juego infinito. Es una forma de pintura para mí, lo que pasa es que son técnicas distintas. Los cuadros solo los meto en el horno si los quiero destruirlo. Y las cerámicas sale de horno. Pero esta última tiene algo más lúdico. Y además es una lección de humildad, porque cuando crees que sabes hacer una cosa te sale otra que no habías previsto. Siempre estás en manos del azar. En todo, pero con la cerámica más.

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La Sagrada Familia le pidió una propuesta para la fachada de la Glòria. ¿Ya ha diseñado el proyecto?

Precisamente hoy era el último día de plazo para presentarlo y hoy ha salido de Mallorca la maqueta [por el martes]. Es un mural cerámico gigantesco que me ha tenido metido en el taller muchísimo tiempo.

¿Cuál es el tema?

El tema es la gloria. ¿Y cómo llegas a la gloria? ¿Cómo llegas al paraíso? Pues a través de las obras de la misericordia y de los oficios de la vida terrestre. Ese es el tema no puedo decir más.

“La Sagrada Familia significaría quince años de trabajo. Es algo que me apetece pero también me da pánico”

¿Qué significaría para usted intervenir en la Sagrada Familia?

Quince años de trabajo intenso. Es algo que apetece y también me da pánico. Mi primer reacción fue decir ‘no quiero meterme en ese lío’. Pero por otra parte pienso que es la posibilidad de realizar el sueño de pintar un cuadro gigantesco.Parce como si hubiera pasado la vida entrenándome para hacer algo así. Las ilustraciones de la Divina Com edia, la capilla de San Pedro en la Catedral de Palma [un monumental lienzo cerámico de 300 metros], los tres tapices para la catedral de Notre Dame, en París... Yo vivo al lado de Notre Dame y estaba ahí al lado mientras se quemaba. No soy creyente, no lo he sido nunca, pero me pareció terrible ese momento.

Aspecto de la sala donde se exhiben las piezas

Aspecto de la sala donde se exhiben las piezas que reúnen a Barceló y Picasso con obras de hace 6.000 años 

Chema Artero

Su propuesta compite con la de Cristina Iglesias y la de Javier Martín, ¿le decepcionaría mucho no ser el seleccionado? 

Espero tener la suficiente flexibilidad para poder cambiar de dirección. Lo he hecho siempre. Y esto cómo no depende de mí... Si no gano, ganará otro. Yo acepté el juego.

Decía que no es creyente, pero su vida ha estado muy vinculada a las iglesias.

Sí, he ido a más iglesias que muchos creyentes. Incluso llegué a tener el taller en una de ellas, en la rue d’Ulm de París. Era una iglesia estupenda que me dejaron durante varios años. Deentro hacía un frío terrible pero era maravilloso. Trabajé allí del 83 al 87 más o menos, cuando la tiraron para ampliar el hospital Pierre-Marie Curie, que está al lado. Trabajar allí, un espacio tan gigantesco, cambió mi pintura. Desde el coro veía mis cuadros allí abajo como si fueran pequeños sellos. Tener un sitio tan desmesurado cambia por fuerza la manera de trabajar. Y cuando me echaron de la iglesia me marché a Nueva York.Después en Palermo estuve pintando una iglesia en Santa Maria della Catena, la Catedral de Palma, que me llevó también años de trabajo, y ahora en Notre Dame. Ya he hecho dos y solo me falta un tapiz para acabar.

¿La Sagrada Familia sería algo así como su obra cumbre?

No lo sé. Pero me parece que es algo que empiezo a vislumbrar, que podría hacer. Pero como todavía no existe, no puedo hablar de algo que no existe. Y además no depende de mí.

Bernard Ruiz-Picasso y Miquel Barceló junto a los co-comisarios de la exposición, Miguel López-Remiro, director artístico del Museo Picasso Málaga, y Tania Fábrega, directora Museo de Almería

Bernard Ruiz-Picasso y Miquel Barceló junto a los co-comisarios de la exposición, Miguel López-Remiro, director artístico del Museo Picasso Málaga, y Tania Fábrega, directora Museo de Almería

Chema Artero

Ahora, en el Museo de Almería, sus camino vuelve a cruzarse con el de Picasso. Recuerdo cuando en 210 expuso en el Palais des Papes de Aviñón, el escenario de su última exposición, y usted aprovechó los agujeros que él había dejado en las paredes para colgar sus propias obras.

Sí, que aquello era hermosísimo. Porque usé los agujeros de los clavos de Picasso no por filosofía, sino porque no me dejaban hacer agujeros. Pero era como una metáfora muy bonita: estar en el mismo lugar que él había estado. Primero hice una cartografía de los agujeros, parecía acupuntura. Y luego si me iba bien, colgaba ahí una cosa. Y después las máscaras las ponía  encima de los papas... Fue muy bonito.

“Tengo hígado para resistir las críticas.  Vengo entrenado. Llevo tantos años haciendo esto que me han dado muchos palos y también elogios que no merecía”

Picasso expuso en 1970 y 1973, era una celebridad, pero sus pinturas recientes fueron tachadas de garabatos fruto de un pintor con obsesión sexual senil.

Yo no la vi, pero sí recuerdo leer cosas en revistas y le dieron unas hostias impresionantes. El viejo Picasso, sí, al que acusan de obsceno y es buenísimo. Fue mi generación más tarde la que va descubriendo la obra de ese Picasso viejo, que desde luego no es una obra menor. A mi me gusta mucho. Es libre, súper sexualizado, buenísimo.

Las críticas fueron demoledoras. Creo que fue Robert Hughes que escribió que aquella exposición le avergonzó y que era un comentario deprimente sobre la idea de que es mejor pintar algo que nada. Imagino que cuando lo has sido todo, leer cosas así debe de ser muy doloroso.

Tiene que joder. Sí, tiene que joder mucho. Y los modernos, ¡sabes?, los modernos se meaban en Picasso, Pensaban que estaba tronado, mientras que cualquier cosa pop que venía de los Estados Unidos les parecía que era... Picasso se tuvo que tragar sapos y culebras. Pero bueno, ya estaba entrenado de joven, no era la primera vez.

¿Y usted? ¿Tolera bien las críticas?

Tengo hígado para resistirlo, sí. Vengo entrenado. Llevo tantos años haciendo esto que me han dado muchos palos y también elogios que no merecía. Pero una cosa va por la otra. Yo de muy joven era muy pobre y sabía trabajar sin dinero, llevaba una vida espartana. Y siempre he intentado creer que sería capaz de volver a trabajar en esas condiciones. Espero que sea verdad. En África yo vivía como los demás, sin gastar nada, pero con un billete de avión en el bolsillo que me permitía regresar cuando quisiera. Y, claro, eso es una gran ventaja. Y lo de las hostias es lo mismo, espero poder seguir trabajando sin que me molesten mucho.

La primera vez que va a París, ¿vas siguiendo los pasos de Picasso?

Había apuntado las direcciones de sus talleres en un libreta y los fui a visitar todos. LOs observaba desde la calle, claro, no podía entrar. También los de otros artistas que admiraba mucho, como Giacometti. Es como una forma de acercarse a ellos, pensar mira pasaba por esta calle o tomaba café allí y sentarme un rato en la misma mesa. Todos los artistas tenemos un punto de fetichismo.

Picasso muere cuando usted es un niño de 12 o 13 años. ¿Lo recuerda?

Me acuerdo muy bien. Los periódicos de aquí decían: “Ha muerto Picasso, el comunista millonario”. Y era como una risa, un chiste. Pero yo estaba muy triste porque siempre pensé que un día lo visitaría.

“Los periódicos de aquí decían: 'Ha muerto Picasso, el comunista millonario'. Y era como una risa, un chiste”

¿Cómo llegó a él ¿Y qué ha significado para usted?

A través de libros, yo era un ratón de libros. Leía todo lo que pillaba, una cosa hasta excesiva. Tal vez, cuando yo era niño, el artista que admiraba fue Walt Disney. Pero cuando luego dejó de interesarme y Picasso ocupó su lugar y ya nunca ha dejado de interesarme. Me han interesado muchísimos otros artistas y constantemente descubro arte antiguo, moderno o cuevas prehistóricas, qué sé yo, cosas que no conocía. Pero Picasso siempre ha estado ahí. Siempre encuentro algo nuevo que me interesa en él, es un artista muy muy fértil. Yo sobre su comportamiento con sus conocidos, sus mujeres, porque eso lo controlo poco. Pero como artista y como creador, entiendo lo que hace y por qué lo hace. Me gusta también su manera de estar, de no conformarse nunca. Tiene una especie de generosidad con el mundo que me gusta. Es uno de los artistas que puedo reivindicar constantemente.

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