El tiempo no pasa, se acumula en capas. Y el Círculo Ecuestre de Barcelona lo vuelve a demostrar con arte. Durante cuatro días al año, el edificio —símbolo de la elegancia decimonónica y del tejido empresarial catalán— abandona su quietud centenaria y se transforma en un museo efímero. Las lámparas de araña las salas de tertulia, la turbadora mirada de la Julia de Ramón Casas... se abren al arte contemporáneo y el club se convierte en una constelación de tiempos superpuestos.
By Invitation es el título de esa metamorfosis, impulsada por Enrique Lacalle, presidente del Círculo Ecuestre, un proyecto que en seis ediciones ha pasado de ser una intuición en tiempos de incertidumbre a consolidarse como una cita cada día más abierta al calendario del arte contemporáneo europeo: este año, por ejemplo, cuenta con la presencia de dos galerías internacionales procedentes de Nápoles y Milán.
M. Eugenia Gay, segunda teniente de alcaldía del Ayuntamiento de Barcelona y Enrique Lacalle, presidente del Círculo Ecuestre
Cuando Lacalle concibió la idea, en el 2020, el mundo del arte —como el resto de la vida del planeta— vivía suspendido. La pandemia había clausurado los espacios y congelado las relaciones. “By Invitation nació en uno de los momentos más inciertos de nuestra historia reciente —ha explicado él mismo en la inauguración— con el deseo de devolver a Barcelona su pulso creativo, el diálogo y la belleza”. Aquel gesto inicial —una exposición casi experimental— se ha convertido en una estructura sólida que aúna instituciones públicas, coleccionistas, artistas y ciudadanos bajo un mismo principio: el arte como espacio de reencuentro. “By Invitation se ha consolidado como una cita ineludible en la agenda del arte contemporáneo —subrayó Lacalle—, un espacio que reúne a galerías, coleccionistas, artistas y amantes del arte en torno a una misma pasión: la cultura. El arte nos invita a mirar el mundo con otros ojos, a repensar lo que somos y a imaginar lo que vendrá”, resumía Lacalle
La sexta edición vuelve a encarnar ese propósito. Bajo la dirección artística de Mariella Franzoni, el Círculo Ecuestre se abre a 23 proyectos expositivos y más de 80 artistas de todo el mundo, en un recorrido que despliega tres programas —Palacete, Vértigo y Espuela— y que convierte el club en un museo de tránsito, en un cruce de tiempos y sensibilidades.
En los salones donde se discute de política, deporte o comercio, hasta el domingo se hablará de coleccionismo, sostenibilidad, fiscalidad o responsabilidad social del arte. En los pasillos donde colgaban retratos de próceres, ahora se instalan esculturas, fotografías e instalaciones de artistas de Gabón, Brasil, Jamaica o Italia. La tradición no se borra: se ilumina desde otra perspectiva.
La veterana Teresa Gancedo, pionera del arte espiritual y simbólico español, y Lúa Ribeira, la más joven fotógrafa de la agencia Magnum
Franzoni ha convertido esa tensión en una virtud. Su comisariado bajo el lema Líneas del tiempo propone leer el edificio como un palimpsesto: cada sala, un estrato de historia; cada obra, un presente que interroga a sus predecesores. De ahí que la exposición no se limite a exhibir obras, sino que se piense como una sucesión de tiempos que conviven.
El programa Palacete, núcleo central de la muestra, reúne proyectos intergeneracionales y dedica una atención especial a la presencia femenina —la mitad de las exposiciones están protagonizadas por mujeres—. En el recorrido se encuentran dúos como Joan Hernández Pijuan y Violeta Mayoral, que firma la obra más mínima de esta muestra, un hilo coloreado. La veterana Teresa Gancedo, pionera del arte espiritual y simbólico español, y Lúa Ribeira, la más joven fotógrafa de la agencia Magnum, dialogan sobre mística. También Marcel Rubio y Jaume Plensa unidos por la psicostasis, el “peso del alma”.
El programa Vértigo, por su parte, introduce la energía de la experimentación urbana con artistas jóvenes —Gastón Lisak, Flora Castiglia, Dany Avidan, Brenda Cabrera, Zoilo Blanca— que aportan la inmediatez y la incertidumbre del presente. Finalmente, Espuela rescata la herencia del arte moderno y de posguerra con nombres como Miró, Chagall, Guinovart o Manolo Valdés, estableciendo una continuidad histórica entre el siglo XX y la creación actual.
Para Lacalle, esa coexistencia no es casual: “En cada edición de By Invitation se renueva la oportunidad de encuentro entre generaciones y sensibilidades, entre lo local y lo internacional, entre lo clásico y lo emergente. Ese es el espíritu que quisimos sembrar en 2020 y que hoy florece más vivo que nunca”.
En esta nueva edición destacan las obras que se han creado in situ para este certamen
Los visitantes suben y bajan por las escaleras de mármol, se asoman a los balcones y se detienen ante una obra de Pedro Torres, la instalación Layers of time, creada expresamente para el palacete, que funciona como emblema visual del concepto curatorial. Porque si algo destaca en esta nueva edición de By Invtitation son las obras que se han creado in situ para este certamen. También la artista Mónica Jover ha concebido una instalación ex profeso con hilos y bordados.
Habrá un ciclo de tertulias abiertas al público con figuras clave del pensamiento artístico y del coleccionismo
Por primera vez, By Invitation incluye un ciclo de tertulias abiertas al público con figuras clave del pensamiento artístico y del coleccionismo: Claudia Segura (Macba), Blanca de la Torre (IVAM), Álvaro Escuder (Cuatrecasas), Tanya Capriles y Benedicta Badía, que abordan temas como la fiscalidad del arte, la sostenibilidad y el papel social de la creación. Este diálogo entre la práctica artística y la reflexión teórica amplía el alcance del evento más allá de lo expositivo: convierte el Círculo Ecuestre en una plataforma de pensamiento.
La presencia institucional de M. Eugènia Gay subraya esa voluntad de colaboración entre lo público y lo privado. “Para Barcelona —afirmó durante la inauguración—, By Invitation representa un claro ejemplo de cómo la ciudad ha forjado su identidad a partir de la fusión de culturas y de un legado artístico y social que la han llevado a convertirse en una de las capitales más abiertas y plurales del mundo, cuyo bien más preciado son las personas y su capacidad innovadora y creativa”.
En esa frase se condensa la idea que atraviesa toda la exposición: Barcelona como ciudad mestiza del tiempo, como espacio donde la historia y la modernidad conviven con naturalidad. Franzoni lo expresa en términos curatoriales: “El tiempo no es una línea recta, es una red. Cada obra, cada artista, cada mirada, está conectada con otra. Lo importante no es el pasado ni el futuro, sino el tejido que los une”. Ese tejido es visible en los pasillos del palacete: en una sala, el eco espiritual de la Galería Senda; en otra, la crítica feminista de La Gran; más allá, la precisión contemplativa de BKV Fine Art o la fisicidad de Reiners Contemporary.
El carácter efímero de la exposición —apenas cuatro días, del 6 al 9 de noviembre— acentúa aún más esa sensación de fugacidad y presente absoluto. El edificio, acostumbrado a la permanencia, se somete a una mutación temporal que lo revitaliza. Cuando las obras se desmontan y los visitantes se dispersan, algo queda: la conciencia de que la memoria arquitectónica y la memoria artística pueden convivir sin nostalgia.
