Guillermo del Toro (Guadalajara, 1964) da nueva vida a las páginas de Mary Shelley en su versión de Frankenstein y, a diferencia de otras adaptaciones que reducen al monstruo a un ser torpe y balbuceante, le devuelve pensamiento, palabra y conciencia.
Su primera diferencia es estética: evita el verde clásico y opta por un azul que evoca la frialdad de la piel muerta. Bajo esa apariencia espectral, un irreconocible Jacob Elordi se impone con sus 1,96 metros, interpretando a la criatura como un niño desgarbado que, con cada rechazo, se transforma en hombre y finalmente en amenaza.
Una nueva estética
Del Toro evita el verde clásico y viste a la criatura de una piel azulada que evoca la frialdad de la muerte
Oscar Isaac, por su parte, encarna a Víctor Frankenstein, que pasa de la euforia paternal a la melancolía, hasta volverse petulante ante la rebeldía de su “hijo”. Del Toro explora así el dolor de la creación, la soledad del abandono y la redención en un filme que realmente “está vivo”.


