Si Colleen Hoover es la reina actual del género romántico –intenten subir a un avión en el que no haya nadie leyendo Romper el círculo–, Rebecca Yarros es la nueva jefa del género superventas de moda, el romantasy, las novelas que mezclan fantasía y romance. La estadounidense Yarros vende como churros los libros de la saga Empíreo, que publica Planeta en España y que Amazon está llevando al cine. Los libros transcurren en la Academia Basgiath, un colegio militar de élite para jinetes de dragones. Para eso Yarros miró cerca de casa: es hija de militar (y se crio moviéndose de base en base) y su marido es también militar, retirado tras quedar herido en Irak y Afganistán. Como la autora, la protagonista de la saga, Violet Sorrengail, padece dos enfermedades crónicas, el síndrome de Ehler-Danlos, un tipo de trastorno hereditario que hace que las articulaciones queden sueltas o laxas, y POTS, una afección en el flujo sanguíneo. Madre de seis hijos, Yarros dejó las redes el año pasado porque le perturbaban los mensajes de odio que recibía y hace poco tuvo que cambiarse de casa porque los fans descubrieron donde vivía y empezaron a acosarla. En una entrevista con la edición estadounidense de Elle dijo que por ese motivo entendía bien a la cantante Chappell Roan, que hace unos meses canceló algunos de sus conciertos por ansiedad y ha sido crítica con sus propios fans por esperar que ella esté continuamente a su servicio.

Pharrell Williams
EL MUSICAL MALDITO DE GONDRY Y PHARRELL WILLIAMS
La película Golden, que primero se iba a titular Atlantis, lo tenía todo. Un director, Michel Gondry, un reparto estelar que reunía a todo el talento afroamericano que ha emergido en el último lustro (Quinta Brunson, de Abbot Elementary, Halle Bailey, de La sirenita, Da’Vine Joy Randolph, de Los que se quedan, la cantante Janelle Monáe, el cómico Jaboukie Young-White) y una fecha de estreno marcada en el calendario, el 5 de mayo. Sin embargo, en el último minuto antes de ver la luz, Gondry y Pharrell Williams, en quien estaba inspirada la película musical, han decidido no estrenarla, y Universal, que la produce, va a tener que correr con el gasto. Los dos creadores han dicho que no creen que la película no respondía a la visión que tenían cuando se propusieron hacerla. Se sabe que el musical contaba la infancia de Williams, músico y diseñador de moda hiperexitoso, en los setenta y que iba a ser una celebración de la música afroamericana. En los últimos años ha habido otras películas, como Batgirl, que se han quedado en el cajón estando ya casi acabadas pero siempre eran decisiones de los estudios, no de los propios creadores.

Vuelve 'The White Lotus'
'THE WHITE LOTUS': VENÍA HACIENDO FALTA
Vale, será terriblemente escapista, pero no se puede negar que si algo se necesita ahora mismo, en este perturbador 2025 en el que cada día nos despertamos con una catástrofe aérea, o climática, y lo último que se le haya ocurrido mientras dormíamos a Donald Trump, es una nueva temporada de la serie más audazmente ligera de la televisión. La tercera de The White Lotus se estrena mañana en Max y surgen dudas de si Mike White logrará dar con la fórmula (entretenimiento, memes y un ‘comámonos a los ricos’ que a veces se confunde con ‘pero quien no querría ser como ellos’) por tercera vez. La mala noticia es que ya no estará Tanya, o sea Jennifer Coolidge, y la buena que sí estará Parker Posey. La actriz hace de matriarca de una familia de Carolina del Norte y, para dar vida a sus hijos, White, no sin malicia, ha escogido a dos nuevos nepobabies: Patrick Schwarzenegger y Sam Nivola (hijo de Alessandro Nivola y Emily Mortimer). Lo curioso de los rodajes de The White Lotus es que el reparto completo vive durante unos siete meses literalmente en el set, es decir, en el mismo hotel en el que transcurre la temporada, en este caso el Four Seasons de Koh Tamui en Tailandia, lo que convierte cada rodaje en una especie de campamento de lujo, divertido pero claustrofóbico. Mañana salimos de dudas.

Portada del libro
LOS WITTGENSTEIN SE ESCRIBEN
Siendo una de las familias más ricas de Europa, una que ejercía el mecenazgo y el patronaje de los artistas más notables, una que concebía el (buen) gusto como una obligación moral y que se regía por códigos éticos y estéticos a veces impenetrables para quien los trataban, saber qué se escribieron entre ellos durante cinco décadas tiene un interés fundamental. Acantilado publica Los Wittgenstein, una familia en cartas, con edición de Brian McGuinness y Radmila Schweitzer y traducción de Isidoro Reguera. Las correspondencia se centra en el periodo entre 1908 y 1951, el que va del pico de su esplendor en términos de dinero y poder –Karl Wittgenstein, el padre del filósofo Ludwig, era un magnate del acero– al desmembramiento a causa de la guerra y las desgracias familiares, como los suicidios de tres de los nueve hermanos, los tres varones mayores. Uno desapareció en circunstancias misteriosas en Estados Unidos, otro se mató en un cabaret de Berlín mezclando cianuro con leche y dejó notas sobre su “disposición pervertida”, y el tercero se disparó cuando la compañía que comandaba desertó en masa durante la Primera Guerra Mundial. El pequeño, Ludwig, hizo grandes donaciones a creadores como Rilke o Adolf Loos, y más tarde renunció a su fortuna familiar, pero, según se desprende de las cartas, nunca pudo desprenderse de la otra herencia, la que le daba el haber crecido en una familia tan única para bien y para mal.