La aparición en un solo volumen de las cuatro primeras novelas de José Carlos Llop (Palma de Mallorca, 1956), debe ser recibida con todos los honores en un escenario donde no abundan los escritores de su talento, hondura y sensibilidad. Deliberadamente he utilizado la palabra escenario porque esta obra supone una tentadora invitación a una gran sesión de magia a través del tiempo, o más bien de los recuerdos de un autor que combate la amnesia de su tribu. Antes de seguir, hay que aclarar que el Cuarteto de Llop no posee una estructura unitaria en la línea de Durrell o Proust, donde el narrador avanzaba hasta la revelación. El único solista aquí es el propio Llop, quien adopta una sugerente voz en off al servicio de las distintas máscaras del héroe de cada novela.
Así sucede en El informe Stein, la historia hipnótica de un joven que se asoma a la vida en una ciudad de provincias, poblada de curas autoritarios, amigos misteriosos y ecos de la Guerra Civil. La vivencia de otro adolescente inspira Háblame del tercer hombre, una historia de intensos despertares en un cuartel de montaña, con sus intrigas militares y oscuros secretos de familia. Estas agridulces novelas de formación tienen su complemento en dos novelas de deformación por así decir, o de áspera madurez, en la que se consuma alguna forma de condena vinculada al pasado. Así, en La cámara de ámbar, un escritor de éxito regresa a su ciudad natal para hacerse cargo de la herencia de un enigmático pariente y rescatar del olvido a una corte de excéntricos de su círculo social. También sufre condena el narrador de El mensajero de Argel, responsable de un programa de radio que se dedica a entrevistar a los ancianos supervivientes de una ciudad preapocalíptica. En Llop siempre hay enigmas de fondo que condicionan la existencia del individuo o de la comunidad.
⁄ Hay escritores que cuentan mucho y dicen poco; Llop cuenta poco argumentalmente, pero sus libros dicen mucho
Se ha señalado el carácter culto y cosmopolita de la prosa llopiana que le ha permitido gozar de gran aprecio en Francia. Al fin y al cabo el lector francés supo asimilar la crudeza expresiva de Céline, las bondades éticas de Camus o las experimentaciones de Perec. En consecuencia, estaba preparado para recibir una propuesta estética, a caballo entre Morand y Modiano, donde muchos figurantes recuerdan a héroes decadentes de Cecil Beaton, moviéndose a orillas del Mediterráneo. ¿Son personas reales o marionetas? No importa. Ya hemos dicho que Llop propone una sesión de magia de alta escuela, donde la literatura se erige en una formidable herramienta para explorar la verdad y también en el mejor instrumento para difuminarla e incluso esconderla.
En todo caso la lectura emocionante del Cuarteto de la memoria ilustra la diferencia entre el contar y el decir . Hay escritores que cuentan mucho pero dicen poco. Llop está en las antípodas. Contando poco argumentalmente, resulta que sus libros dicen mucho e interpelan siempre a la sensibilidad y conciencia del lector. Todo este magno volumen está surcado por potentes reflexiones acerca de la ciudad, la familia, las mujeres, la escritura, la guerra, el paso del tiempo, el arte, los viajes, el recuerdo o los misterios de la naturaleza humana. Es fácil reconocer aquí la voz bien temperada e inteligente del autor de dietarios, magnífico por su talla moral, como también es reconocible el Llop poeta, uno de los mayores de nuestra generación, gracias al culto refinado de la palabra y el acierto en las metáforas que generan a menudo imágenes que perduran. Al final descubrimos que la memoria de aquella era se fijó en blanco y negro, como quizá lo haya sido toda memoria tras el paso de un tiempo implacable que va borrando los colores primarios. Acaso sea esta la verdad oculta del mago Llop, recordarnos que la vida es un proceso de demolición permanente que acaba destruyendo todo lo que toca. Y sólo el Arte puede devolvernos por un instante eterno el color de los rosados dedos de la aurora.
Palma, la ciudad innombrada
Este notable ciclo novelesco se desarrolla casi todo en la isla de Mallorca y en la ciudad de Palma. Pese a la importancia del escenario –uno de los mitos del Mediterráneo– no se la nombra casi en ningún momento. A diferencia de la Ferrara de Bassani o el Palermo de Lampedusa, la Palma de Llop no tiene nombre. El autor elude las referencias monumentales que la harían reconocible: la Catedral, el palacio de la Almudaina, el castillo de Bellver, las casas señoriales. Prefiere evocar una ciudad semi-inventada pero no menos real: la de las villas decadentes, los sobrios pisos burgueses, rincones del puerto. La renuncia le permite en cambio una indagación muy creíble por la ciudad de las sombras.
José Carlos Llop
Cuarteto de la memoria
Alfaguara. 552 páginas. 24,90 euros