No había costumbre de que Franco se muriera. Y la posibilidad de que fuera a ocurrir, según recuerda Miguel Ángel Aguilar en la recomendable crónica que con este título publica Ladera Norte, generó un seísmo en una sociedad tan pautada y controlada como la española en el periodo 1939-1975. Desde que se hizo pública la dolencia de flebitis en julio de 1974 hasta el fallecimiento del dictador a las 5.25 h del 20 de noviembre del año siguiente (hora oficial, aunque otras fuentes apuntan las 4.40 h, y aún antes), los acontecimientos se sucedieron a un ritmo vertiginoso, que llevaron a la proclamación de Juan Carlos de Borbón y Borbón como rey de España el 22 de noviembre, y al inicio de una nueva etapa histórica, marcada por el signo de las libertades.
En los primeros años del nuevo periodo, “quien no percibiera que en este país estaba teniendo lugar una revolución cultural no se había enterado de nada”. Lo recuerda uno de los artículos de nuestro suplemento especial dedicado a los cambios en el terreno experimentados durante medio siglo. En el texto de apertura, José Antonio Marina, una de las figuras más lúcidas y prestigiadas de nuestro mundo intelectual, analiza el periodo desde la perspectiva de las soluciones aportadas y la evolución (o involución) de nuestra capacidad crítica. Cuatro figuras muy representativas de otros tantos sectores estratégicos, Jesús Badenes, de Planeta, Ainhoa Grandes (Macba), Daniel Martinez de Obregón (Focus) y Laura Cendrós (Mnac), debaten la evolución del libro, el arte y el teatro. El sociólogo Joaquim Rius Ulldemolins comenta las políticas institucionales, del centralismo al momento descentralizado (y poco coordinado) actual.
⁄ La memoria de la transición sigue constituyendo un estímulo formidable
La escritora Noemí Sabugal trata de las esperanzas y frustraciones de la juventud trabajadora y su plasmación literaria. Manuel Fontán del Junco aborda la estética de la transición. Mientras J.A. Masoliver Ródenas brinda sus recuerdos de la época en Londres. Y Sergi Rodríguez López-Ros detalla cómo la Corona se implicó en, y apoyó desde el inicio, la cultura de la democracia.
Jorge Carrión, Julià Guillamon y Laura Freixas dibujan las nuevas sensibilidades creativas y temáticas del periodo. Y Antonio Iturbe, en su reportaje sobre la biblioteca perdida del pazo de Meirás, relata el atribulado destino de los libros de doña Emilia Pardo Bazán, que pasaron a ser propiedad de la familia Franco y sufrieron un incendio. Nuestra última página es como siempre para los antivirales de Begoña Gómez Urzaiz, en esta ocasión en clave transicional.
Indiscutiblemente el periodo abierto el 20-N de 1975 ha resultado de gran trascendencia. El pasado enero así lo reconocía el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al anunciar solemnemente el programa cultural “España en libertad: 50 años”, que finalmente ha funcionado bastante a medio gas, sin generar las grandes exposiciones y simposios que inicialmente prometía. En Barcelona, los museos e instituciones tampoco se han mostrado especialmente sensibles a la efeméride. Pero la memoria del 20-N y los años que siguieron, en tanto que episodio auroral de un tiempo mejor y lleno de esperanzas que se concretaron en positivas realidades, sigue constituyendo un estímulo, que en el campo de la cultura ha resultado formidable y del que hemos tratado de dar un indicio en estas páginas.