Las maquetas del mundo

ARTE

Cristina Iglesias presenta en la que es su primera exposición individual en Barcelona sus materializaciones del tema del laberinto, en las que conviven lo orgánico con lo artificial

iglesias

‘Corredor suspendido II’, 2006 

Llibert Teixidó

El agua que se desliza por un falso cauce, buscando salidas en su movimiento y provocando un estruendoso rugido en su agitación, es una de las materializaciones que la escultora Cristina Iglesias (Donostia-San Sebastián, 1956) realiza del tema del laberinto. Puede comprobarse en la exposición que le dedica, hasta el 25 de enero, la Fundació Catalunya La Pedrera. Es la primera individual en Barcelona de esta artista cuya obra ya está presente en calles, museos, instituciones e incluso fondos marinos de Madrid, México, Bélgica, Estados Unidos, Reino Unido o Brasil. Como suele suceder con su obra, todo lo relacionado con la muestra barcelonesa es de grandes dimensiones, y voluminosas paradojas. La más destacada: la convivencia de lo orgánico y lo artificial, lo que respira y lo inerte.

Cristina Iglesias se sirve de trampantojos, ilusionismo y espejos para crear sus maquetas de la realidad. Como si necesitara una realidad alternativa o paralela para asaltar los misterios de la naturaleza. En este sentido, para su último proyecto ha encontrado un contexto privilegiado, como ella misma explica: “La Pedrera tiene una fuerza propia, una arquitectura que casi respira”. 

'Bosc mineral', 2025

'Bosc mineral', 2025

Llibert Teixidó

La obra Bosque mineral , compuesta por enormes troncos entre los cuales transitan los visitantes, ha sido realizada expresamente, a modo de site-specific, y es la pieza donde se concreta el intercambio entre la escultora y el arquitecto, de cuya muerte se conmemora el centenario en el 2026, mostrando “cómo mis referencias a la arquitectura, a lo orgánico, lo vegetal y lo mineral pueden convivir con la piel ondulante de Gaudí y entablar un diálogo. Se trataba de encontrar un punto de encuentro. La obra y el edificio se miran y se completan, generando un espacio elíptico donde el visitante puede perderse y sentirse parte del diálogo”. En palabras del comisario, James Lingwood, la exposición es una “coreografía” con tres protagonistas: el arte, la arquitectura y el visitante.

⁄ “La naturaleza ha sido siempre una fuente constante de reflexión. Un sistema complejo de energía”

El curador, responsable de exposiciones dedicadas a Richard Hilton, Susan Hiller, Juan Muñoz o Gerhard Richter por todo el mundo, se expresa así en el documental De raíz y de sombras, realizado por David Trueba alrededor del proceso creativo de Cristina Iglesias y algunos detalles de la muestra en Barcelona. En la capital catalana vivió a mediados de los setenta, cuando abandonó sus estudios de Química y antes de trasladarse a Londres a seguir formándose en arte, en la Chelsea School of Art, durante la misma época en que conoció a quien se convertiría en su marido, el también escultor Juan Muñoz.

Crecida en un contexto familiar de gran interés por la cultura –sus cuatro hermanos también han destacado en las expresiones artísticas y culturales, como el compositor Alberto Iglesias–, afirma que “el interés por el arte apareció muy pronto, aunque al principio no sabía cuál acabaría siendo mi camino. Me formé estudiando a artistas como Eva Hesse, Robert Smithson, Matta-Clark, y obras concretas en diversos campos como la poesía, la arquitectura, el cine y otros artistas, que transformaron la forma de entender el espacio”. Sobre la actualidad, “me interesa todo lo que cruza disciplinas: artistas, arquitectos, científicos, pensadores o paisajistas que reflexionan sobre cómo habitamos el mundo”.

Cristina Iglesias en una de sus obras

Cristina Iglesias en su obra ‘Growth I’, 2018

Llibert Teixido

La manera de estar en un lugar y las vivencias que ese espacio provoca en el ser humano es la gran preocupación de la artista desde el inicio de su trayectoria: “Me interesa que mi obra se expanda más allá del objeto, que el espectador entre en la pieza, que la recorra, que sienta que el espacio cambia con su presencia. Esa idea de inmersión tiene que ver con la arquitectura, pero también con la sensación física de estar dentro de algo que respira”. 

 En su proceso de trabajo también son importantes otras disciplinas como la ingeniería o la biología. La exposición de La Pedrera permite transitar por algunos de estos espacios creados entre el 2002 y la actualidad, pasadizos que son bosques de vegetación inventada, paredes de cuevas con excrecencias de cristal o bien pabellones en suspensión realizados con celosías de hierro compuestas con letras que reproducen citas de las narraciones de ciencia ficción El mundo de cristal , de J.G Ballard, o Solaris , de Stanislaw Lem: “Me interesa cómo las palabras, fragmentos, imágenes pueden transformarse en materia, en algo físico.

 No busco símbolos cerrados, sino huellas: rastros de la presencia humana, de la historia y del lenguaje. Las celosías o las sombras son una forma de dejar que el tiempo se inscriba en los espacios, de convertir lo efímero en algo que se puede sentir. Me atrae esa zona ambigua donde el lenguaje se transforma en materia y la materia en recuerdo”.

Las palabras son utilizadas como una maqueta más en esa realidad que se pretende asimilar, como el agua que se guarda en un pozo. Sin embargo, como demuestran los ejemplos expuestos en La Pedrera, el tiempo también entra en escena para traer el movimiento y el sonido del elemento líquido. Quizás nosotros también sólo somos tiempo: “La naturaleza ha sido siempre una fuente constante de reflexión. Un sistema complejo de energía, transformación y memoria. El agua, en particular, me permite trabajar con el movimiento, la luz, el sonido: elementos que cambian continuamente, que nunca son iguales. A través de ellos, creando secuencias, el espacio se vuelve vivo, y el espectador forma parte de ese flujo”.

Ejemplo destacado de los espacios creados en los que se producen interacciones tales como desplazamientos, conmociones y transiciones son las grandes puertas de bronce que la escultora creó en 2007 para la ampliación del Museo del Prado ideada por Rafael Moneo. Una llamativa y contundente invitación a entrar al museo.

Próximamente, otro umbral a franquear podría ser el del templo más emblemático y polémico de Barcelona. En los últimos meses su nombre –junto a los de Miquel Barceló y del mexicano Javier Marín– se está considerando por parte del Patronato de la Junta Constructora de la Sagrada Familia para la construcción de la fachada de la Gloria del templo.

Cristina Iglesias Pasajes Comisario: James Lingwood Fundació Catalunya La Pedrera Barcelona www.lapedrera.com Hasta el 25 de enero

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