Edvard Munch es uno de los artistas contemporáneos más reconocidos del mundo de la pintura. Su estilo expresionista lo encumbró en el arte con obras tan famosas como El Grito, aunque sus muchas de sus pinturas contaron otra historia personal mucho más dramática, marcada por el dolor, la enfermedad y la pérdida.
Su hermana Sophie murió de tuberculosis cuando él era joven, un evento que lo marcaría profundamente, convirtiéndole en una persona muy dependiente del alcohol. Además, Munch también experimentó depresión y ansiedad, lo que lo llevó a ser hospitalizado en clínicas psiquiátricas entre 1905 y 1909. Por si fuese poco, el artista sufría espondilitis anquilosante, una dolorosa enfermedad autoinmune inflamatoria, que reflejó en muchas de sus obras.

Edvard Mundh padecía espondilitis anquilosante.
De este gran pintor habla la traumatóloga Inés Moreno para explicar esta desconocida, aunque común, enfermedad. La espondilitis anquilosante (AS, por sus siglas en ingles) forma parte del grupo de enfermedades reumáticas denominadas espondiloartropatías.
”Vivió toda su vida con miedo al cuerpo, y con razón”, comienza explicando la especialista. “Cada mañana, su espalda rígida lo despertaba antes que el sol”.
Espondilitis anquilopoyética/espondilitis anquilosante (AS)
La espondilitis anquilosante (AS, por sus siglas en inglés) es una forma crónica de artritis, una enfermedad inflamatoria que afecta mayormente a las articulaciones de la columna vertebral -el dolor se puede presentar a cualquier nivel, aunque es más frecuenta en la zona de la pelvis-, que tienden a soldarse entre sí disminuyendo su flexibilidad y produciendo una rigidez de la mismas.
Es una enfermedad de personas jóvenes y afecta con mayor frecuencia a los varones que a las mujeres.
“El dolor era constante”, continúa narrando la traumatóloga, que asegura que con el paso de los días “cada vez su cuerpo era más torpe” porque “su columna se estaba cerrando vértebra por vértebra”.
La especialista explica cómo, por esta enfermedad, la columna vertebral se convierte en una estructura rígida. No es la única consecuencia grave, pues la respiración se vuelve superficial y “el cuerpo se convierte en una prisión”.

Inés Moreno es 'La Traumatóloga Geek' en redes sociales.
Como explica Moreno, muchos de los pacientes que sufren esta enfermedad tienen algo en común: el gen HLA B27. Aún así, conviene destacar que poseer este componente en el código genético es tan solo un factor de predisposición y no algo determinante para padecer la enfermedad.
Moreno: “Más importante que la genética: el ejercicio”
Esta enfermedad autoinmune es irreversible y no tiene cura. La especialista, no obstante, da la clave para tratar de controlar los síntomas de la enfermedad: el ejercicio físico. “Más importante que la genética es que el ejercicio puede detener la rigidez y proteger lo que aún se puede mover”, asegura.
“Así que si tienes dolor de espalda que te despierta de madrugada o sientes que tu cuerpo se va endureciendo, consulta con un especialista. Pero si puedes moverte, hazlo”, insiste. “La movilidad se defiende moviéndote, tengas o no espondilitis”.