Si la cuarta etapa del Tour del 2025 fuese una bebida sería una espirituosa, dulce y hasta burbujeante. Y Tadej Pogacar se la bebería de Sant Hilari, de un trago. En castellano lo llaman hacer un hidalgo. Seguro que en Eslovenia tienen su expresión. Pero es que en Rouen, patria de Jacques Anquetil, antes de la meta se sube la rampa de Saint-Hilaire, casi un kilómetro empinado. Y esa subida es terreno abonado para motivar al campeón del mundo, para que los ojos le hiciese chiribitas. Era un cebo que no podía dejar pasar. Lo eligió como el escenario de su fiesta 100. Se la bebe con su primer ataque de este Tour.
Se la guardó en el Dauphiné porque pretendía que el triunfo número 100 de su carrera fuese especial. Deseaba que fuese en el Tour y pretendía que fuese vistiendo el maillot arco iris. Así fue. Fue así. Perfecto. Ideal. Redondo como la cifra, la primera cifra de tres dígitos.
El ataque a 5,5 de meta
En la cuesta de Saint-Hilaire Vingegaard cede pero no revienta. En el descenso, llegan algunos pero todos serán invitados de piedra a su fiesta 100
La foto es para la posteridad, para enmarcar. Cuando sea un venerable señor y peine canas siempre la podrá mirar y regodear. Quizás cuando tenga 80 años, como tiene ahora Merckx, será uno de sus tesoros más preciados. Porque en el marco saldrá un Pogacar pletórico, eufórico, levantando los brazos, sacando músculo, en la carrera más importante del mundo. Pero también por los derrotados que se ven, sus dos adversarios más personales e intransferibles. Porque allí aparecerán Mathieu van der Poel, su archirrival en las clásicas de primavera, de amarillo pero sin poder frenarle ni hacer más, segundo, y también Jonas Vingegaard, su némesis en julio, su antagonista en el Tour de Francia, tercero, multiplicándose en un terreno que no es el suyo, pero también frustrado.
Pero aún hay más. Como quién no quiere la cosa, en otro giro genial del destino, la victoria número 100 llega en Rouen, en la puerta de casa de Anquetil, el primero de los ciclistas que conquistó cinco veces el maillot amarillo del Tour. Si en una cosa se parece Pogacar al normando es su filosofía de disfrutar en carrera. En tiempos de ciclistas que corren enfurruñados con el mundo y presionados hasta la médula por ganar, ellos son unos bons vivants, saben pasarlo bien y sonreír.
Pero Anquetil también era sinónimo de contrarreloj, y hoy en Caen esperan 33 km absolutamente planos, perfectos para rodadores como Evenepoel, doble campeón del mundo de la especialidad, hasta el punto de que el belga espera subsanar la pérdida de tiempo que lleva y ponerse a la altura del esloveno y el danés.
La primera en febrero del 2019 en el Algarve
Con 26 años y 290 días presume de tres Tours, un Giro, un Mundial, nueve monumentos y carreras como la Volta, París-Niza, Dauphiné y Tirreno-Adriático
Cien veces Pogacar, el chico que aún tiene 26 años y 290 días. Cien éxitos desde que se presentó al mundo ganando en el Alto da Fóia en la Vuelta al Algarve del 2019. Aquel día se impuso a Wout Poels y Enric Mas, el escalador español que ayer, a diferencia del día de los abanicos, se cortó y perdió 32 segundos, como Roglic . Un palmarés que incluye 18 etapas en el Tour, un Giro, triunfos parciales en la Vuelta, pero también un Mundial, nueve monumentos y carreras como la Volta a Catalunya, París-Niza, Tirreno-Adriático o el Dauphiné. Camino del que busca que sea su cuarto maillot amarillo en París, le bendijo la tierra de Anquetil.
Cien victorias y no se cansa, algunas parecidas pero siempre diferentes. Hasta 30 veces pintó Monet la Catedral de Rouen porque a cada hora o en cada estación la luz cambiaba. “Cada día descubro algo que no había visto el día anterior”, decía el pintor impresionista. Nada es igual y un instante ofrece mil variaciones. Varias veces ha batido ya a Van der Poel y Vingegaard y siempre le sabe bien. “En el Tour y en este maillot (de campeón de mundo), eso le da más valor al triunfo 100”, saca brillo Pogacar, al que le encantan estas etapas movidas, con repechos explosivos, porque “hasta el final nunca sabes qué va a pasar con tanta adrenalina”.
Van der Poel, el líder, era el favorito pero cuando Pogacar quiere, como en la cuesta de Saint-Hilaire nadie aguanta sus ataques. Vingegaard cede pero no revienta. Por detrás, llegan algunos, ni mucho menos todos, invitados de piedra a su fiesta 100.