La marea recorre el país, crece día tras día, acompaña al pelotón de la Vuelta a España, que es su involuntario altavoz. En las primeras etapas, en Figueres, en Olot, en Zaragoza, en Lumbier, había habido un abanico de manifestantes pro-Palestina en las primeras etapas.
Pero ahora ya son miles.
En autovías, carreteras serpenteantes, metas volantes y paseos urbanos ondean banderas palestinas.
Los manifestantes azuzan a los ciclistas del Israel-Premier Tech: les solivianta su presencia.
Este miércoles, en la etapa Bilbao-Bilbao, las protestas se muestran excepcionalmente activas en la línea de meta en el corazón de la ciudad: las multitudes arrastran vallas, inquietan a los organizadores de la carrera, movilizan a la Ertzaintza.
La actividad de los manifestantes se extiende durante el día. Se han dejado ver en los prolegómenos de la undécima etapa, allí mismo en Bilbao -el inicio de la jornada se ha demorado por cinco minutos-, se han retirado por unas horas y han reaparecido en los kilómetros finales, en el hipotético penúltimo paso del pelotón por ese punto, a 25 kilómetros.
-En ese penúltimo paso por meta, la situación daba miedo. Sufríamos por la seguridad de los corredores -dice Patxi Vila, director del Red Bull-Bora.
Las escenas recorren las redes sociales: hay manifestantes tomando el asfalto, exhibiendo pancartas (Palestina Askatu, Palestina libre), y hay ciclistas sorteándoles entre apuros.
Los ciclistas ya no volverán a circular por las avenidas bilbaínas, nunca alcanzarán la meta: tanta incertidumbre desconcierta a la dirección de la carrera, que opta por la seguridad. Sobre la marcha, comunica su decisión a los jefes de equipo. Les anuncia que recorta la etapa en tres kilómetros y se evita males mayores.
-Sólo nos han dicho que había una zona complicada por banderas y que la etapa se daba por concluida a tres kilómetros de la llegada y se mantenía la bonificación en Pike -cuenta Joxean Matxín, director del UAE, cuando el día ha acabado y los ciclistas ya sestean en sus hoteles-. No sé si era un riesgo pasar la meta, pero respeto la decisión que se ha tomado.
En el pelotón hay discusiones. Algunos no tienen claro si el Israel-Premier Tech debería seguir en la carrera. Lo que yo creo que es ellos no quieren verse envueltos en esta problemática”
El desenlace es abstracto.
Los ciclistas desembocan en una meta imaginaria. Policías y agentes de seguridad agitan los brazos y marcan el fin en la autopista que desciende hacia San Mamés.
Los dos escapados en ese punto, el líder Vingegaard y el fogoso Pidcock (este sí que ha apurado al danés en el ascenso a Pike; cuando el británico abre gas, Vingegaard ha tenido que exprimirse para recuperarle la rueda y evitarse un susto; al fin y al cabo, entre ambos apenas se abren 58 segundos de margen), se detienen en algún lugar impreciso y así acaba el día: los dos fugados le arrebatan un puñado de segundos al grupo perseguidor, el de Almeida, y la general se agita un pelín, tampoco demasiado.
-En el pelotón ha habido discusiones. Algunos no tienen claro si el Israel-Premier Tech debería seguir en la carrera. Lo que yo creo que es ellos no quieren verse envueltos en esta problemática -dice Carlos Verona, ciclista del Lidl-Trek.
-Solo hay una solución: que el propio equipo de Israel se dé cuenta de que estando aquí no facilita la seguridad. Pero como organizadores, el reglamento no nos permite echarle -dice Kiko García, director técnico de la Vuelta.
